Alana S. Portero: "Sin la aportación cultural de las mujeres trans, las cosas no están completas"

Carmen Sigüenza y Ane Amondarain | Madrid - 19 mayo, 2023

La escritora, dramaturga y medievalista Alana S. Portero debuta en la novela con "La mala costumbre", una historia agarrada a la vida, conmovedora, poética y llena de simbolismo sobre una joven que busca su identidad atrapada en un cuerpo "que no sabe habitar".

Una novela de iniciación que va de lo local a lo universal y que ahonda en terrenos mucho más allá de lo identitario. La narración está situada en el barrio madrileño de San Blas en los años 80, donde la heroína arrasaba, y en una familia humilde a la que le cuesta hablar de sentimientos pero con un corazón solidario que late en todo el barrio, donde las mujeres trans de la calle, marginadas, sabias y maltratadas conforman la otra "familia elegida".

"También es mi homenaje a una generación de mujeres que han sufrido muchísimo y que se han llevado la peor parte de la historia reciente española de los últimos 50 años. Se llevaron la peor parte de la Ley de Peligrosidad Social, las metieron en cárceles masculinas. Siempre insisto en que los héroes obreros que estaban allí encerrados, los sindicalistas, los presos políticos, los presos comunes, los funcionarios, todo el mundo, estos a los que luego cuando salían les aplaudían, eran sus violadores. Eran los que abusaban de ellas, las usaban como trapos. Los héroes sociales las usaban y cuando les amnistiaron ellas se quedaban en la cárcel. Tuvieron que cumplir su condena entera", explica Portero en una entrevista con Efeminista.

"Y después vino el sida y arrasó con todas porque trabajaban en la calle. Arrasó con casi todas, quedan poquísimas. Por eso esas mujeres necesitan ser contadas", agrega.

Pregunta.- "La mala costumbre" (Seix Barral) es un libro que nace con muchas expectativas. En la Feria de Fráncfort se convirtió en un fenómeno editorial internacional y está previsto que se traduzca en Estados Unidos, Reunido, Francia, Alemania, Italia, Holanda y otros muchos países más. ¿Cómo lo valora?     

Respuesta.- Todo lo bueno que le ha ocurrido al libro hasta ahora, justo hasta el 3 de mayo, que es cuando salió, ha sido a priori y eso ha creado una expectativa que también pesa y que no se hace fácil de llevar. Esto me ha cansado previamente, pero tengo mucha suerte. Es un privilegio porque es empezar muy arriba. Tenía muchas ganas de que saliese y de que el libro haga su recorrido natural, que es el de los lectores y lectoras. En Francia sale en agosto y en el resto de países, casi todos, en la primera mitad de 2024. Ya están empezadas todas las traducciones o a punto de empezar.

"La mala costumbre", de Alana S. Portero

P.- Bueno, cuéntenos qué es "La mala costumbre", un libro emocionante, duro, tremendo, poético, intenso que, como todo buen libro, te da un puñetazo y tras su lectura sales de otra manera.  ¿Es un libro autobiográfico?

R.- Es una novela de crecimiento, de iniciación, más o menos clásica que cuenta la vida de una mujer desde que se cría en un barrio obrero hasta que se reconoce públicamente a sí misma como mujer, es una mujer trans. También es una novela que juega mucho con lo mágico. No sé si me atrevería a llamarla de realismo mágico, pero juega mucho con elementos de magia y sobre todo, es una novela fronteriza de cómo se habitan varios mundos, que son el de la identidad, pero también el de clase, el de la familia real y la familia elegida. 

P.- Es una historia de una joven en un barrio obrero, San Blas, que busca su identidad, y aun partiendo de lo local es muy universal. No podríamos llamarla una novela de contenido trans, ¿no?

R.- No, estoy muy de acuerdo con esa lectura, es lo que intento decir continuamente. En realidad, lo que pasa en la novela es muy aplicable a muchísimas vidas. Es decir, al final, ¿quién no tiene dudas de quién va a terminar siendo, cuáles son sus anhelos, qué es lo que echa de menos, qué es lo que le da miedo, qué es lo que le hace feliz, qué red de apoyos tiene o no tiene?. En eso se puede reconocer casi cualquiera.

"La incomunicación es la espina dorsal de la novela"

Identidad, clase social, familia real, familia elegida

P.- Es una historia con un Madrid de finales de los 70, 80, 90, muy protagonista. ¿Es otro personaje? Además, a todos los personajes les cuesta mucho expresar sus emociones.

R.- Madrid era como el otro o uno de los pilares de la novela. Quería contar Madrid, aquel Madrid, y también las diferencias geográficas que se dan en esta ciudad. Cómo era un barrio obrero que en ese momento era periférico, ahora menos. Y cómo era el centro.

Y esto de la incomunicación es la espina dorsal de la novela. Lo que trataba de contar es cómo en esas familias obreras de gente que pasa tantísimas horas trabajando, que tienen jornadas de trabajo durísimas y que empiezan de madrugada y terminan casi por la noche, esas madres que se tienen que encargar de la casa a toda velocidad para llevar a los niños al colegio o que tienen su propio trabajo; en realidad, ahí no se desarrolla la capacidad para comunicarse.

El amor familiar es muy en bruto, está muy presente, se cuidan los unos a los otros, no les falta, pero no hay tiempo para los matices, porque no hay espacio, no hay lugar, no hay herramientas.

Yo quería contar un cómo se puede comunicar una familia desde lo simbólico. No podemos utilizar las palabras, no sabemos utilizarlas y quizás no nos entendemos, pero cuando el corazón está en su sitio, la incomprensión no se tiene porque traducir en odio, en desdén o en rechazo, simplemente es incomprensión, pero el amor está ahí.

Quizá no podemos comunicarnos muy bien, pero lo hacemos a través de otras cosas, de un 'nunca te va a faltar de nada', 'toma la comida', un 'estoy aquí'. Eso para mí era importantísimo. Es quizá la parte más importante, una de las cosas que yo quería contar lo más preciso que pudiera porque me interesaba mucho.

P.- Es un Madrid del siglo XX y XXI, pero también reúne ese costumbrismo del XIX, del Madrid de la "La busca", de Pio Baroja, de Galdós...

R.- Sin duda. Al final nos parecemos mucho y una lee, efectivamente, esas novelas que citas y en realidad no hemos cambiado tanto. La gente no ha cambiado tanto. Madrid es una ciudad que se parece mucho a sí misma todo el tiempo, va repitiendo ciclos continuamente y sí, hay mucha de esa literatura en mí. No sé si yo conscientemente lo tenía en la cabeza para escribirlo pero, por ejemplo, "La busca" es una novela que me creó una impronta muy grande a los 14 o 15 años, tiene una manera de contar las cosas que me parece muy bonita, además de ser una novela de crecimiento.

Ese Madrid de las grandes diferencias, de la gente que trabaja y de la gente que vive, el Madrid que se pasea. Eso me interesaba mucho. En "La busca" también se está continuamente caminando por la calle porque tampoco puede hacer otra cosa, no tiene dinero para más. Esto también me interesaba mucho y me parece que se puede seguir haciendo una literatura muy interesante con la literatura del caminar.

Creo que Madrid es una ciudad que pide caminarla, que pide pararse un poco. En la novela digo que es una ciudad que carece de la monumentalidad de otras que son más bonitas, más amplias, más grandes, pero que cuando se le busca la gracia, cuando se pierde una, es una ciudad fea con gancho, una ciudad que tiene cosas muy especiales.

"Los peligros están ahí, es el patriarcado"

P.- Y ese Madrid que transcurre por la noche, con esa violencia que también hay. De ahí esos cuartos oscuros de los bares, esa imposibilidad de ser lo que tú eres, de las amenazas, el maltrato y las burlas de los machistas y de los "malotes" de las calles...   

R.- Exacto, pues hay cosas que se mantienen, la verdad. Yo salgo muy poco ahora desgraciadamente. Pero creo que hay evidentemente muchos más espacios de libertad, la mayoría de las personas no tienen que buscar lugares cerrados y apartados en los que desarrollar su vida y sus deseos. Pero esos peligros están ahí, que es el patriarcado. Ese Madrid de los hombres que pierden el control está vigentísimo. Supongo que a lo mejor hay más resistencia y da un poco más de vergüenza hacer estas cosas en público, pero sólo un poco. Esa agresividad sigue existiendo y está ahí, a flor de piel. Nos queda un caminito largo para que eso termine.

P.- El  feminismo ha avanzado y ha logrado grandes conquistas, pero también hay muchas reacciones en contra. Cuanta más evolución, más reacción, también entre gente joven, como delatan las últimas encuestas. 

R.- Esto es terrible. Se está importando este pensamiento evangélico norteamericano, que es repugnante y es una cosa que está haciendo muchísimo daño. En África, por ejemplo, ya ha hecho mucho daño. Se está importando aquí y está muy unido a grandes poderes económicos. Efectivamente, ser reaccionario es una cosa medio interesante para los jóvenes, son los nuevos punks. Es moderno cantar el cara al sol en clase y reaccionar ante todo esto. Al final el equilibrio entre la libertad o la relativa libertad de las mujeres y de cualquier persona que esté sometida al patriarcado está muy relacionado con el sometimiento y con el silencio.

La visibilidad, la expresión, el decir 'yo estoy aquí', 'este es mi espacio y de aquí no me voy a mover porque me corresponde' lleva a la reacción de marqueses airados, de gente que no quiere soltar su poder. Siempre reaccionan desde la violencia. Me parece muy preocupante. Los avances están ahí y creo que no nos vamos a mover un ápice. Pero también es una posición frágil que hay que defender como sea. Y culturalmente, eso sí que lo tenía mucho en la cabeza. Si "La mala costumbre" puede ser una piedrecita, un artefacto cultural que ayude a esto, miel sobre hojuelas. No es la primera intención, pero está ahí.

P.- Y ¿cómo ve ahora el rechazo de algunos feminismos a incluir al movimiento LGTBI Trans?

R.- Esto da mucha pena. Personalmente lo he vivido con mucho dolor, es muy triste. Lo puedo entender, por ejemplo, desde posiciones de mujeres que han tenido experiencias muy negativas con hombres. Que, en realidad, eso un poco todas, pero quiero decir experiencias extremas. Puedo llegar a entender que ahí surja una duda y todo el mundo tiene derecho a dudar. Eso es intrínseco. Y quien no entienda eso, pues mal vamos.

Pero creo que conversando, conociéndonos, porque siempre se teme algo que no se conoce, en realidad eso es el tema de la transfobia, sobre todo, la transmisoginia con las mujeres trans está muy basada en la creación de un personaje que no existe. Es un muñeco de paja. El hombre que se viste de mujer, que se cuela en espacios… no existe. No digo que no haya pasado alguna vez en la vida. Pasan muchas cosas en la vida de muchas personas y no por ello se engloba a todo un colectivo porque una persona haya hecho algo terrible. Eso es absurdo y más todavía que eso evite legislar.

Creo que conversando y abriendo un poco el corazón se soluciona enseguida. No es problemático, al final nuestras vidas se parecen muchísimo. Tenemos experiencias muy parecidas o tan parecidas como pueden ser la de una mujer de la calle Goya y una que nació en Indonesia o en Sudán. Hay muchas diferencias y eso no nos puede separar. O ¿por qué, desde ese punto de vista, sí se reconoce la sororidad y no se reconoce hacia nosotras?

"La transmisoginia con las mujeres trans está muy basada en la creación de un personaje que no existe"

Ahora, si acudiendo a esa mesa de charla hipotética me vas a tratar en masculino, pues no me estás respetando, eso no se hace, no se le hace a nadie, está muy feo. Porque eso no es así, esa no es mi vida, esa no soy yo, nadie me trata así. Entonces hacerlo porque se quiere hacer un daño… Me da mucha pena, es una cosa tristísima y creo que el tiempo se lo llevará, tiene los días contados, no puede ser.

También es una cosa que se alimenta justo de lo que hablábamos antes, de toda esta reacción que ha alimentado mucho esto y me da mucha pena que las compañeras feministas que han reaccionado de esta manera no se den cuenta de esa influencia enorme. Esto pasa desde los 70, está estudiadísimo, hubo algunas alianzas peligrosísimas entre feminismos muy progresistas con Reagan..., el liberalismo más bestia.

Alana S. Portero y la sabiduría de las mujeres

P.- Volvamos un poco a las mujeres del libro porque también es un mosaico y análisis de las mujeres fuertes, débiles, maltratadas. Cuéntenos quiénes son estas mujeres heroicas, que incluso sirven de madrinas.

R.- En todo ese mundo mágico que impregna la novela, que tiene mucho de literatura griega clásica, deliberadamente, si te fijas, la protagonista que va avanzando en la novela, se encuentra con una mujer que es una especie de oráculo que le devuelve alguna sabiduría o le inocula algún miedo. Y a partir de ahí sigue el siguiente capítulo hasta que va creciendo. Esa es mi visión del mundo de lo femenino. Supongo que cuando has anhelado algo mucho tiempo también lo idealizas, pero me apetecía hacerlo.

Estos días en las presentaciones estoy diciendo que observar los subgrupos de mujeres reunidas desde fuera es un acto maravilloso y es algo precioso. Y las mujeres, quienes lo han tenido desde siempre, lo dan por sentado y no se dan cuenta de lo mágico que es. Estoy animando a todo el mundo, a todas las mujeres a que la próxima vez que vean a sus amigas, hermanas, su círculo de mujeres más cercano lo aprecien como el evento maravilloso que es. Quiero verlo así, no quiero dejar de verlo así, me apetecía darle toda esta belleza. Porque la sabiduría de las mujeres es lo que a mí me ha traído hasta aquí, escuchar a las mujeres.

Se lo debo todo a esos tejidos de colaboración de las vecinas, cómo las madres tratan a las hijas, que es un poco ideal, ese momento en el que aparece en el libro una madre peinando a la hija, que no es lo mismo que una hija peinando a una madre. Hay algo que veo como mágico y que desde luego a mí por lo menos me apetecía hacer la literatura más bonita que pudiera con ello.

Y luego las mujeres de la calle, esas mujeres que aparecen en la novela y que son las mujeres trans que trabajan en la calle, que simbolizan la familia elegida y los lazos que se pueden formar en lo más bajo de la condición social. La resistencia.

Esas mujeres necesitan ser contadas, ya que no pueden contarse ellas, porque la mayoría están muertas, algunas están vivas y se cuentan muy bien, pero a mí me apetecía mucho dedicarles un espacio importante e imaginar historias para ellas, convertirlas en brujas, en moiras, en algo maravilloso, ponerles una corona porque se la merecen.

P.- Algunas mujeres están al margen del margen.

R.- Siempre digo que cuando existe un margen es porque alguien está ocupando un centro que no le corresponde y que habría que hacer hueco para que todo el mundo estuviera en el centro. Y además los márgenes siempre son el centro de alguien. Ellas no, la sociedad necesita conocer a estas mujeres.

Esta historia que acabo de contar no es de dominio público. Esto no lo sabe todo el mundo y merece ser contado porque hay otras historias que sí conocemos y que está muy bien que las conozcamos, como las luchas obreras fundamentales, incluso la historia de los presos políticos en este país, etc. Eso también hay que contarlo y está muy bien que lo sepamos, pero necesitamos la aportación histórica y sociopolítica de estas mujeres. Nuestra cultura como país no está completa sin que esas mujeres cuenten su historia y sin que se conozca. Y de hecho, el feminismo no está completo sin la historia de estas mujeres. Su discurso nos puede ayudar tanto. Lo mínimo que podía hacer es literatura con ellas, que es lo que creo que puedo hacer un poco mejor, pero hace mucha falta. Hay un trabajo muy fuerte por hacer ahí.

La aportación cultural de las mujeres trans

P.- Me evocaba también algún aroma de "El lugar sin límites", la novela de José Donoso o "Las Malas", de Camila Sosa Villada, porque en América Latina también hay mucho por hacer.

R.- Sí, la historia de las mujeres latinoamericanas, ellas se denominan a sí mismas travestis, es brutal. Eso sí que ha sido una masacre. Y la fuerza, la historia, la genealogía que hacen es brutal y es mejor que se cuenten ellas mismas. Camila Sosa Villada lo está haciendo de forma maravillosa. Ha escrito una novela ("Las Malas") que creo que es una novela que si la hubiese escrito un hombre estaría vendida como la gran recuperación del realismo mágico latinoamericano. Es una novela que ha tenido mucho éxito, pero si no la hubiera escrito ella hubiera sido otra cosa. Es una maravilla y efectivamente tenemos que conocer esas historias. Y además, no solo desde lo teórico, desde lo documental o desde lo periodístico.

La aportación cultural que esas mujeres pueden hacer, que las mujeres que aparecen en este libro y las mujeres como yo podemos hacer es importante. Sin nuestra aportación cultural las cosas no están completas, eso hay que entenderlo. E insisto, no solo tenemos que ser objeto de estudio o de teoría.

P.-  ¿La ficción puede llegar más al lector que muchos ensayos sobre el tema?

R.- Efectivamente. Al final también se construye con unas sensibilidades que no siempre están en el documental o lo periodístico. Hay alguien que está abriendo su sensibilidad para ti y es muy difícil no entender eso.

P.- El libro es muy poético, tiene mucha música. La poesía es parte fundamental de su vida, ¿verdad?

R.- .Creo que cada persona que escribimos tenemos una música muy personal. Se nota mucho. Los textos se reconocen porque tienen esa música muy especial. La mía es esta, viene de la poesía y no quería perderlo. De hecho, la estructura de los capítulos tiene una estructura muy parecida a la poesía que yo solía escribir, con cierres muy marcados y frases largas. Sí, esa es mi música que viene de lo poético. Perderlo sería una pena.

P.-  También está Truman Capote, que además lo nombra.

R.- Sí, es una influencia fundamental para mí. Es uno de mis escritores favoritos, como Marguerite Yourcenar, Carmen Martín Gaite. Son como los tres escritores que han estado encima de mi mesa mientras escribía “La mala costumbre”. Y Capote está siempre. Cuando quería escribir bonito, escribía precioso. Es insuperable. Lo hacía poco. Pero el Capote de “Otras voces, otros ámbitos” y “El arpa de hierba” es un Capote que literariamente hablando se paladea.

P-.  Y una última cuestión, en la presentación del libro reivindicaba el escribir desde la alegría, que no fuera desde el cinismo. Escribir historias duras y crudas, pero desde la esperanza.

R.- Estoy muy cansada del cinismo y de los cínicos. Cada quien que escriba desde donde le dé la gana, faltaría más, pero este no es mi mundo literario ni quiero que lo sea. Si hay algo que era importante para mí era ser anti cínica por completo. Incluso me da igual que en un momento dado se puede catalogar hasta de naif. Me parece mucho mejor lo naif que lo cínico. Me parece que aporta mucho más. Y la cultura también es esperanza, aparte de comprensión, es esperanza. Si no hay una luz al final del camino, qué pena porque vamos a gastar nuestro tiempo leyendo cosas o viendo películas que luego en el fondo sí que conforman un decorado mental que va hacia abajo y no es el momento de hacer eso.



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