Izaskun Zuazu, premio Cecilia Castaño 2022

Izaskun Zuazu, investigadora del Instituto de Socioeconomía de la Universidad de Duisburg-Essen (Alemania), ganadora del premio Cecilia Castaño, por su investigación sobre las causas que se esconden detrás de la segregación por sexos en la educación superior. Cedida por ella

Izaskun Zuazu reivindica “más mujeres en STEM y más hombres en Magisterio infantil”

Ane Amondarain | Madrid - 11 febrero, 2023

La investigadora en Economía y ganadora del Premio Cecilia Castaño, Izaskun Zuazu, considera que para revertir la escasa presencia de mujeres en carreras y puestos laborales STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) hay que invertir más en políticas públicas de conciliación y centrarse en etapas tempranas de la educación con el objetivo de que “haya más mujeres en STEM, pero también, más hombres en Magisterio infantil”.

“No va a haber una igualdad de género real si solo nos enfocamos en que las mujeres están eligiendo mal”, asevera Zuazu en una entrevista con Efeminista, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se conmemora el 11 de febrero.

Izaskun Zuazu (Tudela, Navarra, 1984), investigadora del Instituto de Socioeconomía de la Universidad de Duisburg-Essen (Alemania), ha ganado el Premio Cecilia Castaño por su investigación sobre las causas que se esconden detrás de la segregación por sexos en la educación universitaria en países pertenecientes a la OCDE.

Con el objetivo de promover la igualdad de género en las disciplinas STEM y en las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), el grupo de investigación Género y TIC de la Universitat Oberta de Catalunya ha celebrado la primera edición del Premio Cecilia Castaño, un galardón que reconoce los mejores trabajos de investigación sobre la desigualdad de género en estas disciplinas.

La premiada investigación de Zuazu, que recoge datos hasta 2012, señala los valores culturales, los estereotipos de género y la religión como fenómenos que influyen en la elección de los estudios superiores. Pero, sobre todo, reflexiona sobre la brecha existente entre lo que las jóvenes estudian y su posterior inserción en el mercado laboral.

Porque como declara Zuazu, paradójicamente, en los países donde hay más mujeres estudiando carreras técnicas, como es el caso de España, Arabia Saudí o Turquía, su inserción laboral es menor.

“Pero lo que mi artículo más o menos concluye es que el tipo de educación que nos dan desde que somos pequeñas, en concreto, en el instituto, es clave en la percepción que acabamos formando de nosotras mismas”, confiesa la investigadora.

“La distribución del conocimiento ya viene sesgada”

Pregunta (P): En la investigación por la que se ha hecho con el Premio Cecilia Castaño analiza la separación por sexos en la educación superior en países de la OCDE. ¿Cómo comenzó a interesarse por este fenómeno?

Respuesta (R): Hice un curso sobre escritura académica en Economía feminista y en ese momento se hablaba mucho sobre cómo la austeridad (política económica basada en la reducción del gasto público que se impuso en muchos países tras la Gran Recesión de 2008) estaba afectando de manera diferente a hombres y mujeres, porque estamos en diferentes tipos de trabajo y sectores del mercado laboral. Pensé que uno de los factores por los que vamos a diferentes sectores dentro de la economía es porque estudiamos carreras distintas.

División tradicional del trabajo por género

P: ¿Cuáles son las principales áreas del conocimiento en las que más ha detectado esta segregación por sexos?

R: Antes de nada, la manera de diseccionar la educación en diferentes ámbitos viene dada por instituciones internacionales como la UNESCO, que es la que dicta qué tipo de educación es reglada, y la manera en la que distribuimos el conocimiento ya viene sesgada.

Por ejemplo, después de 1950, la UNESCO lanzó una directriz en la que señalaba que se deberían incorporar más mujeres a las carreras universitarias y que crearían grados, como el de Magisterio, para que pudieran explotar las aptitudes femeninas. La UNESCO, que es una de las principales instituciones que gobierna la educación a nivel mundial, ya tiene un componente totalmente sesgado. Está asumiendo que hay aptitudes femeninas y masculinas. Se da por supuesto que hay una diferencia de género.

Lo que observamos en el 2023 es que la ingeniería está dominada por hombres y cada vez hay más mujeres en la salud. Esto revierte en la división tradicional del trabajo por género. Porque la educación y la salud están relacionadas con el cuidado, que de manera tradicional se ha asociado a las mujeres, con una mayor sensibilidad y mejores aptitudes para ello. Y a los hombres se les ha vinculado con el pensamiento técnico, que son las ingenierías y las matemáticas.

Así es que no es casual lo que vemos en la educación terciaria incluso en países con supuestos niveles de igualdad de género muy altos, como Suecia o Dinamarca. No es casual que se vea de nuevo esa división tradicional del trabajo por género, a pesar de que a priori podamos decir que esas mujeres tienen total libertad para elegir su carrera, al igual que los hombres también podrían elegir hacer Magisterio infantil.

Códigos y normas de género

P: Si, como comenta, realmente podemos considerar que hoy, en 2023, las personas tienen la libertad de escoger carreras y estudios superiores. ¿Cuáles son las causas que nos llevan a la segregación?

R: Las preferencias y las libertades que tenemos vienen moldeadas por el proceso de socialización, no solo a la hora de elegir la carrera, sino antes, a los 15 años cuando se enseña Física, Química o Matemáticas en el Instituto. O a los 10 años cuando se dice, por ejemplo, que un niño saca muy buenas notas en Matemáticas porque es muy listo y una niña, porque es muy trabajadora.

Pero es que ya desde antes de nacer, la sociedad nos asigna un género. Y hay diferentes códigos y normas de género que a medida que vamos socializándonos vamos aprendiendo. Eso nos lleva a que tengamos diferentes preferencias.

Y esto sin contemplar que el género es algo fluido. Es imposible romper esto (la división sexual) cuando sólo tienes datos para hombres y mujeres. No tenemos datos sobre qué tipo de carreras eligen las personas trans, las lesbianas, los gays o gente con género fluido.

La influencia de la religión

P: En su estudio analiza, concretamente, cómo los valores culturales y la religión intervienen en la segregación. ¿Cómo operan estas variables?

R: La religión y la cultura son parte de la misma identidad dentro de un país. Me di cuenta de que a pesar de que a priori podamos pensar que cuanto más religioso sea un país menos igualdad de género se dará en la educación terciaria, es en los países más religiosos donde dentro del sistema terciario hay más igualdad. Es decir, hay más mujeres en ingeniería o más mujeres en matemáticas.

La cuestión es hasta qué punto hay una correlación entre lo que estudias y en lo que luego vas a trabajar. Por ejemplo, en Turquía (país muy religioso de la OCDE), la tasa de actividad de las mujeres es mucho menor que en países nórdicos.

Pero, al margen de la religión, que por supuesto, uno de los resultados más importantes del estudio son las aptitudes en cuanto a las matemáticas.

Mayor ansiedad en mujeres por las matemáticas

P: ¿Qué es lo que ha descubierto sobre la percepción de las matemáticas según el sexo?

R: Como he dicho antes, lo que observamos en el mercado laboral es la consecuencia de lo que sucede mucho antes en nuestras vidas, en nuestra carrera educacional. Y me fijé en las matemáticas para analizar si en aquellos países más religiosos había más diferencias de género en la ansiedad que les produce a las y los adolescentes hacer un examen de esta materia.

En países más religiosos esa brecha de género es menor. Sin embargo, en España y, sobre todo, en países escandinavos, las mujeres tienen mucha más ansiedad hacia las matemáticas que los hombres. Y es porque estamos compitiendo por los mismos puestos de trabajo.

Si desde pequeña nos han estado diciendo que somos buenas porque somos muy trabajadoras y a ellos porque son muy listos, obviamente empezamos desde un punto de partida diferente, tenemos un nivel de autopercepción diferente y esto nos va a hacer que nos pongamos más nerviosas a la hora de hacer un examen.

Menor presencia en el mercado laboral

P: ¿Se diferencia en algún aspecto España de los países escandinavos, que tienen un mayor índice de igualdad de género?

R: En el caso de España, por ejemplo, hay más ingenieras que en Suecia en base a los datos de la OCDE hasta 2012. Lo que choca es que allá donde hay más presencia de mujeres en carreras que luego van a llevar a puestos muy buenos, con un mayor salario, como por ejemplo las matemáticas, luego las mujeres no son tan activas como en los países escandinavos.

Nos dejan entrar, hacer las carreras, pero no competimos con los hombres porque vamos a tener trabajos de media jornada al no haber suficientes políticas para la familia, para poder conciliar.

Ahí está la dicotomía. Allá donde vemos mayor igualdad en la educación terciaria —en Turquía, España e Italia— es donde luego, curiosamente, en el mercado laboral no participamos de la misma manera que en otros países de la OCDE.

Políticas educativas y de conciliación

P: Sostiene que esta observación es particularmente desconcertante dado que muchos países occidentales están apostando por acciones afirmativas, políticas contra la discriminación y luchando por la igualdad de género. ¿Cómo se podría actuar para revertir esta situación?

R: Dentro de las soluciones, por supuesto, estarían las políticas de la familia que abogan por una distribución igualitaria de las responsabilidades familiares y del cuidado. Pero para cuando tenemos hijos ya es tarde, porque nuestras preferencias ya han sido moldeadas. En el sentido de que la mujer quiere de una mayor manera tener hijos y cuidarlos, ser menos ambiciosa en el trabajo o menos hábil a la hora de competir por los salarios. Nos han enseñado a no ser tan agresivas, a no exigir tanto.

Pero lo que mi artículo más o menos concluye es que el tipo de educación que nos dan desde que somos pequeñas, en concreto, en el Instituto, es clave en la percepción que acabamos formando de nosotras mismas.

Hay que hacer que haya más mujeres en STEM, pero también que haya más hombres en Magisterio infantil. No va a haber una igualdad de género real si solo nos enfocamos en que las mujeres están eligiendo mal. Los hombres también están eligiendo mal. Para que haya una igualdad de género y una distribución igualitaria de las tareas que hacemos, ya sea en el mercado laboral como en casa, hace falta ver a más hombres en una escuela de 0 a 3 años.