• Selección de castañas por parte de las operarias en la fábrica de procesamiento en Santa Isabel, en Riberalta (Bolivia).Foto: Elena Rodríguez.

  • La mujeres de Riberalta (Bolivia)en el proceso de limpieza y selección de las castañas.Foto: Elena Rodríguez.

  • Selección de castañas por parte de las operarias en la fábrica de procesamiento en Santa Isabel, en Riberalta (Bolivia).Foto: Elena Rodríguez.

  • Recogida de castañas en un bosque del municipio de Puerto Gonzalo Moreno, en la Amazonía de Bolivia. Foto:Elena Rodríguez.

  • Uno de los procesos de selección de las castañas.Foto: Elena Rodríguez.

  • Una boliviana en la fábrica de selección de castañas.Foto: Elena Rodríguez.

  • Recogida de castañas en un bosque del municipio de Puerto Gonzalo Moreno, en la Amazonía de Bolivia. Foto:Elena Rodríguez.

  • Una mujer que trabaja en la recogida de castaña descansa en una comunidad de Puerto Gonzalo Moreno mientras vigila a sus hijos.Foto:Elena Rodríguez.

  • Descarga de sacos de castaña a las orillas del río Madre de Dios, que divide los departamentos de Beni y Pando, en la Amazonía boliviana.Foto:Elena Rodríguez.

  • Sacos de castaña son descargados por operarios a las orillas del río Madre de Dios, que divide los departamentos de Beni y Pando, en la Amazonía boliviana.Foto:Elena Rodríguez.

Bolivianas, mujeres y amazónicas: grandes heroínas

Redacción - 16 noviembre, 2018

Zafreras, trabajadoras fabriles, madres, empresarias, hijas o sindicalistas. Todas ellas mujeres, bolivianas y amazónicas, en todos los sentidos de la palabra, que luchan por la subsistencia de la familia frente a un modelo de sociedad patriarcal.

Las mujeres son las auténticas heroínas del Amazonas boliviano y las encargadas de mantener el buen rumbo de la familia, tanto a nivel económico, trabajando en las fábricas, como cuidando de los hijos.

De los cerca de 6.000 fabriles que trabajan en las beneficiadoras de castaña, plantas que procesan la almendra o castaña tras su recolecta en el bosque, el 80 % son mujeres, según datos de la Federación de Trabajadores Fabriles de Riberalta.

Ellas son las elegidas ya que el trabajo precisa de “una gran delicadeza” para que el producto no resulte dañado en el proceso de selección y limpieza, como apunta a Efe Sonia Tellerín, dirigente del sindicato.

Trabajan en turnos de ocho horas de lunes a viernes, comenzando, habitualmente, a las cinco de la mañana, y hacen una pausa en la mitad de la jornada para descansar.

En general, las trabajadoras perciben el salario mínimo de Bolivia, unos 2.000 bolivianos mensuales, cerca de 290 dólares, aunque algunas suman pluses de antigüedad.

Tellerín denuncia que “a veces no les están pagando lo que es correcto”, algo que les urge solucionar.

Solo una empresa, la beneficiadora Santa Isabel dirigida por Hugo Aramallo, quiso abrir sus puertas para mostrar las condiciones de las trabajadoras. Aquí la seguridad y la higiene están controladas, aunque en algunos puntos únicamente un par de ventiladores hacen mover el aire viciado de la fábrica.

No obstante, las buenas condiciones de esta beneficiadora contrastan con otras de la zona, que se resisten a que se conozcan sus instalaciones.

En 2015 en la beneficiadora Las Almendras, también de Riberalta, explotó un caldero e hirió a dos personas, provocando quemaduras en el cien por cien del cuerpo a una de ellas.

El trabajo de las fabriles no es extremadamente complicado pero sí agotador, ya que los descansos son mínimos y el volumen de producto muy elevado.

Tanto es así que, a pesar de irse la luz por una subida de tensión, las trabajadoras continúan seleccionando almendras iluminadas con una linterna como si nada hubiera pasado.

Modelo de dependencia del varón

Marta Teresa de Alarce tiene 38 años y lleva toda su vida en una comunidad del norte amazónico de Bolivia trabajando en lo que el campo ofrece. Sus hijos corretean escapando de los mosquitos y devoran rápidamente su arroz con plátano frito y pollo, mientras que las niñas tienden la ropa o limpian la sala.

El sistema patriarcal impera en esta parte del Amazonas y dificulta la independencia de las jóvenes. Las mujeres acceden a peores puestos de trabajo y perciben sueldos inferiores que sus colegas, lo que les obliga a depender económicamente del varón.

El 80 % de trabajadores fabriles son mujeres, pero únicamente el 10 % de empresarios o barraqueros lo son, con lo que el poder continúa estando en manos de los hombres, según datos del Sindicato Zafrero.

La zafra consiste en la recolección de castañas en los bosques amazónicos para su traslado y procesamiento en ciudades bolivianas como Riberalta o Cobija.

Las almendras, como también se conoce a este producto, son procesadas en fábricas y posteriormente exportadas a Estados Unidos y Europa, sobre todo.

En Bolivia los trabajadores de la zafra se desplazan con toda su familia durante los tres meses que dura la cosecha, lo que pone en riesgo la vida de todos los integrantes, desde el peligro de picaduras de serpientes venenosas y mosquitos que transmiten graves enfermedades, como la malaria, hasta la caída fatal de cocos.

Ellas se trasladan con sus maridos a las zonas de recolección para ayudar en el trabajo y ocuparse de cocinar y limpiar en la provisional barraca en la que viven.

Rodri Camasuri, secretario general del sindicato zafrero, destaca las precarias condiciones de traslado a las zonas de trabajo.

“A veces hay traslados a través de carreteras, que van apretados en los camiones hasta siete u ocho horas con esa incomodidad. Mayormente las mujeres son las que sufren las consecuencias de los viajes, los golpes”, advierte.

Trabajo infantil

En 2014 el Código Niño, Niña, Adolescente de Bolivia prohibió 21 tipos de trabajo infantil considerados peligrosos, entre los que aparecen la zafra, la minería, los oficios en industrias y el servicio doméstico.

Tradicionalmente las familias que se dedican a la zafra se desplazaban con los hijos a las zonas de recolección, ya que “dejarlos solos en la ciudad era incluso más peligroso”, relata Edwin Endara, presidente del sindicato zafrero.

Los datos del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) muestran que la delincuencia juvenil y el acoso a niñas aumentó cuando las familias empezaron a dejar a los jóvenes en la ciudad.

Por este motivo, la federación de fabriles y los propios zafreros reclaman al Gobierno boliviano “una solución” y “una alternativa de trabajo” para los jóvenes menores de 15 años, que ya no pueden aportar dinero a la familia.

“La Amazonía está olvidada, esto no es de ayer ni de hoy, esto viene de hace tiempo buscando una solución y, hasta ahora, no se pronuncian las autoridades, no hay una buena disposición para buscar proyectos para estos jóvenes”, subraya Dani Mercado, encargada de la cartera de relaciones de la federación de fabriles.

Esta problemática afecta principalmente a las mujeres, ya que eran ellas las que llevaban los hijos a las fábricas o los acompañaban en la zafra para protegerlos.

Auténticas heroínas

Además, en esta parte amazónica de Bolivia, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) del país, en 2016 la tasa de natalidad llegó a 25 nacimientos por cada mil habitantes y la tasa global de fecundidad a 3,2 hijos por mujer, uno de los más altos del país.

Tanto es así, que el 63 % de la población del departamento amazónico del Beni se encuentra entre los 0 y los 28 años.

En Santa Isabel tienen un convenio con la Gobernación regional para que las trabajadoras puedan dejar a los hijos en una guardería, pero en otros sitios las mujeres siguen tirando de ingenio para mantener el buen rumbo, como auténticas heroínas.