
EFE/Ismael Herrero
Sin la brecha laboral, la riqueza per cápita aumentaría un 9,2 % en la OCDE
La riqueza per cápita aumentaría un 9,2 % en la OCDE para 2060 si la brecha laboral de género se superara y se equiparara la contribución de las mujeres a la de los hombres, según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
La OCDE calcula que reducir simultáneamente las diferencias en la tasa de actividad y en el tiempo de trabajo podría aumentar el producto interior bruto (PIB) en 0,23 puntos porcentuales anuales de media.
Las diferencias de crecimiento potencial entre los 38 países miembros son muy notables y dependen sobre todo de la situación de partida. Es decir, que los que tienen más margen de progresión son aquellos en los que la brecha de género en el mercado de trabajo es mayor. Este es el caso de México, Costa Rica, Turquía y Colombia.
Anular la brecha en la tasa de actividad y en el tiempo de trabajo que hay entre hombres y mujeres en México, le permitiría incrementar la producción anual en 0,52 puntos porcentuales, lo que daría un 22 % de PIB per cápita más en 2060.
El aumento sería de 0,48 puntos anuales para Costa Rica, 0,43 para Turquía y 0,41 para Colombia, lo que se traduciría en incrementos de entre el 17 % y el 20 % para esos tres países en 40 años.
La mejora de la riqueza por habitante también sería significativa en Chile (alrededor del 9,5 % en el horizonte de 2060) y algo menor en España (en torno al 8 %).
Los países con menor potencial serían Eslovenia, Letonia y Lituania, con una progresión anual que se estima entre 0,06 y 0,08 puntos porcentuales, y un alza del PIB por habitante del 2-3 % para 2060.
Feminización de trabajos no remunerados
Los autores del informe constatan que las desigualdades de género persisten en todos los aspectos de la vida social y económica. Así por ejemplo, “las mujeres siguen dedicando una parte desproporcionada de su tiempo a tareas familiares y domésticas no remuneradas. Lo que compromete su presencia en el mercado de trabajo, sobre todo cuando tienen hijos”.
La consecuencia directa es que dedican de media en la OCDE 5,3 horas menos al trabajo remunerado que los hombres, con datos de 2021. Aunque esa diferencia se ha reducido en los últimos años (eran 6,5 horas en 2010).
La OCDE explica que, más allá de una tasa de empleo más débil y menos tiempo de trabajo remunerado, las mujeres sufren “una fuerte segregación” en el mercado laboral y una serie de “techos de cristal” que se traducen en menos de remuneraciones durante la vida activa, pero también una vez que llega la jubilación.
Recuerda que en el terreno de la educación, las cosas han evolucionado mucho en los últimos años, de forma que en el grupo de personas de 25 a 34 años, un 53 % de las mujeres tenían en 2021 un título universitario, frente al 41 % de los hombres.
Pero las mujeres son menos susceptibles de realizar estudios de ingeniería, de matemáticas o de informática y se dirigen más al comercio, a la Administración, a la sanidad y a la acción social. Y al final acaban trabajando en sectores muy feminizados que ofrecen sueldos más bajos.
Pocos progresos en los puestos directivos
Las cuotas para los consejos de administración de las empresas que cotizan en bolsa que se han impuesto en muchos países han ayudado a que el porcentaje de mujeres haya subido del 21 % en 2016 al 28 % en 2021. La progresión ha sido menor en los puestos de dirección, que en ese mismo periodo han pasado del 31,1 % al 33,7 %.
Los autores del informe avisan de que el coronavirus ha progresado algunos avances de la mujer, en términos de igualdad, en particular en lo que se refiere a la violencia sexista.
Además, fueron las mujeres las que más asumieron el incremento de tareas de cuidados familiares y domésticos no remunerados durante los periodos de confinamiento.También hacen notar que con los problemas actuales de inflación y de reducción del poder adquisitivo, las políticas tienen que tener en cuenta la situación específica de las mujeres, que están más expuestas a verse penalizadas por las consecuencias como la precariedad energética en razón de la brecha de ingresos y de ahorro.