
La atleta paralímpica Carmen Giménez: la violencia de género se sufre “y se supera”
Tras ser arrojada por su pareja desde el balcón de un tercer piso en 2010, la atleta paralímpica Carmen Giménez sufrió una lesión medular que la dejó parapléjica pero, lejos de rendirse, encontró en el deporte un salvavidas. Ahora ha contado su historia de superación en el proyecto de deporte inclusivo “Run for you”, en el que ha defendido que la violencia de género se sufre “y se supera” y que hay vida más allá de ella.
La atleta paralímpica ha confesado durante la conferencia inaugural del Congreso Nacional de Comunicación en materia de Violencia de Género e Igualdad, en Villanueva de la Serena (Badajoz), que “No es que sea una supermujer y tenga superpoderes”, “No me levanté al día siguiente con una sonrisa”, “Ha sido un proceso muy complejo“.
Una historia de superación
Y lo ha hecho con la ponencia titulada “Andar es solo un verbo” para concienciar de que todas las personas tienen un verbo que no pueden hacer, en su caso andar, pero también “muchos sí que nadie nos puede quitar”, ni a las personas con discapacidad, ni a las víctimas de violencia machista.
“Jugar, sonreír, soñar, cocinar son verbos muy importantes a los que a veces no prestamos atención”, ha reconocido Giménez, que en el marco de este foro ha expuesto su historia, la de una joven de 29 años con independencia económica, casa con hipoteca y amigos que el 12 de marzo de 2010 fue arrojada por su pareja desde un tercer piso.
Pero más que la historia del sufrimiento, Carmen ha querido mostrar este miércoles, 1 de junio, una historia de la superación -acompañada con imágenes y vídeos de sus logros, como sus hijas Ana y Valentina-, que está abanderada por el proyecto de deporte inclusivo “Run for you”, en homenaje a su hijo Bruno, fallecido a las ocho horas de nacer.
“Bruno solo vivió ocho horas y ha hecho todo esto”, ha destacado para poner de manifiesto el “potencial” que cada persona tiene, con independencia de su condición física o personal, para “vivir y sonreír”, para ser autónoma, pese a sufrir una discapacidad, para trabajar o formar una familia.
El deporte, su vía de escape
Es algo que está “al alcance”, ha insistido esta atleta, para quien el deporte ha sido su vía de escape y la herramienta que le ha permitido reconciliarse consigo misma y con la sociedad, y todo ello poniendo en práctica los dos verbos que están por encima del resto: vivir y amar.
“Gracias a que sobreviví podemos estar aquí”, ha expresado para insistir en que la violencia se sufre “y se supera”, hay vida después, “mientras hay vida, hay opciones”.
Una vida, ha argumentado, que concibe como un puzle en el que suceden episodios difíciles de encajar y ante los que surgen interrogantes como “por qué a mí”.
Son preguntas “dañinas” que no conducen a nada porque no hay respuesta y para las que ha sugerido una alternativa, “¿para qué?”, convencida de que “al final las piezas encajan y todo te conducen a algo en la vida”.