
Portada del libro "La Conejera" de Tess Gunty.
Tess Gunty explora el consentimiento en las relaciones de poder en “La Conejera”
A la escritora estadounidense Tess Gunty le interesaba examinar o ir más allá del consentimiento como el punto final de la ecuación en una relación de poder sexo-afectiva en su reciente novela “La Conejera”, con la que ha ganado el premio literario más importante de Estados Unidos, el National Book Award.
“Me interesaba mucho explorar el abuso de poder”, asegura Gunty en una rueda de prensa en la que ha estado presente Efeminista, en referencia a una breve relación que tuvo la protagonista de su novela, Blandine Watkins, cuando tenía 17 años, con su profesor de música, 25 años mayor que ella.
En “La Conejera” (Sexto Piso), Gunty narra la historia de Watkins, una joven de 18 años que convive con otros tres chicos huérfanos, como ella. Pese a sus excelentes calificaciones y oportunidades para ingresar a una carrera universitaria no terminó la secundaria. Decidió abandonar el colegio después del fracaso de esa desequilibrada relación con su profesor.
“En este caso, aunque obviamente está mal que un profesor se enrolle con una alumna de 17 años, lo complejo de esta situación y lo que me atrajo es que ambas partes dieron su consentimiento. Esto era algo que ella quería, ella percibía que lo había elegido, pero tuvo unas consecuencias catastróficas de un modo que nunca pudo anticipar y este tipo de dinámicas me interesaban muchísimo. Hay muchas más cartas sobre la mesa, no solo el consentimiento, que entran en acción cuando pensamos en la ética de una relación concreta”, afirma.
La autora, que con 3o años es la ganadora más joven del National Book Award desde 1960, cuenta que escribió una versión del capítulo de esa relación antes de la explosión del #MeToo, en 2018, y después de eso volvió a revisar su texto y lo miró “de forma más crítica”.
“La Conejera”, de Tess Gunty
La Conejera es una novela coral con muchas historias que en el centro tiene una de amor y de desamor. Alrededor de Blandine Watkins giran las vidas de los peculiares vecinos del bloque de apartamentos que lleva el mismo nombre que el libro, todos ellos atravesados por la soledad y la incomunicación y cuyas historias, sin embargo, están a punto de entrelazarse.
Ambientada en Vacca Vale, una ciudad ficticia en el estado de Indiana, Estados Unidos, la novela sigue a un grupo de personajes durante tres días muy calurosos de un verano que terminan con una escena de un crimen. La mayoría de estos personajes, reflejo de la sociedad estadounidense, viven en el complejo de viviendas pobres y decadentes.
De manera inesperada, los compañeros de apartamento de Watkins se enamoran de ella y su belleza desemboca en un exceso de atención que también ha querido analizar la autora.
“Me interesaba mucho explorar este mito de que la belleza es la moneda más valiosa que puede tener una mujer joven, porque así nos crían. Este mensaje lo recibimos de las leyendas, de los allegados, de las interacciones sociales, de la publicidad. Nos dicen que la belleza es la moneda a la que debes aspirar porque te va a dar movilidad económica, te va a dar facilidad social. Te va a dar afecto, deseo, amor, todo lo que todo humano desea”, afirma Gunty.
A medida que fue creciendo, recuerda la escritora, se dio cuenta de que, como toda moneda, refuerza las dinámicas de poder existentes. “Es decir que reduce o minimiza el resto de valores que puede tener una mujer: su vida intelectual, minimiza su activismo, su curiosidad, su individualidad, su independencia. Así que lo que quería era desbancar este mito”.
Así que le dio al personaje principal toda esa atención, pero para mostrar que esto podía ser dañino y peligroso para ella. “Es decir, que esta atención no era para nada un pasaporte a la vida que ella anhela, la libertad que busca, al revés, la tiene bastante confinada y la hace extremadamente vulnerable”.
Los personajes de “La Conejera”
Tess Gunty admite que Blandine Watkins “era la heroína” que ella quería ver en la literatura. “Yo quería ver a una joven que no se quería definir más que por su cerebro, su activismo, su curiosidad, su talento y todas las presiones que padecía y también en la ciudad donde vivía, quería perfilarla, pero ella es muy contestataria y lo rechaza. Yo creo que es una novela sobre una joven que insiste en ser la protagonista de su propia vida”.
Cree que es muy importante escribir personajes femeninos que cuestionen de forma activa e interroguen los conceptos preconcebidos “de qué significa ser una mujer joven y lo que tienen a su alcance”.
“Yo crecí, por ejemplo, en una familia del medio oeste muy patriarcal. La sociedad, muy católica, y la gestión del poder con sesgo de género siempre estuvo muy visible y esto siempre lo he querido investigar. Me gusta escribir sobre mujeres independientes e intelectuales. Yo escribo, me invento mujeres que se dedican a la curiosidad y al activismo”, agrega.
Con respecto a los personajes masculinos, a la autora le interesaba desarrollar cómo se socializa la masculinidad. “Porque es dañina para los hombres, les limita, les restringe las posibilidades”.
“Y también me gustaba explorar esas fuerzas que están en acción ahí. Esta limitación de su vocabulario emocional les corta las alas y también tiene consecuencias y eso siempre me ha interesado. Pero también es importante, independientemente del sexo de mis personajes, mostrar la humanidad de ellos, no me interesa condenar a nadie lo que me interesa es ver qué fuerzas los llevan a hacer lo que hacen”, concluye.