
Brenda Serrano participa en una campaña de concienciación contra la discriminación de personas transexuales, en Bogotá (Colombia). EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda
Estigma social y abandono, el destino de las mujeres trans de Ciudad Bolívar
A pesar de los avances en materia de derechos para el colectivo LGTBIQ+, que se van dando gracias al impulso de los movimientos sociales y al compromiso de una alcaldía diversa e inclusiva, el estigma social y el abandono es el destino de las mujeres trans de Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá, cuya expectativa de vida se reduce a 35 años.
“Maricas”, “revoltosas”, “putas” o “portadoras de VIH” son algunos de los calificativos que las mujeres transexuales acostumbran a escuchar.
Por el machismo y la transfobia de los grupos armados presentes en esa zona bogotana y de los propios oriundos, mujeres como Brenda Serrano son sistemáticamente violentadas entre palizas y amenazas en panfletos, en los que se les exige que abandonen sus casas en ese barrio, uno de los más populosos de la capital colombiana.
Residente del barrio El Espino, donde inició su transición a los 15 años, Serrano denuncia la brecha económico-social que pesa sobre quienes desean iniciar sus procesos y enfrentan dificultades para hacerlo de forma segura.
Esta falta de recursos económicos, unida al “desconocimiento” y temor a un trato denigrante por parte del personal médico, lleva a algunas de las jóvenes a automedicarse y ponerse en manos de la “cirugía de garaje” (intervenciones irregulares en lugares clandestinos) para aumentar sus pechos.
“Al no ser muy costoso, una toma eso como opción, no por vanidad sino para sentirse bien con su cuerpo, pero no te avisan de las consecuencias que pueden tener los biopolímeros en tu salud, como el cáncer”, lamenta Serrano.
Salidas laborales: peluquería o prostitución
Sobre la inclusión laboral, Serrano asegura que las únicas salidas reales para las mujeres trans son la peluquería o la prostitución, quedando a merced de la violencia de clientes, vecinos y grupos ilegales. Ella ejerció la prostitución y hoy se dedica al estilismo.
“Cuando me prostituía, había una banda, la banda del carro rojo, que cogía a las chicas, las montaba en los carros y las dejaba desnudas a las afueras de Soacha (municipio del área metropolitana de Bogotá)”, recuerda mientras habla del día en que saltó de una camioneta en marcha para evitar que la violaran cinco hombres.
“Decían que tenía que tener relaciones con todos al mismo tiempo y me negué. Me pegaron y me quitaron la peluca que llevaba mientras decían que era una vagabunda y que tenían que tratarme como tal”, rememora.
Deconstruir imaginarios
Interrogada al respecto, la alcaldesa de Ciudad Bolívar, Tatiana Piñeros, quien también es una mujer trans, precisa que “falta un trabajo de deconstruir imaginarios con las personas trans” que se preguntan “¿para qué estudio si nadie me va a contratar?”, pese a que, en la localidad, ofrecen la posibilidad de formarse en un régimen de educación flexible.
Sobre el paso de Piñeros por alcaldía, Serrano celebra que se hayan experimentado algunos avances en la medida en que se ha contratado a mujeres trans para trabajar en la institución.
“En la alcaldía tenemos mujeres trans: una de las vigilantes, la referente LGBT, otra en ambiental y otra en participación. Sin embargo, cuando voy a buscar perfiles, no se encuentran fácilmente porque no tienen el mínimo de formación general necesaria, como el bachillerato”, explica a EFE Piñeros.
Falta de confianza en la justicia
Aunque la funcionaria reconoce que durante la Presidencia de Juan Manuel Santos (2010-2018) se pusieron en marcha algunas normas en favor del colectivo LGBT, como la Ley 1482, que sanciona penalmente este tipo de discriminación, reclama la falta de una política pública que realmente reconozca “las diferentes situaciones y particularidades de las personas trans”.
Así pues, Piñeros reivindica la importancia de que en el ámbito sanitario se tenga en cuenta que las mujeres trans pueden necesitar procedimientos asociados a lo masculino y femenino, como mamografías o exámenes de próstata, pese al género que se reconozca en su documento de identidad.
En materia de seguridad, las últimas cifras divulgadas por la alcaldía hablan de una mujer trans asesinada, dos violentadas por la fuerza pública y otra desplazada por amenazas este año. Al respecto, Serrano insiste en la falta de confianza en la justicia por parte del colectivo en la medida en que sienten que “siempre le van a dar la oportunidad a la persona cis(género) y no a la trans”.
Pese a las “brigadas” de sensibilización organizadas por la alcaldía y por asociaciones como “Casa de Muñecas rosadas y azules LGBTI”, que preside Serrano, y al papel de la mesa diversa que actúa como una instancia de participación autónoma para reivindicar los derechos del colectivo, Piñeros reconoce que no es suficiente.
A Ciudad Bolívar le “falta” un tiempo para conseguir ser una localidad preparada para las mujeres trans, ya que aún siguen con los procesos de “reconciliación” en una población local muy heterogénea que debe seguir aprendiendo a convivir en paz, señala.