
El auge de los libros escritos por mujeres, más allá de tópicos y guetos
Una chica que aún no ha dejado atrás la veintena irrumpe en una céntrica librería madrileña. Viene con su madre y es ésta la que pregunta al librero por el libro que quieren: “Una habitación propia”, de Virgina Woolf, que está en la planta superior. La joven se precipita a las escaleras que crujen por sus pisadas y las de su acompañante. Tras encontrar el libro en una de las mesas, va hacia la caja ojeando las primeras páginas de la obra.
Esta es una escena cada vez más común en pequeñas y grandes librerías de todo el país. Las obras firmadas por mujeres están ganando más peso y visibilidad en las estanterías, tanto comerciales como domésticas.
Editores, escritoras y libreros coinciden: es un buen momento para la literatura mal llamada femenina. Sin embargo, aún mantiene esa consideración de excepcionalidad, de gueto, lejos de la normalización de las autoras y sus libros.
“Siempre ha habido mujeres que escriben, pero lo que pasaba es que no nos querían mirar”, dice Cristina López Barrio (Madrid, 1970), autora de la novela “Niebla en Tánger”, finalista del Premio Planeta en 2017.
Las mujeres leemos más libros que los hombres
Reyes Calderón (Valladolid, 1961), autora de la saga de novela negra protagonizada por la jueza MacHor, coincide con López Barrio en que esta producción literaria “no es un fenómeno reciente. Siempre ha habido escritoras, pero ahora nos hemos decidido a publicar porque antes era muy difícil para nosotras dar esos últimos pasos”, afirma a Efe.

Reyes Calderón
“Las mujeres, estadísticamente, leen más que los hombres”. Así lo afirma con rotundidad Ignacio Tolnado, director del Departamento de Libros de FNAC España desde su central en Madrid, y esta demanda tenía que tener su reflejo en la oferta. Calderón coincide: “Proporcionalmente hay más mujeres que leen y, por lo tanto, tenía que haber más mujeres que escriben”.
Al aumento de la visibilidad y consumo de estas obras han contribuido diferentes fenómenos. El primero, según Andrea Toribio, librera de La Central ubicada en la madrileña plaza de Callao, es el alto nivel de producción de las autoras actuales y el riesgo que asumen. “Ellas, en la lengua que sea, están haciendo literatura más experimental que los hombres. Están construyendo discursos periféricos muy interesantes”, dice mirando de reojo los volúmenes que ha terminado de colocar en una balda.
El otro factor que enumera Toribio es la revisión y rescate de obras escritas en los años treinta, cuarenta y cincuenta del pasado siglo: “Hablamos de Elisabeth Mulder, Elena Fortún, Carmen Martín Gaite, etc… A las que se acercan, sobre todo mujeres, pero también muchos hombres”, afirma.
Los movimientos feministas y su proyección en las redes sociales han jugado un papel importante en este auge, en opinión de Tolnado, de la FNAC. Por un lado, estas plataformas han servido de trampolín a nuevas firmas femeninas y, por otro, han propiciado el descubrimiento, recomendación y difusión de títulos y autoras.
Algunas librerías han impulsado la visibilidad y normalización de obras escritas por mujeres y sobre mujeres, como en el caso de los establecimientos de La Central. Los libreros recomiendan de manera periódica diferentes títulos y destacan otros coincidiendo con diferentes jornadas y festividades. Entre ellos, hay un número alto de autoría femenina.
También en la sección infantil, el lector puede encontrar una mesa dedicada exclusivamente a mujeres silenciadas en la historia o a personalidades de carácter feminista con un formato apto para los más y las más jóvenes.
En otras librerías, el aumento del peso de las autoras viene dado por la demanda. Es el caso de la FNAC, donde no hay espacios dedicados exclusivamente a mujeres escritoras, o campañas de recomendación de obras. Aunque sí cuentan con una sección de ensayo feminista.
La evolución de la sociedad
Elif Shafak (Estrasburgo, 1971), escritora de origen turco que recibió en 2010 la Orden de las Artes y las Letras de Francia, escribió que los escritores son tratados primero como escritores y luego como hombres. En el caso de la mujer, aseguró, es al contrario. Primero se es mujer y luego escritora.
Aún no se ha superado la tendencia a circunscribir las obras con autoría femenina a una categoría aparte.
“Yo me pregunto ¿hay literatura masculina? No, no la hay. Todavía existe esa idea de que cuando una mujer escribe un libro inmediatamente se convierte en algo para mujeres”, lamenta Cristina López Barrio.

Cristina López Barrio
“Los hombres pueden tocar cualquier tema sin que se les asigne una etiqueta. García Márquez escribe sobre el amor y nadie cree que es un libro ‘femenino’. Pero si lo hace una mujer, se convierte en algo ‘rosa’”, explica.
“Si eres mujer y tu protagonista también, lo llaman ‘literatura femenina’, pero si lo escribe un hombre, no. Como, por ejemplo, “Cinco horas con Mario”, de Miguel Delibes. Nadie lo catalogaría como un libro para mujeres”, añade esta autora que escribió “La casa de los amores imposibles”, traducida a quince lenguas.
Reyes Calderón cree que aún se deben superar ciertos roles de género enquistados en el mundo literario. “Yo entiendo que las mujeres tenemos una forma diferente de mirar que los hombres, pero eso no tiene que ver con la temática de la novela. No entiendo por qué yo solo puedo escribir sobre temas mal llamados femeninos. Escribo novela negra y no me veo escribiendo novela romántica”, sentencia la autora.
Ambas coinciden en la necesidad de universalizar los temas al margen de sexos, huir de etiquetas y normalizar la presencia de escritoras. “Al final -puntualiza Calderón- la motivación, la necesidad de contar, de comunicar, es común a hombres y mujeres”.
La idea de que las editoriales se aprovechen del tirón del movimiento feminista para agrandar sus beneficios es una de las sombras que planean sobre la literatura escrita por mujeres en los últimos tiempos. La otra es la existencia – y la necesidad o no necesidad- de lo que Almudena Grandes llamó “sesiones-gueto”: eventos dedicados a autoras en los que se corre el peligro de considerar más interesante el sexo de quien escribe que la aportación del trabajo.
“Siempre existe algo de marketing porque esto es un mercado, pero creo que sobre todo viene dado por la evolución de la sociedad”, asevera Calderón sobre el respaldo de las editoriales a las autoras.
“Cierto que hay marketing detrás porque la mujer va tomando fuerza y tal vez hay alguna empresa que quiera sacar partido de esto. Pero, aunque tenga algo de verdad, bienvenido sea si sirve para dar voz y visibilizar”, opina López Barrio.
Virgina Woolf, en el ensayo que la joven ojea de camino a la caja registradora, escribió que “las mujeres han estado sentadas dentro de casa durante todos estos millones de años, por lo que a estas alturas cada pared está impregnada de su fuerza creativa, tanto que, de hecho, ha sobrecargado los ladrillos y el mortero”.
El peso de esa creatividad y la lucha social parecen haber derrumbado esas paredes. El reto es que la literatura con firma de mujer termine de asentarse en el exterior.
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