Erika Guevara: América Latina ha fracasado en sus intentos por prevenir la violencia de género

Cristina Bazán | Guayaquil - 21 septiembre, 2023

La lucha contra violencia de género es una de las "enormes deudas pendientes que existen materia de protección de derechos humanos" en América Latina y el Caribe, pues "todos los Estados han fracasado en sus intentos por prevenir y atender esta violencia".

Así lo asegura la exdirectora para las Américas de Amnistía Internacional, Erika Guevara Rosas, quien conversa con Efeminista días antes de dejar su cargo después de estar 10 años al frente de la oficina regional para asumir un puesto global en la misma organización y hace un balance de los avances y retrocesos que se han registrado en materia de derechos de las niñas, mujeres y personas diversas.

"Es un balance muy complejo porque enfrentamos nuevos desafíos en la agenda, sobre todo de los derechos de las mujeres, las niñas y las personas LGBTIQ+, en un ambiente global de regresiones, pero también de enormes avances en donde los movimientos sociales, y particularmente los movimientos feministas y de personas LGBTIQ+, han logrado un posicionamiento histórico que no solo empuja sus propias agendas, sino que, a través de su mirada, han logrado enormes avances en materia de derechos humanos que benefician a la humanidad en su conjunto", afirma la abogada y feminista mexicana.

El cargo que deja, relata, le permitió introducir una visión feminista en el trabajo que hace Amnistía Internacional y en la forma en la que acompaña las diversas luchas en la región.

"Han sido espacios de muchos desafíos, de entender cuál es el rol de una organización de derechos humanos en el avance significativo de las agendas feministas, cómo tener la visión feminista en todo el trabajo diverso que hacemos enfrentando múltiples desafíos y violencias y entender que hay grupos de población históricamente marginados cuyas voces han sido silenciadas también por organizaciones globales como Amnistía Internacional", menciona.

Y afirma que su trabajo como defensora de los derechos humanos no puede entenderse sin esa misma visión. "Una cosa no puede ser separada de la otra, no soy defensora por un lado y feminista por el otro, soy una feminista defensora de derechos humanos".

"Para mí eso es una fortaleza pesar de un contexto de adversidades, de violencias, de ataques en contra de un mundo justo, en donde todas las personas puedan ejercer sus derechos humanos, en donde haya espacio de inclusión para la diversidad en la humanidad y a pesar de que sé que eso conlleva un altísimo riesgo para la vida personal y comunitaria", defiende.

Los derechos humanos en América Latina

Pregunta: ¿Cómo analiza la situación de las mujeres, niñas y personas LGBTI en la región en estos últimos 10 años? 

Respuesta: Es un balance complejo porque los avances también han representado enormes riesgos para las personas defensoras, particularmente para las mujeres defensoras de los derechos humanos y las personas LGBTIQ+ que están en las líneas de frente resistiendo, en muchos casos, el embate de grupos anti-derechos, de Estados que no han cumplido con sus responsabilidades de protección y particularmente en nuestra región, que sigue atravesada por múltiples formas de violencias y por muchas regresiones a nivel político.

Uno de los temas que ilustra esa complejidad es la marea verde y estos diversos movimientos feministas colectivos que han inundado el continente y que además han traspasado las fronteras de la región para cruzar a otros hemisferios. Vemos que frente a avances en la despenalización y la legalización del aborto en países como Argentina, Colombia, México enfrentamos enormes retrocesos en países centroamericanos o en Estados Unidos con enormes regresiones que tienen un impacto global y eso habla de alguna manera de cómo los grupos anti-derechos y los Estados que se niegan a la posibilidad de proveer protección a grupos históricamente marginados utilizan estos avances como una justificación para marcar estos retrocesos que estamos viendo.

P: ¿Cuál es la lucha que más recuerda de estos 10 años?

R: Sin el ánimo de repetirlo, creo que esta marea verde nos ha demostrado un potencial y un poder inmenso, que no es que no lo esperábamos porque veíamos cómo los movimientos feministas en la región se vienen nutriendo de estas luchas de resistencia y de la necesidad de replantear su organización, utilizando desde las nuevas tecnologías para organizarse como las viejas y tradicionales estrategias de movilización a nivel comunitario.

Para Amnistía Internacional ha sido un espacio de mucho aprendizaje, una organización que hace pocos años ha modificado su propia política y posicionamiento frente a los derechos reproductivos y sexuales, en donde hemos asumido el reto de convertirnos en un movimiento de alianza, de plataforma, que brinda espacio a través de su trabajo de investigación e incidencia a estos movimientos y colectivos feministas muy diversos, algunos muy radicales en su posicionamiento que invitan a organizaciones como Amnistía Internacional a ponernos a la altura de las coyunturas históricas.

P: ¿Cómo ha sido para usted defender los derechos humanos en las Américas?

R: Lamentablemente en estos 10 años poco ha cambiado la situación que enfrentan las personas defensoras de los derechos humanos. Durante estos 10 años la región de América Latina y el Caribe se ha mantenido como la región más letal para la defensa de los derechos humanos. Es la región en donde más se asesina a personas defensoras de los derechos humanos, donde las mujeres defensoras de derechos humanos, particularmente las que luchan por la autonomía corporal y las diversidades, enfrentan los mayores riesgos diferenciados de las múltiples violencias y eso ha sido un reto importantísimo para el trabajo de Amnistía Internacional, en donde hemos asumido el compromiso de acompañar las luchas.

A pesar del contexto adverso, hoy también vemos una fuerza importantísima de comunidades, de personas defensoras de derechos humanos que continúan el avance y la resistencia y que han construido una resiliencia que hoy es modelo para el resto del mundo. Desde América Latina surgen nuevas formas de protección colectiva que están siendo replicadas en otras regiones del mundo como en el Medio Oriente, en donde, por ejemplo, la marea verde ha empezado a ocupar un espacio importantísimo, en donde se canta a coro muchas de las demandas que han hecho los movimientos desde la región. Así que por un lado el balance sigue siendo negativo en términos de su protección, en términos de la responsabilidad del Estado, pero por otro lado hay un reconocimiento mayor del rol que tienen las personas defensoras y particularmente las mujeres y las personas LGBTIQ+.

Erika Guevara-Rosas habla durante una conferencia de prensa en San Diego, California (Estados Unidos), en 2019, a metros de la valla que divide a México de California y del paso fronterizo de San Isidro. EFE/David Maung

La lucha pendiente contra la violencia de género

P: ¿Cuál es el problema más grande que enfrentan niñas y mujeres en la región?

R: Sin lugar a dudas la violencia de género sigue siendo, no solo mi opinión personal sino en el posicionamiento de Amnistía Internacional, una de las enormes deudas pendientes que existen materia de protección de derechos humanos.

Son las mujeres y las niñas las que han pagado una alta factura en sus vidas en todos los contextos de crisis, en la pandemia o en la violencia generalizada por la influencia del crimen organizado. Lo hemos visto con la feminización de la migración forzada, nuestro continente atraviesa una de las peores crisis en materia de movilidad humana forzada en todo el mundo, con más de 5.7 millones de personas venezolanas, en donde casi el 50% son mujeres y niñas que están totalmente desprotegidas en los países de acogida, sujetas al tráfico de personas, a la trata, mujeres que han sido arrojadas a la única opción que es el trabajo sexual, mujeres y niñas no cuentan con sistemas de protección en donde pueden ejercer sus derechos.

No podemos olvidar que en nuestra región el 90% de las mujeres y niñas siguen viviendo en contextos en donde se ha restringido la posibilidad de acceder a la justicia reproductiva, es decir que viven en países donde hay una prohibición absoluta del aborto o donde las restricciones para acceder al derecho a un aborto legal y seguro siguen siendo enormes y generando obstáculos tremendos para el ejercicio fundamental de derechos.

P: ¿Por qué no se ha podido disminuir el nivel de violencia contra las mujeres?

R: Mi opinión se vincula a dos factores importantes. Primero que el logro de todos los marcos legislativos globales, regionales, nacionales, los avances institucionales en materia de reconocimiento del rol de las mujeres y las agendas por la desigualdad de género han surgido de las propias iniciativas de las mujeres organizadas y movilizadas fuera de las entidades estatales.

Es decir, no ha sido el surgimiento de un compromiso de los Estados sino la presión que ejercen los movimientos sociales de mujeres y feministas en el continente y eso hace que los Estados asuman el compromiso y la obligación que todos estos marcos legislativos les imponen como una cosa aislada a su propia responsabilidad de protección.

Y un segundo factor tiene que ver con la cultura y la sociedad. Seguimos viviendo en una región con un sistema patriarcal enraizado en todas las esferas sociales de participación pública y política, en donde las mujeres siguen siendo percibidas como seres humanos con un valor menor, en donde se ha impuesto un rol y estereotipo de género que todavía cuesta romper a nivel social.

Los Estados siguen alimentando estas estructuras patriarcales que afectan desproporcionadamente a las mujeres, a las niñas, a las personas LGTBI, particularmente a las personas trans y particularmente a las mujeres trans.

Erika Guevara: La violencia sexual es endémica en el continente

P: La violencia sexual es otro grave problema que pareciera que se ha visibilizado más o se ha exacerbado tras la pandemia...

R: La violencia sexual continúa siendo uno de los enormes flagelos en estas violencias de género que se enfrentan mujeres y niñas, tanto en contextos de conflicto armado, como en el caso de Colombia, o en el caso de México, que a pesar de no tener un conflicto reconocido internacionalmente tiene índices y situaciones de violencia semejantes, o en Centroamérica con la violencia generalizada que producen las pandillas y el crimen organizado y en cualquier otro rincón de la región donde lamentablemente la violencia sexual sigue siendo un instrumento de control social.

Es importante mencionar que en esta última década la prominencia en la participación pública de las mujeres, tanto a nivel político como a nivel social, ha aumentado, pero en esa lógica también ha aumentado la violencia sexual porque pareciera que es un castigo en contra de estas voces de mujeres y de niñas que se levantan en las luchas para prevenir estas violencias.

No podemos olvidar movimientos como "Ni una menos" o "Ni una más" en contextos en donde son los movimientos de mujeres los que están levantando la voz.

Nuestra región ocupa de manera nefasta los primeros lugares con respecto a la violencia sexual en contra de niñas y por ende los embarazos forzosos en contra de niñas. Hay que decir que los embarazos de niñas son producto de la violencia sexual en lugares donde las leyes y normas han quedado limitadas a la respuesta de estos índices enormes que existen. Hay una mezcla de castigo frente a los avances, pero también la falencia de los Estados por asumir que la violencia sexual es endémica en todo el continente.

P: ¿Un liderazgo y compromiso real desde los Estados provocaría un avance más rápido en esta lucha?

R: Sin lugar a dudas. El rol que jugamos las personas defensoras de derechos humanos tiene que ser visto desde dos enfoques. Uno es que tiene que haber un monitoreo social de una sociedad organizada, que exige la rendición de cuentas de los Estados y otra, y muy importante, es que las personas defensoras existen porque reemplazan las responsabilidades del Estado, porque los Estados no están cumpliendo con sus obligaciones y compromisos locales e internacionales en materia de derechos humanos.

Entonces en la medida en que no haya un verdadero compromiso y una voluntad política por parte de los Estados de hacer partícipes a las personas defensoras en el diseño del futuro que todos aspiramos, en donde la dignidad, el ejercicio de derechos humanos en contextos de equidad sean una realidad, seguiremos en modo resistencia y no en modo avance.

Erika Guevara Rosas participa en 2022 en la presentación de un informe de violaciones a derechos humanos durante el régimen de excepción, en San Salvador (El Salvador). EFE/ Rodrigo Sura

P: Ahora asume un puesto global, ¿qué aprendizajes de América Latina puede poner en práctica a nivel mundial?

R: El desafío de asumir un rol global en medio de un contexto de múltiples problemas que enfrentamos supone una mirada y un planteamiento de soluciones y yo creo que estoy bien posicionada en ese sentido con las experiencias en América Latina y el Caribe.

Creo que nuestra región continúa siendo un semillero de modelos alternativos, un semillero de movimientos espontáneos tanto de protesta como de nuevos movimientos que están posicionando temas como el de la lucha antirracista, que surge de un movimiento espontáneo como el Black Lives Matter, que se posiciona y se fortalece a nivel mundial como un ejemplo de lo que nuestra región puede brindarle al mundo.

Otro ejemplo es la resistencia de los colectivos feministas, que a pesar de este contexto patriarcal han logrado avances que no podíamos ni imaginar en años recientes y eso no sólo es un aprendizaje que puedo incorporar en la mirada global, es una obligación que tengo, es una obligación como latinoamericana, como una defensora de los derechos humanos y feminista que surge, que florece en esta región del mundo. 

P: ¿Cuáles son los retos que enfrenta la región para los próximos años?

R: Los retos son múltiples. Estamos enfrentando un contexto de alto ataque a la concepción de la universalidad de los derechos humanos, estamos enfrentando un contexto de regresiones en donde grupos anti-derechos que han coaptado espacios estatales imponen reglas del juego que violentan la dignidad y la posibilidad de una vida en el ejercicio de derechos humanos de un altísimo porcentaje de la población en el mundo y particularmente en nuestra región.

El reto principal es garantizar esos espacios de organización social, esa apertura del espacio cívico en donde las personas participan de manera activa en la toma de decisiones sobre el futuro de sus pueblos, pero muy específicamente está el desafío de enfrentar las múltiples violencias que cruzan a nuestro continente y garantizar que las desigualdades a todo nivel, no solo las económicas y sociales, sino en acceso a la justicia puedan ser una realidad para todo el continente.



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