
La escritora sevillana Lara Moreno. Foto: Jairo Vargas Martin
Lara Moreno: “Una relación de maltrato es una cárcel para las mujeres”
Un edificio de la Plaza de la Paja, en el barrio madrileño de La Latina, es el punto de encuentro de tres mujeres de distinto origen cuyas vidas están atravesadas por la violencia, pero que, aunque se cruzan en el camino, nunca se ven. Es el reflejo de lo que se vive y se oculta en Madrid y que la escritora Lara Moreno disecciona bajo el manto de la ficción en su nueva novela “La ciudad”.
“Quise contar de forma milimétrica cómo es una relación de maltrato, cómo una relación de maltrato es una cárcel para las mujeres que la viven, independientemente del nivel cultural, económico y de la raza de esas mujeres”, asegura Moreno (Sevilla, 1978) en una entrevista con Efeminista.
Y aunque el origen de las violencias es distinto, las tres la sufren por el hecho de ser mujer. En el caso de dos de las protagonistas, Damaris y Horía, las desigualdades de género se perpetúan porque son migrantes y pobres.
Sin embargo, en este libro (Lumen, 2022) Lara Moreno, autora de varios relatos y poemarios, va más allá de las historias y por medio de una sesuda narrativa pone a quien lo lee frente al espejo de realidades de las que se habla de forma “muy leve”, pero que están presentes en cualquier ciudad de cualquier país de Occidente. “Viendo cómo ellas realizan su vida y qué es lo que les sucede yo nos veo a nosotros, veo el clasismo y el racismo”, afirma.
“La ciudad”, de Lara Moreno
Pregunta: ¿Cómo nace “La ciudad”?
Respuesta: Nace principalmente de la necesidad de enfrentarme a la ciudad misma como lugar narrativo. Todo el tema social que trato vino después.
Siempre, en mis novelas anteriores, había metido a mi personaje en pueblos y estaban ambientadas en lugares rurales. Yo llevo mucho tiempo viviendo en Madrid y me parece que Madrid, como todas las grandes ciudades, refleja muy bien todo lo bueno y todo lo malo que puede llegar a ser el ser humano en su forma de organización y en su sistema jerárquico de convivencia.
P: Está ambientada en el barrio de La Latina…
R: Quise hablar desde ese centro neurálgico que es la Plaza de la Paja porque es un edificio en donde yo vivía. Quise cogerlo como el núcleo porque desde allí, en el centro mismo de los ciudadanos, centro hermoso que vive a la espaldas de toda la periferia, conviven muchísimas realidades que se interrelacionan por asuntos laborales pero no personales. Se viven muchas muchas realidades que no se tocan.
Creo que Madrid es un buen ejemplo de todo ese crisol de nacionalidades, realidades, sufrimientos y vidas.
“Una relación de maltrato es una cárcel para la mujer”
P: Las historias tienen muchísimos detalles que le permiten al lector introducirse en ellas. ¿Cómo fue el proceso de construcción de estas vidas?
R: Aquí hay tres historias. La historia de Oliva, que es aparentemente la principal porque es la que llena más páginas, es la que puede tocarme más de cerca. Porque Oliva es una mujer blanca, española, de clase media, con más o menos la vida resuelta económicamente y con estudios y todo esto. Entonces en ese sentido era más fácil sumergirse en su diario vivir.
Pero Oliva vive un terror, una relación de maltrato que cuando empecé a escribir la novela no pensaba incluir eso. La tenía escrita como una relación un poco conflictiva, pero realmente no el conflicto que luego me vi escribiendo. Ya la empecé con la policía yendo al edificio y me salió así.
Creo que es algo que nos puede pasar a todas. Creo que más allá de la violencia física, una relación de maltrato anula la voluntad, la personalidad, aísla, y es una de las peores mordazas que creo que pueden vivirse dentro de la vida de una mujer.
A pesar de que vamos avanzando con la visibilización de la violencia de género y hay políticas que ya respaldan cosas que hace años eran impensables, creo que todavía queda muchísimo trabajo. Y con esa historia de Oliva quería poner de relieve precisamente eso, cómo funcionan los mecanismos dentro de esa cárcel que no se ve desde fuera, que tenemos completamente asumida y naturalizada, que seguimos pensando que las mujeres que están en una relación de maltrato están ahí porque de alguna forma lo quieren.

Portada de "La ciudad", De Lara Moreno. Foto: Lumen
Doble y triple discriminación
P: ¿Y con Damaris y Horía?
R: Para la historia de Damaris tuve que documentarme, especialmente con su pasado. Cuándo y por qué viene de Colombia. Por desgracia creo que tenemos muchísima documentación, ya sea porque lo hemos vivido cerca o porque lo vemos todos los días, de qué significa, de cómo funciona el trabajo de los cuidados, de cómo funciona ese trabajo de Damaris, que no es interna, pero casi.
Y también quería quería mirar todas esas mujeres generalmente migrantes, muchas muchísimas de ellas de Latinoamérica, que están haciendo ahora ese trabajo de cuidado y de trabajo del hogar que hace mucho tiempo aquí en Madrid hacía la gente del sur, de Extremadura y Andalucía. Ese trabajo para sostener la vida de otro mientras tu familia está a miles de kilómetros.
Damaris no está tan lejos de muchísimas mujeres que he tenido cerca de mi familia en Andalucía, que han vivido siempre para cuidar a otros, de una u otra manera, y que el 90% de su vida forma parte de esa máquina de sacrificio, en la que al final del día a ellas no les queda nada. Pero a Damaris se le suma el tema racial, un tema de extranjería y la falta de recursos para tener una vida de verdad, plena, independiente y con los mismos derechos que el resto de trabajadores y trabajadoras.
Y la más difícil para mí ha sido Horía. Para poder levantar a Horía me asomé a ella leyendo el montón. Ciertos medios llevan años reportando la situación laboral de casi esclavitud de esas mujeres que vienen a España con un convenio de migración circular y luego viven en unas situaciones terroríficas y de violencias. Es muy duro aquello. Y estuve también leyendo libros para tener testimonios y para hacerme un retrato lo más cercano posible a la realidad.
Los contrastes de ciudades como Madrid
P: ¿Y por qué contar Madrid desde estas historias?
R: Yo podría haber contado Madrid desde muchísimos puntos de vista. Me acerqué a hablar de la violencia que recorre la vida de estas tres mujeres porque creo que en una ciudad como Madrid, aunque esto pase evidentemente en todas partes, los contrastes y los desequilibrios se ven mucho más fuertes.
Estas tres mujeres viven en este edificio y ninguna mira a la otra. ¿Cómo nos juntamos aquí, en una ciudad tan grande, tantísimas realidades y no nos tocamos? Eso tiene también mucho que ver con el racismo y con el clasismo.
Luego no sé si esto se cuenta o no. O sea, hay muchísimo cine y literatura social y hay muchísima prensa que hace un trabajo de denuncia social y de reflejo muy grande. Pero a mí lo que sí me da la sensación con el tema de las trabajadoras del hogar, por ejemplo, es que desde los informativos se habla de una forma muy leve. Hay activistas que están hablando de esto y peleando por estos durante años, pero no es algo en lo que la sociedad tenga puesto el foco.
No miramos ahí porque si miramos nos damos cuenta de todo lo que se está haciendo mal. Y en el tema de las temporeras igual. Es un tema totalmente periférico en el orden de cada día, de la política, de las noticias, de todo. Al final son las olvidadas.
P: Y aunque su libro no es directamente una denuncia sí podría ser un espejo en el que mirarse.
R: Claro, más allá de que tuviera interés por contar las vidas de estas tres mujeres, yo lo que he intentado, sobre todo con Horía y con Damaris, es mirarlas para mirarnos a nosotras y a nosotros. Porque viendo cómo realizan su vida y qué es lo que les sucede yo nos veo a nosotros, veo el clasismo, veo el racismo. Veo toda esta máquina de explotación que es posible porque en otras latitudes hay unas carencias descomunales que permiten que la gente pueda venir a trabajar para nosotros y seguir siendo pobre. No es solo en España, el mundo occidental funciona así.
Maternidades y violencia
P: También nos muestra cómo la violencia atraviesa las maternidades y las migraciones.
R: Evidentemente cuando una mujer está en peligro sus hijos e hijas están en peligro automáticamente, eso es así. Cuando estaba escribiendo la novela en realidad no me lo plantee, pero las tres mujeres son madres, aunque de formas muy diferentes.
Si la madre está en peligro el hijo está en peligro, entre otras cosas porque se merman absolutamente sus capacidades de cuidado, de atención y de autonomía. El aislamiento provoca un montón de cosas. Independientemente de que no se esté poniendo en peligro su integridad física, si se desmorona el mundo de la madre, se desmorona el mundo de los hijos.
Las maternidades de Damaris y de Horía me parecen un dolor terrible. Tienes que dejar tu país, dejarlos a ellos, para poder alimentarlos. Creo que poco pensamos en todas esas personas que están trabajando aquí que tienen a sus hijos y a sus mayores viviendo tan lejos. Es espeluznante.