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Remedios Zafra: Hay un nexo común entre el antifeminismo y el antiintelectualismo de hoy

Carmen Sigüenza | Madrid - 2 noviembre, 2025

Ensayista, profesora universitaria, investigadora, Remedios Zafra (Zuheros, Cordoba, 1973), ganadora del Premio Nacional de Ensayo 2025 por su libro El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática, es una de las voces más interesantes del pensamiento crítico contemporáneo.

Sus reflexiones acerca del feminismo, la intimidad, la hiperproductividad, la transformación del trabajo creativo, o cómo influye el capitalismo, internet y las redes sociales en la forma de trabajar y vivir, la han llevado a recibir numerosos premios, además del Nacional de Ensayo, el Internacional Jovellanos de Ensayo, el Málaga de Ensayo, el Meridiana de Cultura, o el de Investigación de la Cátedra León de Gúzman y de Ensayo Carmen de Burgos.

Ahora Zafra pide desobediencia burocrática a la cultura para recuperar su cometido crítico en un momento en el que "el contexto cultural, lo público y el feminismo están sufriendo un descredito" desde los gobiernos autoritarios y las tecnológicas.

"Hay un nexo común entre este antifeminismo y ese punto de mira antintelectual", explica en una entrevista con Efeminista.

"Duele esa pérdida de privilegios a quienes tienen poder y utilizan las estrategias del tecnocapitalismo para intentar seducir con el resentimiento patriarcal, que es algo atractivo para muchos hombres, pero esto es un grandísimo reto para el feminismo y para el pensamiento humanístico. Si hacemos bien nuestro trabajo podemos volver a convencer, especialmente a los más jóvenes, de lo hermosa y de lo necesaria que es la igualdad, un mundo igualitario, que no pueda haber nada mejor que esto", argumenta.

El Informe, Premio Nacional de Ensayo 2025

Pregunta.- Enhorabuena por el reciente Premio Nacional de Ensayo por su libro El Informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática, aunque no es el único, porque está recibiendo muchos galardones. ¿Cómo se siente con tanto reconocimiento trabajando un género como el ensayo?

Respuesta.- Sí, de hecho, a mí me gusta reconocer que los premios me han ayudado en mi trayectoria profesional, muchísimo. En gran medida soy fruto de los premios,  el de  las unidades de Igualdad, los centros y espacios que se crearon para estudios de género a principios del siglo XXI, casi todos ellos nacieron con premios de ensayo o premios de investigación, y  esos premios, el Carmen de Burgos o el León de Guzmán,  me permitieron entrar en en en el mundo literario por una vía diferente.

Y sí, es verdad, a diferencia de lo que piensa mi madre, porque ella -que no fue a la escuela-, cuando se entera de que me han dado alguno, siempre me dice que debería jugar a la lotería, porque su idea de premio es: 'qué suerte has tenido', y le digo: mamá, no es suerte, es trabajo. Llegar a personas muy distintas es una oportunidad para tu obra.

P.- El Informe, el Premio Nacional, es un libro que empieza como un cuento casi kafkiano. Comienza porque usted pide a la Universidad un ordenador para su nuevo proyecto, un nuevo ensayo, y le dicen que les envíe un informe detallado sobre el ensayo que va a escribir y a partir de ahí usted se hace muchas preguntas.

R.- Sí, esa reacción produce en mí las preguntas: ¿Qué es esto?, ¿por qué trabajamos cómo trabajamos y por qué para trabajar y hacer bien nuestro trabajo necesitamos dedicar tantísimo tiempo a cosas que entendemos que no son nuestro trabajo?. Una de las motivaciones o justificaciones de este libro es justamente la sensación de desafecto o la sensación de riesgo de desafecto con un trabajo que amamos los que nos dedicamos  al mundo intelectual, cultural, académico, o creativo.

Trabajos intelectuales mediados habitualmente por pantallas que vienen casi siempre de una vocación y que tiene una repercusión en la sociedad. Esa motivación va unida a una formación, porque en mi trabajo suelo hablar también de ese cambio generacional, desde hace unos años, en el que nos encontramos con personas que se dedican a este tipo de trabajos habiendo podido estudiar, siendo posiblemente las primeras generaciones en ir a la universidad.

Entonces si queremos hacerlo bien, si tenemos esa motivación ¿por qué no podemos hacerlo bien? Esta pregunta de que algo nos puede estar perjudicando, me hace pensar en cuál puede ser el punto de entrada que, para mí fue fue muy claro, el informe y un ordenador.

Yo cambié de trabajo, porque me costaba dar clases en la universidad por cuestiones de visión y de audición, y cuando cambié a un trabajo más orientado a la investigación, lo primero que necesitaba era un ordenador para hacer proyectos, pero me dijeron que para esos proyectos se necesitaba un informe  burocrático  con determinados requisitos para poder conseguir ese ordenador. Y ahí empieza esa esa rueda sin fin, esa irracionalidad burocrática en la que de pronto ves que gran parte de tu tiempo vas a tener que dedicarlo a hacer impresos con siglas, que es deshumanizador.

Hemos dado por hecho que tiene que ser así por trasparencia y por criterios, algo que tienen sentido; pero sin embargo, como decía Graeber (antropólogo estadounidense), la burocracia nace de determinados criterios que en su momento se consideran muy razonables, pero cuando se descubre que no son nada razonables, no se cuestionan los criterios, sino que se cuestiona la profesionalidad, se cuestiona a los sujetos que lo que los están llevando a a cabo.

Y ahí es cuando llega la pregunta: ¿por qué trabajamos como trabajamos? ¿por qué vivimos como vivimos? ¿por qué los trabajos que hacemos quienes estamos en esos ámbitos de lo intelectual, lo académico, o los trabajos creativos o de comunicación, donde hay mucha motivación, no pueden ponerse en riesgo ahora en un contexto donde el auge de fuerzas reaccionarias coincide con movimientos no solamente antifeministas, sino antiintelectuales? Pienso que no es trivial esa vinculación de poner en crisis los trabajos intelectuales en este auge ultra liberal.

Remedios Zafra: Este zarandeo tecnoliberal pone en la sombra que somos humanos

P.- Precisamente en un momento que se vive un descredito de la cultura,  una cultura que  usted  reivindica en toda su obra,  como señaló el fallo del jurado que le otorgo el premio: "su obra propone una revuelta radical, la de la reapropiación del tiempo y de la cultura como reactivadores del disfrute y del goce intelectual".   

R.- Es paradójico porque ahora que tenemos más trabajadoras y trabajadores culturales, ahora que podríamos reorganizar tiempos para hacer bien el trabajo cultural y disfrutarlo, porque vivimos una época en la que la desarticulación comunitaria y de ir cada uno a lo nuestro requiere más que nunca de la cultura como vía de acceso para crear comunidad, justo en ese momento es cuando los trabajadores culturales están más sometidos a las presiones de la  hiperproductividad y la competitividad,

Esa sensación de vivir en un concurso permanente, de sentir que tienes que preparar un material, volver a concursar y estar en permanente evaluación,  desvirtúa  la forma en la que trabajamos y  la calidad de lo que hacemos para nosotros  y para la sociedad.

Creo que en ese contexto de precariedad del trabajo cultural y vital es donde está el riesgo de que las cosas que hacemos en lugar de hacerlas con la atención y concentración que requieren, pues tengamos que hacerlas de cualquier manera. Esa lectura hiperproductiva tiene un marco sometido a ese zarandeo tecnoliberal que crítico en el libro.

El valor que se tiene en cuenta en la época contemporánea es el valor cuantitativo, acumulativo, el valor de los números, de  audiencias,  de considerar que lo que hacemos es mercado, y es ante todo algo que tiene que ser rentabilizado, poniendo muy de lado, o casi escondiendo en la sombra, esos otros valores que la cultura representa y que tienen que ver con lo que nos recuerda que somos humanos.

Esa mezcla de aceleración, de caducidad de excedente, de grandísima cantidad de contenidos  eclipsan el poder hacerlo bien,  pero también el poder acceder, disfrutar, gozar  de la cultura.

Las plataformas dañan a la cultura y sus trabajadores

P.  La cultura está en descrédito y  los gobiernos autoritarios y los poderes tecnológicos se unen. 

R.- Claro,  yo creo que que esto es uno de los corazones de lo que está pasando en el mundo a nivel crítico, porque no es trivial que esté justamente desacreditándose ese contexto que sería el único capaz de mostrar una resistencia o de ejercer contraste, de zarandear a la ciudadanía o de cumplir su su función.

Yo creo que la cultura cuando realmente puede ejercer su función de una manera libre ayuda a las personas a ser más libres, a pensar por sí mismas y no a seguir en esas inercias que hoy se favorecen desde ese contexto, que, habitualmente es online, un contextos donde hay muchas personas, donde tenemos la sensación de que es muy plural, pero no lo es.

Puede parecer plural porque los números son altos, pero es sumamente homogéneo. Retroalimenta lo que ya sabemos, lo que ya pensamos con ideas preconcebidas en contextos muy homogéneos es lo que hace esa mala versión de la cultura digital mediada por plataformas.

Es el sucedáneo de la cultura de plataformas que tanto está dañando a la cultura y a los trabajadores de la cultura, en tanto está también neutralizando a muchos trabajadores que tienen comer para para vivir. Hay que alimentarse, necesitan un sueldo, ceden a trabajos y a entrar en esas rutinas precarias.

La ensayista Remedios Zafra muestra su libro 'El informe'. EFE/ Laura de Grado

Desobediencia burocrática

Es muy importante esa toma de conciencia comunitaria porque entiendo que desde esa desobediencia burocrática, desde esa desobediencia a lo que entendemos que nos toca hacer -porque estamos en una institución, etcétera-,  solo en esa alianza crítica de denuncia, de esa negativa solidaria compartida de que no podemos seguir de esta manera, de que hay que hacer las cosas de otra forma puede realmente la cultura recuperar ese ese cometido.

Y para mí en ese señalamiento de la cultura y también del contexto intelectual hay algo que no es inocente, porque cuando, por ejemplo, gobernantes  como Milei o Donald Trump se alían en ese espectáculo de la motosierra contra la burocracia, hay en ellos una intención de poner al mismo mismo nivel, burocracia y sistema público.

Realmente se busca hacer daño al sistema público,  y es muy importante diferenciar, de hecho, tanto en el libro como posteriormente, yo he insistido en que esta crítica a lo burocrático, al trabajo sin sentido daña el sistema público, y es justamente por el amor a lo público que tenemos que hacer esa crítica, a veces autocrítica para quienes estamos dentro, pero es necesaria esa transformación desde dentro justamente por ese amor.

El amor a los trabajos que pensamos que son importantes y que nos motiva y el amor también a  la necesidad de un sistema público fuerte que garantice esa base social que está también muy presente en el libro.

P.- El libro es un ensayo, pero está escrito con una prosa literaria, muy poética

R.- Gracias por mirarlo y  por ponerlo en valor porque hay una premeditación muy clara porque estando en el contexto académico para mí, a veces, es complicado e implica una elección porque entiendo que en los modos de decir hay un mensaje que no pueden encorsetarse en un ensayo académico donde se cumple una serie de apartados, y esto para mí forma parte de un posicionamiento político, claro.

Y es lo que intento hacer desde que comencé a escribir ensayo, entre el 99 y el año 2000 que comencé también a a conocer más sobre el feminismo y lo hice también desde desde una mirada muy desacomplejada, donde el pensamiento y la práctica artística estaban muy hermanados.

Para mí esto era importante, y en el Informe, más que nunca, era la demostración de que vale, ustedes me piden un informe para conseguir este ordenador; yo voy a escribir el informe que creo que tengo que escribir y ese informe puede que responda a esas preguntas de qué pretendo con él y de cómo lo voy a hacer. Esto va a estar, pero va a estar de verdad, quitando esa primera coraza de escritura sin alma y  más administrativa y  abriéndome el estómago.

¿Qué por qué quiero un ordenador para trabajar? qué ¿por qué quiero trabajar en lo que trabajo? pues respondo a eso y eso tiene mucho que ver con la concepción de un humano, no de un humano que aparenta ser humano o de un humano que tiene que decir que no es un robot.

Los males del alma y del cuerpo, más presentes

P.- Una de las principales consecuencias de lo mal que se se puede hacer trabajo es el cuerpo, la enfermedad. Y a esto dedicas parte del libro. Cuéntenos.

R. - Sí tiene que ver también con el pensar sobre las condiciones materiales de nuestros trabajos y, especialmente, de quienes nos dedicamos a los trabajos intelectuales, creativos, de comunicación mediados por pantallas, porque pareciera que el cuerpo es un cuerpo sentado, que no sufre porque no está en contacto con el esfuerzo físico.

Siempre me pongo en relación con trabajos con personas cercanas, como con mi padre, que ha trabajado toda su vida en el campo y que tiene un cuerpo curtido, que ha sobrevivido a tres cánceres con 84 años. Se pude decir que tiene buena salud y cuando me pongo a su lado, con 52 años, pienso: Vaya, por qué yo tengo tantas enfermedades, tantos problemas como las personas que están a mi alrededor que tienen tantos problemas ¿por qué tenemos estas  vidas sedentarias en cuerpos que no están pensados para estar sentados todo el tiempo?

A menudo hemos pasado de largo que hay formas de trabajar que no casan con nuestra humanidad, con nuestro cuerpo de humanos. Estar 24/7 frente a la pantalla sin horarios, desde ese cuarto propio conectado.

Desde que escribí Netianas, en 2005, en el que hablaba sobre feminismo e  internet, ya decía que al hablar sobre  el feminismo no podemos despojarnos del cuerpo del que hablamos. El cuerpo siempre está muy presente y los males que se han hecho más cotidianos y más invisibilizados, no siempre hablamos de los males del alma.

En la filosofía francesa se habla a menudo de las enfermedades del alma, ese mal que yo creo que caracteriza nuestro día a día, de sentir que no estamos bien, de sentir que a ese no estar bien lo hemos respondido con pastillas, porque no hay tiempo para escucharnos.
¿Cuántas personas están tomando pastillas, ansiolíticos para trabajar? Normalizar que tenemos que medicarnos para trabajar  tiene que ver con esas enfermedades del cuerpo en el trabajo. A mí me parece algo que debe causar una parada social porque trabajamos para seguir siendo productivos.

El antifeminismo como pegamento simbólico

P.-  El mundo digital ha ayudado mucho a visibilizar la lucha de las mujeres, se ha visibilizado el maltrato, las desigualdades, las violencia. Pero hoy, sin embargo, el mundo digital se ha convertido, en parte, en peligro para las mujeres y el feminismo, como la manosfera. ¿Cómo lo ve? 

R.- Vivimos un momento de suma complejidad y preocupación para el feminismo porque los logros empiezan a cuestionarse de una manera asombrosa a nivel global y empieza a ser un problema que yo creo  que está volviendo a rearticular el feminismo con una nueva pasión, porque estos movimientos ultraliberales y estos movimientos fascistas, que estamos viendo a nivel global, son movimientos que están usando el antifeminismo como pegamento simbólico.

Es decir,  la misoginia en muchos casos y el antifeminismo, claro, es lo que cohesiona a determinados grupos, que tanto en la manosfera, como en los círculos cercanos, están  extendiendo de una manera muy llamativa porque presentan como nuevo algo que es sumamente viejo.  Son esas lógicas patriarcales de dominación es lo que siempre hemos tenido.

Y se presenta ahora como si fuera una novedad, esa mujer tradicional, esa tradwife que forma parte también del modelo que se intenta encumbrar, que se esteticiza en el contexto digital, forman parte de lo tristemente viejo con un nuevo disfraz, que, para algunos, siguiendo esas lógicas que no favorecen el pensamiento, pueden estar cayendo en ellas.

Creo que la lectura es compleja, porque frente a esas lógicas antifeministas, que se focalizan en gran medida en el el contexto digital, podemos ver que el contexto digital también ha tenido y tiene lecturas para la apropiación feminista.

De hecho, a mí me llama la atención que justamente algo que el tecnocapitalismo ha sabido instrumentalizar muy bien es normalizar la publicación de lo íntimo. Yo creo que no hay ninguna cultura que haya se haya caracterizado por exhibir lo privado como esta. Antes lo que la cultura hacía era protegerlo. Aquí en esta cultura digital y tecnoliberal no solamente no se protege, sino que se empuja a publicarlo.

Pero en este asunto hay una diferencia, que es reveladora para el feminismo y es que mientras las fuerzas que animan a las plataformas a publicarlo privado: comparte, haz cuentas, cede datos, frente a esto, hay una fuerza que no viene de fuera, sino que hay una fuerza interna que ha convertido la intimidad opresiva en algo compartido.

Me refiero a cómo desde el feminismo hemos sabido utilizar las redes para eso que antes callábamos, que se había normalizado como si solo fuera algo que me pasaba a mí y mejor no se hablaba y callábamos, de pronto, esa intimidad opresiva, que dolía, se comparte y nos vemos reflejadas en esto que se comparte y tiembla el mundo y temblará y seguirá temblando porque esto fue un punto de inflexión, que yo creo que no tiene reversibilidad, que marca realmente la unión entre mujeres y la unión entre personas feministas que entienden que la igualdad es algo que está en construcción y que necesitamos seguir en esa línea y que no puede haber retrocesos posibles.

Por tanto, vivimos un contexto de muchísima complejidad, donde el poder reaccionario ha sujetado  a esa visión antifeminista casi como seña de identidad- una de las primeras palabras que (Donald) Trump dijo en su discurso de investidura, hablando ya no solamente de igualdad, sino también de discursos género y de diversidad es que vino a decir algo así como que en su gobierno solo se habría dos géneros, hombre y mujer.

Es como es como cuando Lewis Carroll pone en boca de Humpty Dumpty en Alicia a través del espejo, que las cosas no es que pueden significar una u otra cosa, que la cuestión aquí es que quien tiene el poder puede decir esto significa esto, porque yo soy el poder.

Y él es esa escenificación del poder que ha puesto el feminismo en el punto de mira, que ha estigmatizado la toma de conciencia de las personas feministas, que las ha puesto en el punto de mira dándolas como algo negativo, proyectando sobre ellas, sobre nosotras, adjetivos normalmente peyorativos que tienen que ver con tristes, con con enfadadas, con indignadas, queriendo denostar algo que es justamente lo contrario, y es que no hay nada más liberador que pensar por una misma y querer que las personas que tienes cerca piensen por una misma.

Entonces creo que claro que duele esa pérdida de privilegios a quienes tienen poder y utilizan las estrategias del tecnocapitalismo para intentar seducir con el resentimiento

El resentimiento patriarcal es a menudo atractivo para muchos hombres, pero creo que esto es un grandísimo reto no solo para el feminismo, sino para quienes trabajamos en esos ámbitos de la cultura, del pensamiento humanístico, de la comunicación de los imaginarios, porque si hacemos bien nuestro trabajo podemos volver a a convencer, podemos crear contextos para convencer especialmente a los más jóvenes de lo hermosa y de lo necesaria que es la igualdad, un mundo igualitario, que no pueda haber nada mejor que esto.

Y antes he hablado de que la cultura crea comunidad, yo creo que las  mujeres son las primeras también en crear comunidad. Están en todos los sitios. La cultura es una vía de acceso, pero ¿quiénes están formando esa cultura? Cuando miramos los clubes de lectura, cuando miramos las escuelas de adultos o de adultas, ahí están las mujeres. La cultura está sumamente feminizada, tanto en la producción como en la en la recepción en el disfrute.

Por eso hay muchas muchos paralelismos entre trabajos culturales, entre trabajos feminizados, así como lo hay entre el antifeminismo y ese punto de mira antiintelectual de hoy.