
Donna Strickland, tercera mujer en ganar el Premio Nobel de Física en 2018. EFE/Román G. Aguilera
Donna Strickland, el “peso” de ser la tercera mujer en ganar el Nobel de Física
Tras recibir la medalla de honor del premio “Julio Peláez”, que otorga la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno a las mujeres pioneras en física, química y matemáticas, Donna Strickland habla en una entrevista con Efe de su trayectoria, de cómo le cambió la vida recibir el Nobel, y sobre mujer y ciencia.
A Strickland, ganadora del Nobel de Física 2018 y la primera mujer en recibir este premio en 35 años, a veces se le hace cuesta arriba ese papel de mujer relevante en la ciencia y destacada con los máximos galardones, porque no se siente autorizada para hablar en nombre de toda la población femenina del mundo.
Esta científica (Guelp, Canadá, 1959) ha sido investida doctora honoris causa en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander.
Esos logros tan destacados en la ciencia, un campo en el que tradicionalmente han brillado los hombres, y los reconocimientos que está recibiendo, hacen que a menudo le pregunten por temas de género o relacionados con el papel de la mujer en la investigación en áreas con hegemonía masculina.
Tercera mujer en ganar el Nobel de Física
Sin embargo, no es una cuestión que Strickland haya analizado y en su caso no fue consciente de que era la tercera mujer en ganar el Nobel de Física hasta que no se lo dijeron.
Para esta investigadora, a veces es un peso “un poco duro de llevar” el tener que pronunciarse sobre estos temas en los que no es una experta.
“Las mujeres son aproximadamente la mitad de la población mundial y no me siento capacitada para hablar en nombre de todas ellas. Eso es un poco difícil para mí”, dice.
Esa prudencia que muestra a la hora de no querer ser ‘portavoz’ de la población femenina le lleva a no aventurarse a opinar sobre por qué tradicionalmente las niñas se decantan menos por los estudios relacionados con las tecnologías o ingenierías.
“Eso es parte del problema que tengo”, explica antes de precisar que ella no ha estudiado por qué las mujeres estudian menos física, ingeniería o matemáticas.
A ella le encanta hacer ciencia porque es “divertido”, y ese placer que encuentra en su trabajo, la investigación, le supone una especie de “recompensa” frente a las muchas horas que dedica.
Según explica, desarrolla su labor con un laboratorio pequeño, con pocos estudiantes, al que antes de recibir el Nobel podía dedicar un montón de tiempo. Sin embargo, todo ha cambiado y muchas cosas las tiene que resolver ahora a través del correo electrónico.
Y es que el Premio Nobel le ha supuesto un giro vital, con más notoriedad y muchos viajes, aunque personalmente espera que el galardón pueda servir para que la fotónica tenga un mayor reconocimiento y también su universidad, la de Waterloo (Canadá).
Desde niña le interesó la física
Cuenta que ya desde niña le interesó la física. Su padre es ingeniero y su madre profesora y ese mundo académico y científico nunca le fue ajeno.
Cuando era pequeña en su casa nunca hablaban de si Donna iría a la universidad, sino que lo daban por hecho. “Los dos (su padre y su madre) siempre hablaban de ‘cuando vayas a la universidad'”, recuerda con una sonrisa, aunque afirma que nunca trataron de dirigir por qué carrera tenía que optar.
Apunta que cuando ella empezó a trabajar el láser era algo muy nuevo y resalta las numerosas aplicaciones que mucha gente desconoce. “La mayoría no se da cuenta de que cada conexión de Google lleva láser dentro”, comenta.
Desde joven esta investigadora apuntó maneras, ya que en el colegio ganó un premio de física. Cuando su profesora vaticinó que quizás supusiera el inicio de una carrera meteórica en esa área, ella pensó “¡uy no por favor!, porque era muy tímida y le daba miedo que sus compañeros pensaran que era “un bicho raro”.
Pero al cabo de unos años, con más madurez, ya no le importaba tanto y empezó a disfrutar de ese mundo. Un gusto que sigue décadas después.