La psicoanalista Carmina Serrano: “Falta perspectiva de género” en psiquiatras y psicólogos
Cuarenta años después de haber empezado su andadura como psicóloga clínica, la doctora en Psicología, psicoanalista y psicoterapeuta especializada en violencia de género Carmina Serrano sabe que, pese a los avances conseguidos en materia de igualdad, todavía “falta perspectiva de género” en muchos sectores, el suyo entre ellos. “Falta mucha formación entre profesionales de la psicología y la psiquiatría. Y también en los medios de comunicación: es tan importante lo que se transmite como cómo se transmite”, asegura en una entrevista con Efeminista.
Para combatir esa falta de educación, sobre todo en lo que se refiere al tratamiento de mujeres supervivientes de maltrato, la autora ha sintetizado cuatro décadas de descubrimientos en un libro, La costilla rota de Adán (Ediciones B). Un texto en el que estudia los efectos devastadores de este tipo de violencia y ahonda en sus orígenes, para que las mujeres que la han sufrido comprendan su trauma y obtengan las herramientas para recuperarse.
Un libro para comprender el maltrato
PREGUNTA.- ¿De dónde surge este libro?
RESPUESTA.- El motivo fundamental para escribir este libro ha sido poder transmitir a mis pacientes lo que he aprendido. Este libro es el producto de 40 años de trabajo como psicoanalista y psicoterapeuta. Cuando empecé, una cosa que me motivó muchísimo fue la dificultad para comprender, dentro del ámbito de la psicología y del psicoanálisis, por qué las mujeres que estaban atrapadas en relaciones abusivas y dañinas volvían, ¿no?
Algunas teorías hablaban del masoquismo, pero yo inicié una investigación, hace veinte años, que se convirtió en una tesis doctoral sobre los efectos de la violencia de género en el desarrollo psíquico de las mujeres. Y de ahí nace esta Costilla rota de Adán, que pretende ahondar en la forma en la que se nos ha educado a todos, en las estructuras que llevan a esa violencia.
P.- ¿Cuándo incorporó la perspectiva de género a su trabajo?
R.- Fue a raíz de tener a mi hijo, a mi primer hijo. Yo fui a la universidad y allí me sentía igual que mis compañeros, pero cuando nació mi primer hijo se me echó el patriarcado encima. Me hice cargo de la crianza, del estrés, de todas esas dobles jornadas… y a eso le sumé ver que a tres de cada cuatro pacientes les pasaba lo mismo que a mí.
Estaba muy perdida, quería explicar qué pasaba, y entonces conocí la obra de Victoria Sau. Ella es una escritora y psicóloga que le dio sentido a las cosas. De ahí fui a más lecturas feministas del psicoanálisis, como Marie Langer o Jessica Benjamin.
Cuando la leí (a Benjamin), me quedé muy sorprendida. ¿Cómo podía ser que una mujer hubiese criticado a Freud con tanto rigor? Me di cuenta de que lo había podido hacer porque tenía un bagaje en filosofía, no se había limitado al psicoanálisis. Y eso me dio permiso para pasarme a la filosofía, a Foucault y a otras teorías psicológicas, como la sistémica. Me hizo menos rígida. Para mí, la clave está ahí, en ampliar nuestra forma de comprender al ser humano, el sufrimiento y la enfermedad mental, que son fenómenos muy complejos.
La salud mental, una cuestión grupal
P.- En el libro apunta a la necesidad de abordar la violencia de género no desde la óptica individual, sino global. Pero también el abordaje individual es complicado en España. Los ratios de psicólogo por población, por ejemplo, son bajísimos.
R.- Sí, desde luego. La propia Organización Mundial de la Salud reconoce que la enfermedad mental es la cuarta pandemia. La COVID 19 ha traído mucha desatención y solo ahora empezamos a ver los resultados; la pandemia ha arrasado todo.
Eso me lleva a pensar en las mujeres maltratadas, que son personas emocionalmente arrasadas. Y creo que dentro del feminismo no siempre se comprende la profundidad de esta herida. Es injusto para ellas.
En lo que respecta a la perspectiva de género, falta mucha formación entre profesionales de la psicología y la psiquiatría. Y también en los medios de comunicación: es tan importante lo que se transmite como cómo se transmite, porque lo que estamos transmitiendo son mitos que se clavan en el inconsciente, como dijo Freud. Lo aprendemos, como aprendemos un lenguaje, y aprendemos una forma de comportarnos, de vivir, de pensar. Y lo que no se revisa, no se ve.
P.- Forma parte de HEMA, el movimiento abolicionista de Euskal Herria contra la prostitución, vientres de alquiler y pornografía. ¿Cómo asiste al debate interno en el Gobierno sobre la regulación o abolición de la prostitución?
R.- Antes de nada, siento una pena profunda porque en el feminismo se esté creando esta fractura ósea, porque no podamos pensar tranquilamente en las razones de la persona de enfrente.
En lo que tiene que ver con la sexualidad, Mónica Alario ha escrito Política sexual de la pornografía, un libro maravilloso en el que se afronta un tema fundamental: la necesidad del feminismo de revisar el concepto de sexualidad, porque es la sexualidad que Freud elaboró, una sexualidad desde una perspectiva totalmente androcéntrica, en la que se asocia a los hombres con violencia y a las mujeres con sumisión.
Sabemos que las criaturas de ocho años empiezan a ver pornografía. Y eso empieza a conformar su mente, porque se masturban viendo cómo se le hace daño a una mujer. También conozco a muchas mujeres feministas que, cuando leyeron 50 sombras de Grey, que fue un best seller absoluto, a las que les gustaba que les atasen y las violentasen. Y yo siempre les pregunto: “tú, cuando descubrías tu sexualidad de niña, ¿te hacías daño?”. Eso es una construcción, la erotización de la violencia.
La sexualidad es algo muy valioso y necesario en el ser humano, pero nos han educado y hemos crecido con el deseo de satisfacer a nuestro compañero, así que no hemos podido explorar realmente qué es lo que nos satisface a nosotras.
Un negacionismo cada vez mayor
P.- Dedica este libro a sus nietas y nieto. ¿Cómo afronta su desarrollo? Los últimos estudios apuntan a un aumento del negacionismo en esa franja de edad…
R.- Ese negacionismo es terrible. Mis pacientes adolescentes llegan a consulta sin tener demasiada conciencia de su sexualidad. Por ejemplo, pienso en una chica que cada mes se tenía que tomar la pastilla del día después porque siempre tenía relaciones alcoholizada, a pelo y no conscientemente. Es necesario que nos formemos en violencia de género, por eso cree la asociación Terapia y género, donde damos talleres, formaciones e investigamos con bajo esa perspectiva.
P.- ¿Cómo le gustaría que acabasen los y las lectoras su libro?
R.- Mi idea es que ayude a quien lo lea a comprenderse a sí mismo, a visibilizar el horror de la violencia y a animar a todos a construir otro mundo mejor, un mundo nuevo en el que nos miremos y en el que, en lugar de ser el lugar común la violencia, lo sea el apoyo mutuo.