
Fotografía de Luci Cavallero. Cedida por ella
“Ni una menos, vivas, libres y desendeudadas nos queremos”
“Ni una menos, vivas, libres y desendeudadas nos queremos”, el lema impulsado por el colectivo argentino Ni una menos para reivindicar la autonomía económica de las mujeres para que puedan salir de las violencias, resume las conclusiones de la investigación llevada a cabo por las integrantes de este colectivo e investigadoras sociales de la Universidad de Buenos Aires Luci Cavallero y Verónica Gago, y que plasman en su libro “Una lectura feminista de la deuda”.
Para las autoras, el endeudamiento público y la consecuente financiarización de la vida en Argentina ha tenido y sigue teniendo serias consecuencias en la cotidianidad de los colectivos más vulnerables, motivo por el que en su libro, publicado en 2019, analizan la vinculación entre las violencias machistas y económicas que sufren las mujeres y el colectivo LGTBI, y concluyen que la autonomía económica de las mujeres pasa por el desendeudamiento, mejoras salariales y el fortalecimiento de los servicios públicos.
De hecho, “Una lectura feminista de la deuda” (Tinta Limón Ediciones) sostiene que el endeudamiento del país, que comenzó el ex presidente argentino Mauricio Macri al inicio de su legislatura en 2015, primero con acreedores privados y más tarde con una vuelta al Fondo Monetario Internacional (FMI), llevó a un mayor endeudamiento de los hogares y a un incremento de la feminización de la pobreza.
En la actualidad, si bien Cavallero explica en una entrevista con Efeminista que con la llegada a la presidencia argentina de Alberto Fernández, en 2019, se tomaron algunas medidas para rebajar el endeudamiento de los hogares, la pandemia y la guerra contra Ucrania han contribuido a que “el fenómeno del endeudamiento privado siga siendo uno de los problemas principales de los sectores populares”.
Con el objetivo de sacar de esa pobreza a las mujeres, las autoras abordan en el libro la necesidad de fortalecer los servicios públicos y alcanzar mejoras salariales para que puedan desendeudarse y no tengan que costearse la reproducción social.

Portada de “Una lectura feminista de la deuda”. Cedida por Tinta Limón Ediciones/Lucila Chiovoloni
Endeudarse para vivir
Pregunta (P).- En el libro, Verónica Gago y usted identifican que al tiempo que se da un mayor endeudamiento público del país, también aumenta la deuda en los hogares. ¿De qué manera se entrelazan ambos endeudamientos y cómo afecta a la vida de las mujeres?
Respuesta (R).- El proceso de endeudamiento externo, que termina con la vuelta al FMI, tiene ciertas condiciones. Por un lado, tiene un efecto en la caída del poder adquisitivo de salarios y subsidios, que afecta particularmente a las mujeres porque son las principales perceptoras de subsidios sociales y además quienes están más representadas en la informalidad laboral, donde más caen los ingresos.
Por otro, el modelo de austeridad que empieza a pedir el FMI hace que se baje sustancialmente la inversión social en salud y educación y se traduce, por supuesto, en mayor incremento de trabajo no remunerado en los hogares para las mujeres.
Como tercer elemento, esa deuda externa y sus condicionalidades se tradujo capilarmente en los hogares como un mandato de endeudarse para vivir. Es decir, los ingresos, alcanzando cada vez menos y subiendo la carga de trabajo no remunerado por la desinversión social, hacen que las familias y, sobre todo, las mujeres empiecen a tener que completar los ingresos con deuda. Pero no es una deuda que uno elige para festejar un cumpleaños o para irse de viaje, sino que se transforma en un mandato de endeudarse para vivir.
Feminización del endeudamiento
P.- ¿Cómo se da este proceso?
R.- Hay dos cambios cualitativos. Por un lado, está el destino de la deuda, un endeudamiento para comprar medicamentos, alimentos, bienes y servicios básicos, todos asociados a la reproducción social.
Por otro lado, una feminización del endeudamiento, porque se combina que quienes sostienen las economías domésticas en las situaciones de crisis son también quienes se ven compelidas a endeudarse. Este costo del financiamiento es mucho más alto para las mujeres de los sectores populares. Ni hablar para lesbianas, travestis y trans. El acceso al financiamiento formal (para ellas) es en algunos casos limitado.
Y, al mismo tiempo, aparece una arquitectura financiera en los barrios populares que financia a tasas de interés mayores al 200 %. A ese endeudamiento hay que ponerle género y raza. Si se es mujer de clase media de Buenos Aires, podés financiar con tu tarjeta de crédito, pero si vivís en lo que acá se llaman villas (asentamientos informales), tenés que financiarte al 200 % y además financiarte para costear la reproducción social.
Sacar del closet a la deuda
P.- Una de sus principales reivindicaciones es “sacar del closet a la deuda”, ¿qué buscan con ello?
R.- Es una consigna que tomamos de los movimientos de disidencia sexual, esa idea de volver público lo privado. Y tiene que ver con que este proceso de endeudamiento que se está metiendo en las casas y que tiene implicancias políticas muy importantes porque actúa sobre la capacidad de las personas de poder planificar su economía, vivir una vida sin estrés, sin una sujeción y una necesidad cotidiana de estar trabajando cada vez más para pagar deudas.
Ese proceso, que se estaba dando silenciosamente y que además tiene usos políticos por parte del gobierno y del capital financiero, es necesario volverlo público, es decir, poner en la agenda cuáles son las condiciones estructurales que generan que nos tengamos que endeudar para vivir.
Autonomía económica para salir de las violencias
P.- Se habla de democratización e inclusión financiera y hay microcréditos especialmente diseñados para mujeres, pero ustedes consideran que ahondan en la desigualdad. ¿Por qué?
R.- Este es otro componente de la coyuntura en la que sale el libro. Y es que el FMI en alianza con el gobierno y el G20, que se celebró en 2018 en Argentina, empiezan a promover algo que no había pasado en la historia: la idea de la inclusión financiera como manera de acceder a autonomía económica para las mujeres y la idea de la mujer emprendedora, una mujer desprovista de derechos laborales que necesita ser incluida financieramente. Ese deseo de autonomía que el movimiento feminista evidencia en las calles se contesta en clave neoliberal.
Y hay que hacerle preguntas a esa inclusión financiera: a quiénes se incluye y en qué condiciones. Generalmente, se incluye a quienes ya están endeudades de manera informal, por lo tanto, ya hay una relación con las finanzas. La discusión es en qué condiciones se las incluye. ¿Inclusión financiera acoplada de derechos laborales o inclusión financiera que no garantiza una continuidad de los ingresos y termina generando una dinamización de endeudamiento?
El sur global tiene historias muy complicadas con lo que significa la deuda en la vida de las poblaciones. Ven un negocio en los sectores más pobres, cuando antes no se veía como posible área de inversión.
El endeudamiento, una disputa por el tiempo
P.- Y, ¿ cómo se podría hacer frente a esta situación?
R.- La investigación siempre tuvo como eje, no solo hacer un diagnóstico de lo mal que estamos, sino también recoger ejes políticos. Si hay mayor oferta de productos financieros para las mujeres es porque las finanzas leen un deseo de autonomía. Pero nuestra idea fue hacer ese ejercicio de pensar una desobediencia a esta financiarización, que es lo más difícil porque la primera instancia de la desobediencia es poder ponerle cuerpo y territorio a esos procesos financieros que se reivindican abstractos, que suceden separados de los cuerpos, del trabajo.
Después, el proceso de endeudamiento implica tantas dimensiones que la desobediencia hay que pensarla de una manera amplia. Por ejemplo, si las finanzas aparecen invadiendo la reproducción social a medida que se privatizan o se dejan de ofrecer los servicios públicos, luchar por la provisión de servicios públicos, ya sea de salud, educación o servicios de cuidado, es una manera de confrontar a las finanzas, porque en tanto se recuperen esos espacios, de alguna manera, se atacan a las fuentes del endeudamiento.
Pero también la lucha por mejores ingresos, porque la depreciación continua de los ingresos también es una fuente de endeudamiento.
P.- En un contexto en el que las familias más vulnerables se endeudan para vivir, ¿ dónde quedan los vínculos de ayuda mutua?
R.- El endeudamiento es una disputa por el tiempo futuro. Es como si lo que estuviera haciendo la deuda es comprarte tiempo a futuro o quitarte la posibilidad de destinar ese tiempo a otra cosa.
Por eso también otro aspecto y dimensión de la desobediencia financiera es desfinanciarizar el tiempo de encontrar espacios que nos permitan de alguna manera formas alternativas de resolver la reproducción social sin acceder a ese endeudamiento usurario.