Celia Rico

La guionista y directora de cine Celia Rico posa en la alfombra roja antes de la gala de clausura del 27 Festival de Cine en Español de Málaga. EFE/Carlos Díaz

'Los pequeños amores', de Celia Rico, rompe con la narrativa que enfrenta a madres e hijas 

Ane Amondarain | Madrid - 21 abril, 2024

La guionista y directora de cine Celia Rico, obsesionada, como reconoce, con el hogar y la figura materna, desmonta en Los pequeños amores la narrativa que enfrenta a madres e hijas y apuesta por aproximarse a las relaciones maternofiliales desde la empatía y la comprensión.

"Las películas que retratan las relaciones madre-hija siempre están contadas desde un conflicto que tiene que ver con el trauma, pero puede haber otras miradas desde el entendimiento. Comprender a las madres y, sobre todo, las circunstancias en las que les ha tocado vivir nos ayuda a mostrar estas relaciones desde otro prisma, que tiene que ver con las encrucijadas y contradicciones vitales. Esto es una mirada muy de género", asevera Rico (Constantina, Sevilla, 1982) en una entrevista con Efeminista.

Viaje al cuarto de una madre (2018) fue su ópera prima como guionista y directora. En esta cinta retrató el vínculo maternofilial de una familia monomarental, cuando la hija se hace mayor y comienza a volar del nido. Con ella ganó el premio al mejor guion en los Premios Gaudí y en el Festival Internacional de Cine de Almería.

Ahora, Rico retorna al hogar, espacio clave en su filmografía, para aportar una mirada sincera y genuina sobre la filiación a la edad de cuarenta años, cuando se hace un balance de la vida "ante la idea de una no descendencia", explica. La cineasta confiesa que el espacio de lo público no le interesa en demasía; su fijación es la casa.

"El terreno de lo público ya lo conocemos y es allí donde siempre nos ponemos una máscara. Me parece más interesante el hogar, sobre todo, a estas edades, para ver qué es lo que hemos recogido de esa infancia, de esos roles y cómo eso hay que cambiarlo y empezar a verlo de otra manera", relata.

Este filme, que se estrenó el 8 de marzo y que pretende ofrecer una mirada alternativa ante los discursos que juzgan a las madres como buenas o malas, sin dejar espacio a esa gama de grises que impregna la cotidianidad, triunfó en el Festival de Málaga.

Se alzó con el premio especial del jurado y el premio a la mejor interpretación femenina de reparto para la actriz Adriana Ozores, quien hace de Ani, la madre. Rico celebra ambos reconocimientos fruto del trabajo en equipo y, en especial, de las protagonistas Ozores y María Vázquez (quien interpreta a Teresa, la hija). "No puedo entender el trabajo de una sin la otra. Es una escultura de dos", agrega.

Los mitos que nos hacen perseguir lo imposible

Pregunta (P).- ¿Qué es Los pequeños amores

Respuesta (R).- Esta película surge de una reflexión sobre lo que significa ser hija cuando estás en los cuarenta y la decisión de ser o no madre es ya definitiva. Y cómo nos vinculamos con nuestra madre y hacemos balance de nuestra vida, ante la idea de una no descendencia. Sobre todo, en relación a las expectativas, en qué va a pasar de aquí en adelante con las decisiones que hemos tomado y con esa nueva circunstancia que es la no maternidad.

La idea del amor y de los amores pequeños viene de recoger este concepto del 'amor incondicional', que vinculamos con las relaciones entre padres e hijos y que define todas las formas en las que nos vinculamos. Me planteaba, en este momento vital de la protagonista, cómo poder darle una vuelta a toda esa idea, cuando te ves con cuarenta años, sin pareja, sin hijos y con una madre que en algún momento va a faltar. Darle una vuelta también a esa idea del 'gran amor', que puede ser que no esté en la vida de esta mujer en el futuro. Quería indagar en otra forma de vincularnos, darle el valor a esos pequeños amores, que son las cosas del día a día, las cosas que tenemos, no las que no tenemos.

P.- ¿Esos pequeños amores son los verdaderamente grandes?

R.- Exactamente y lo grande, eso del amor romántico, del amor de tu vida o del amor incondicional, que son los padres, pues, están ahí o no. Todas esas cosas son, en realidad, proyecciones, expectativas, relatos, mitos, que muchas veces nos hacen perseguir lo imposible y frustrarnos mucho. No estoy hablando ni de conformismo ni de falta de ilusión. Me refiero más a que cuando hagamos el balance, valoremos esas cosas pequeñas y que no estemos pensando en lo grande que no conseguimos. Las ramas no nos dejan ver el bosque.

Desmontando tópicos sobre las relaciones maternofiliales

P.- En esta película vemos roces entre madre e hija, pero también grandes momentos de comicidad, amor y comprensión. De alguna forma rompe con los discursos que enfrentan a madres e hijas. ¿Qué podría contarnos sobre ello?

R.- Las películas que retratan las relaciones madre-hija siempre están contadas desde un conflicto que tiene que ver con el trauma. Cuando vamos a hacer terapia, como hijos, es lógico que salgan los padres.  Son nuestra primera visión del mundo y a partir de ahí estamos revisitando eso todo el rato. Pero puede haber otras miradas no desde el conflicto y lo traumático, sino desde el entendimiento. Durante la adolescencia, a veces, tenemos que no entender para podernos revelar contra las cosas que no queremos y definirnos como independientes. Pero entender a las madres y, sobre todo, entender el contexto y las circunstancias de la época que les ha tocado vivir creo que nos ayuda a mostrar estas relaciones familiares desde otro prisma, que tiene que ver con las encrucijadas y las contradicciones vitales. Esto también es una mirada muy de género. 

Me preguntaba cómo mostrar a una madre que no se la juzgue como buena o mala. Buscaba matizar todo ese estereotipo que tanto hemos visto en el cine y en la literatura e intentar humanizar a los personajes, juntar lo bueno y lo malo y, sobre todo, que las actrices también las interpretaran desde dentro y sin juzgarlas. Me gusta que haya una mirada sin prejuicios.

El hogar, espacio clave en la filmografía de Celia Rico

P.- Tanto en Los pequeños amores como en Viaje al cuarto de una madre el hogar es central. ¿Es un recuperar estos espacios para darles otro sentido?

R.-  El papel al que se les ha relegado a las mujeres es el hogar, el terreno de lo íntimo, los cuidados, los afectos... Sin embargo, el padre ha sido históricamente ese modelo al que nos queríamos parecer. La madre se quedaba en casa y nosotras, como hijas, queríamos ser como el padre, queríamos conquistar el espacio de lo público. En el cine, la representación de los padres no ha sido la de las relaciones traumáticas y conflictivas. La mirada histórica que, como hijas, tenemos del padre y de la madre es muy distinta. Todo recae en las mujeres y las madres se sienten muy cuestionadas porque les ha tocado cumplir ese rol. Esto es lo que hemos construido como sociedad, no es un tema de los hombres.

La casa está asociada a la madre y me parece bonito representar eso, no desde un pensamiento arcaico ni conservador. No es eso lo que quiero decir con esta obsesión mía de las madres y las casas. Tiene que ver con la zona de confort, donde una se puede permitir ser frágil y también esconderse. Ese espacio tan íntimo es el que me interesa. El terreno de lo público ya lo conocemos y es allí donde siempre nos ponemos una máscara. Me parece muy interesante el terreno del hogar, sobre todo, a estas edades, para ver qué es lo que hemos recogido de esa infancia, de esos roles y cómo eso hay que cambiarlo y empezar a verlo de otra manera.

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"Cuando cuidas, tienes una posición de toma de decisiones"

Es muy duro darte cuenta de que tus padres son mayores y que tienes que empezar a cuidarlos. Me gustaba esa idea de una casa donde se cambian los roles. Por eso quería una casa en movimiento. Por ejemplo, la madre no puede dormir en la planta de arriba porque tiene mal la pierna. Cuando nos ponemos en un lugar distinto se genera una dinámica distinta. Es una casa, además, que necesita cuidados, que se tiene que pintar, tiene grietas. Esos cuidados de la casa también hacen que la hija ocupe el rol de cuidadora, de madre.

No era tanto el tema de los cuidados, que está clarísimo, sino que cuando cuidas y ocupas ese lugar, tienes una posición de toma de decisiones. A la hija, que está en un momento de crisis, de inseguridades, tener que tomar decisiones le hace coger la sartén por el mango y tomar el control de su vida y que no sea tanto la mirada de su madre sobre su propia vida.

'Los pequeños amores' triunfa en el Festival de Málaga

P.- Esta película le ha valido el Premio Especial del Jurado en el Festival de Málaga. ¿Cómo ha recibido este galardón?

R.- Muy contenta. La acogida de la película en el festival fue muy bonita y no esperábamos ningún premio. Me gustó mucho el premio a Adriana Ozores (quien interpreta a Ani, la madre), a la mejor interpretación femenina de reparto, porque era un personaje difícil. Es una madre que está todo el rato emitiendo sus opiniones y puede caer mal, pero quería que tuviera ternura, que la entendieran y empatizaran con ella. Fue un trabajo casi de equilibrista. Ella le puso muchísima finura, mucha atención al detalle. También es un premio a María Vázquez (quien interpreta a Teresa, la hija) porque no puedo entender el trabajo de una sin la otra. Es una escultura de dos. 

"El cine es mi herramienta para estar en el mundo"

P.- En estos momentos se encuentra embarcada en otro proyecto. ¿De qué se trata?

R.- En cuatro semanas empiezo el rodaje de una película que se llama 'La buena letra'. Es una adaptación de una novela de Rafael Chirbes con el mismo título, que está ambientada en la posguerra y ya estamos aquí para arrancar dentro de poco.

P.- ¿Qué es el cine para usted?

R.- En una conversación con un amigo sobre este último proyecto, hablábamos de algo que quizá sea lo que quiero hacer ahora: intentar mostrar las interioridades de una mujer, sin que una cuente demasiado. Es muy difícil llegar a eso, pero quizás el cine sea la única disciplina que pueda mostrarlo.

El cine me ha ayudado a afinar mi mirada y eso me permite adivinar el mundo emocional, las interioridades y ver al otro. Muchas veces estamos tan en nosotros mismos, tan en la vorágine, que nos cuesta ver al otro, más allá de lo que éste muestra. El cine es mi herramienta para estar en el mundo. Cuando he ido al psicólogo nunca he tenido que hablar demasiado de mis padre porque haciendo las películas reflexionado tanto sobre eso que ha sido una herramienta para ordenar las ideas, las emociones.

"A los hombres nunca se les ha dicho lo que tienen que contar"

P.- Aunque no es una crítica generalizada, algunos expresan su hartazgo hacia los productos culturales sobre las relaciones madre-hija. ¿Qué podría responder Celia Rico?

R.- Siento que hay algo de paternalismo. Siempre nos están diciendo lo que tenemos y no tenemos que hacer. Lo primero sería que nos dejen contar lo que queramos. Si como mujer quiero hacer una película de ciencia ficción, la hago. Pero si quiero hacer una película intimista de madre-hija, también. No por ser mujer tengo que hacer una película de madre-hija, pero no porque haya muchas, tengo que dejar de hacerla. Voy a decidir lo que quiera hacer en cada momento.

A los hombres nunca se les ha dicho lo que tienen que contar. Si contamos estas historias es porque seguramente no las hemos visto reflejadas y queremos que estén. Esta muy de moda hablar de contenidos, pero esto no va de eso, va de miradas. Cada generación tiene una distinta. Que nos dejen mirar.



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