
Portada de "Punto de Cruz" y fotografía de su autora, Jazmina Barrera, cortesía de Tránsito.
“Punto de Cruz”, las violencias de la adolescencia tras la aguja y el hilo de Jazmina Barrera
La escritora Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) aprendió a bordar de pequeña de la mano de su abuela y de una querida profesora de primaria. Desde entonces, esta tradición milenaria entre las mujeres la ha acompañado intermitentemente a lo largo de su vida y, ahora, es el tema central de “Punto de Cruz”, su última novela con tintes autobiográficos sobre la adolescencia y sus violencias.
“El bordado es una actividad que reúne comunidades de mujeres a lo largo y ancho del mundo y a través del tiempo y las culturas, y ese espacio de reunión, de gozo, de comunicación y de complicidad era algo que me interesaba mucho explorar”, explica la autora en una entrevista con Efeminista.
Tres jóvenes atravesadas por la violencia
En el caso de “Punto de Cruz” (Tránsito), el bordado une y afianza la amistad de Mila, Citlali y Dalia, tres adolescentes mexicanas que, en su paso a la adultez, se ven atravesadas por diferentes violencias machistas, clasistas, racistas y medioambientales.
“Como estaba hablando de adolescencia, para mí era muy importante escribir sobre el modo en que estas violencias nos marcan en un momento en que nuestros cuerpos están pasando por una transformación brutal y son especialmente vulnerables cuando las personas están encontrando su identidad, y esta desestabilización nos vuelve muy sensibles a todo a nuestro alrededor”, sostiene la escritora mexicana.
La repentina muerte de una de estas mujeres al comienzo de la novela es el pretexto para iniciar un viaje al pasado que intenta descifrar el porqué de ese horrible final. Esto supone la vuelta a las aulas de secundaria, donde las jóvenes empiezan a conocer sus cuerpos y cómo otros pueden usarlos en su contra; las campañas de alfabetización, en las que adquieren conciencia de clase y se percatan de sus privilegios por primera vez; y hasta una escapada a Londres y París en plena etapa universitaria donde vislumbran tanto las heridas abiertas como el cariño de una amistad de largo recorrido.
Recuerdos agridulces
Si las historias de Mila, Citlali y Dalia resultan tan verosímiles y cercanas es porque, además de que la pluma de Barrera es certera y escribe con delicadeza y naturalidad, se componen de vivencias reales experimentadas por la autora y su círculo íntimo.
“Decidí hacerlo novela y no una memoria o relato autobiográfico porque quería mezclar historias de muchas amigas con historias mías. Pero, en el proceso de mezclar todas estas historias, las tres protagonistas fueron cobrando vida propia. Ya no veo tan claramente los referentes de personajes de mi vida, son ellas. Ellas respondían a cosas que les sucedían, ya no como lo que me había pasado a mí o a mis amigas, sino como lo que les pasaba a ellas como individuos”, relata.
“Punto de Cruz” alberga en su interior divertidas anécdotas y relatos sobre las primeras veces, pero también sucesos duros sobre la anorexia, la pérdida, la violencia sexual o la pedofilia.
“Tardé mucho tiempo en darme cuenta de lo que había vivido y escribir esta novela era parte de digerirlo y asimilar. No sé si sanar, pero por lo menos entenderlo más. Es una historia muy personal y hasta cierto punto muy dolorosa para mí y me cuesta hablar del libro, pero estoy aprendiendo”, se sincera Barrera.
Narrar a golpe de aguja y de hilo
Como recuerda la autora, los términos “texto” y “textere” comparten la misma raíz latina que significa tejer, trenzar, entrelazar. Y exactamente eso es lo que hace Barrera en la obra, ya que las diferentes historias del pasado y presente de las tres amigas se entremezclan con interesantes fragmentos ensayísticos sobre el bordado, fruto de un ensayo suyo anterior a la novela que se quedó con las ganas de alargar.
“Cuando hace cuatro años empecé a escribir esta novela con la intención de regresar a la época de la juventud y explorar la amistad de las mujeres desde el inicio de la adolescencia hasta el principio de la edad adulta, recuperé mis recuerdos y memorias de esa época y me di cuenta de la importancia que tenía el bordado, así que decidí regresar a ese ensayo, reescribirlo y expandirlo. En algún momento iba a ser un epílogo y después me di cuenta de que lo que tenía que hacer era bordar la historia de las amigas con el ensayo y el resultado es este ensayo-colcha hecha con retazos”, rememora Barrera.
Y es que, el bordado en “Punto de Cruz” no es más que una metáfora de todas esas redes que tejen las mujeres “para la lucha política, feminista o en la simple complicidad del gozo de crear juntas“, en palabras de su autora.