Martine Delvaux Boys club

Portada del libro "Los boys club", de Martine Delvaux.

Martine Delvaux radiografía en “Los boys club” a los grupos de hombres que controlan el mundo

Cristina Bazán | Guayaquil - 22 marzo, 2023

El mundo está dominado por hombres. Se ve todos los días con la ausencia de mujeres en puestos de poder y en cumbres y reuniones locales e internacionales en las que se toman las decisiones, y se ve también en la cotidianidad de las mujeres que luchan desde su hogar, sus trabajos y sus comunidades contra un sistema patriarcal que las oprime, violenta y discrimina.

Pero el mundo tampoco es de todos ellos, pertenece a ciertos grupos de hombres. “Una categoría específica de hombres: la de los elegidos, los escogidos. Blancos, heterosexuales, con alto nivel educativo y económico… en definitiva, de buena cuna”. Ellos son los que, a decir de la novelista y ensayista canadiense Martine Delvaux, que habla con Efeminista, “controlan el mundo y batallan cada día para que la igualdad real sea una utopía”.

Así lo explica la autora en nuevo libro, “Los boys club” (Península, 2023), un ensayo en el que radiografía a estos grupos de hombres. Los pone en evidencia con el objetivo de que las personas sepan quiénes son, cómo actúan y qué hilos mueven para mantener intacto su status quo opresor. Pero, sobre todo, pone el foco en esa “camaradería masculina que ordena nuestro mundo de mil maneras tan evidentes como disimuladas”.

En una entrevista con Efeminista, la autora explica que todo nació después de la publicación de su libro “Chicas en serie”, en el que ponía sobre la mesa el estereotipo de mujer que sigue siendo referencia en la sociedad, un prototipo de “mujeres-objeto”, “decorativas”, que provoca que se descarte a todas las que no se parezcan a eso.

“Las periodistas me decían: ‘¿Pero qué pasa con los hombres? Los hombres también se visten igual y también tienen uniformes’, y yo siempre respondía: ‘Pero los hombres lo hacen en nombre del poder. No es lo mismo. Lo hacen mientras actúan para una religión o para un gobierno o para ellos mismos por dinero, pero para obtener poder, mientras que las mujeres son ornamentales’ y esto me hizo pensar en el boys club”, recuerda.

Sin embargo, ella no quería escribir el libro, pues estaba cansada de que se ponga “a los hombres en el centro de todo”. “Pero tuve que escribirlo para demostrar que tenía razón al decir que todos son iguales, pero que la estructura es completamente diferente. La sociedad se basa en las mujeres para el trabajo de todo lo que es invisible y, sin embargo, estamos gobernados por estos clubes de hombres que hemos dejado de ver, pero que están en todas partes”.

“Los boys club”, de Martine Delvaux

En “Los boys club”, Martine Delvaux explica que por mucho esfuerzo que se ponga para convencer de que el mundo es un terreno de juego igualitario en el que todos y todas son libres, “no es así. Este es un mundo de los hombres”. “Un mundo dominado por grupos de hombres, es decir, por grupos formados por determinados hombres que deciden entre ellos de qué modo debe gestionarse”.

“El boys club es un estrecho grupo de amigos-hombres que se protegen entre sí. Se trata de una organización no mixta que se muestra como tal: la Iglesia católica, por ejemplo, y el Vaticano, de una forma más particular; o el Ejército”, describe la autora en el libro. También pone como ejemplo a Donald Trump y a los grupos de hombres que se juntan para defender a violadores y agresores de mujeres o para ejercer presión política en contra del aborto.

El grupo de hombres está presente “en el patio del colegio de la vida, se ha quedado con todo: con el poder, con el dinero, con el reconocimiento, con la libertad”, dice en su libro la pensadora feminista.

“Yo he decidido radiografiarlo, poniendo en relieve una serie de características que permiten identificarlo, para restar brillo a su aura, para arrebatarle un poco su magnificencia. Y, sobre todo, para ponerle palos en las ruedas. Para hacerle la vida un pelín más difícil a los boys club y evitar así que pase desapercibido”, agrega.

Pero también para que las mujeres se den cuenta cómo maniobran en este mundo para adueñarse de él, “pasando por encima de nosotras. A costa de nuestras vidas”. La violencia feminicida y el rechazo al aborto son pruebas de ello.

Por eso, escribe, negarse a denunciar al club de hombres “y a socavar la estructura desde cuya cima reina significa defender el mundo tal y como es hoy y pensar que debe seguir siendo así”. Algo que ya han rechazado las millones de mujeres que, alrededor del mundo, han decidido alzar la voz y denunciar las violencias sexuales que habían sufrido por medio de movimientos como el #MeToo o #TimesUp.

“El silencio se ha acabado, llevamos años gritando y ya no volveremos a callarnos”, escribe Delvaux.

“La dominación masculina está arraigada”

Si bien los boys club están conformados por hombres adultos y con mucho dinero, la filosofía de estos grupos se ha asentado también en los jóvenes, quienes reproducen el discurso misógino, niegan la violencia machista y repiten los patrones.

Algo que la autora canadiense atribuye a una lenta transformación de una sociedad dominada por ellos desde el inicio. “Lleva mucho tiempo desaprender algo que hemos aprendido. Es como si estuviera en nuestro ADN”.

“Está cambiando, pero es un cambio muy lento y la distribución del poder sigue siendo de arriba hacia abajo. Todavía es jerárquico y todavía está con hombres y hombres blancos en la parte superior. Por donde quiera que lo miremos. Para que eso cambie, los propios hombres tienen que dejar de querer el poder. ¿Y cómo dejar de querer el poder? Es muy difícil de imaginar”, afirma.

Delvaux pone como ejemplo de ese lento cambio que se está produciendo en la sociedad a los amigos de su hija, de 20 años. “Es una muestra pequeña; pero no son binarios. Están rechazando la masculinidad tóxica. Son conscientes de ello cuando lo hacen. No es la mayoría, pero sí creo que poco a poco las cosas irán cambiando”, recalca.

Si las cosas no cambian, advierte, “moriremos”. “Lo que está pasando ahora es una extinción masiva y el club de hombres está conectado con lo que está pasando a nivel climático”.

“Vemos el último G7, G20… es sorprendente cómo sólo hay un punto de vista masculino sobre el mundo- continúa-, pero ¿quién realmente está cuidando? La pandemia demostró que son las mujeres las que realizan la mayor cantidad del cuidado en este planeta y si los hombres no entienden sobre el cuidado, ¿cómo pueden salvar el planeta?”, se pregunta.

Rehacer el sistema

Entonces, para acabar con este sistema de vida no solo las mujeres tienen que entrar a los círculos de poder y tener poder, sino que deben cambiarlo y evitar convertirse en un “Girls club”.

“Las mujeres entran en política, pero esta estructura sigue siendo patriarcal. Se les pide que entren en una estructura sin cambiar la estructura. Creo que algunas mujeres lo intentan. Creo que la primera ministra de Nueva Zelanda intentó hacerlo y ahora se va porque está exhausta. Es agotador que eso suceda. Es como si fuera un enigma, pero tendría que haber más mujeres. No podemos hacer esto solas. ¿Puede una mujer que entra en un parlamento formado por hombres cambiar algo? Es imposible. Eso no sucederá”, reflexiona.

Así que, cree, hay que imaginar diferentes mapas electorales, “tenemos que imaginar diferentes formas de ir consiguiendo candidatas para las elecciones. Todo necesita ser repensado. Por eso es tan complicado”.

Delvaux sostiene que la sociedad y en específico quienes luchan por la participación igualitaria deben ser autocríticos con este tema. “¿Cuánto tiempo las mujeres se quedan adentro? ¿De qué estado son? ¿Realmente tienen voz? ¿Hay hombres detrás de ellas que realmente hablan por ellas? Y cuando se van, ¿por qué se van? ¿Es ese ambiente acogedor para las mujeres?”.

“¿El mundo político está abierto a diferentes horarios? ¿Está bien el mundo político con las mujeres diciendo: ‘a las 6 p.m. me voy de aquí, tengo que irme a casa y estar con las personas que amo’? Si ese no es el caso, entonces simplemente estamos reproduciendo el mismo sistema y estamos expulsando a quienes no quieren seguir ese patrón”, concluye.