
Mujeres alzan carteles en la concentración convocada en la Plaza del Ayuntamiento de València tras el repunte de asesinatos machistas y el hallazgo del cuerpo de la pequeña Olivia en la costa canaria. EFE/Biel Aliño/Archivo
Especial protección para las víctimas de violencia de género y enfermedad mental
“Se nos agrede por todas partes” cuenta Berta, una víctima de violencia de género que convive además con la enfermedad mental. Se ha pronunciado para denunciar la “doble agresión” que sufren las mujeres como ella: a la de su maltratador se le suma la discriminación por parte del sistema.
Su llamado se basa en que las mujeres con una enfermedad mental víctimas de situaciones de maltrato puedan acceder a servicios en psicología y psiquiatría especializados en violencia de género.
Como explica en una entrevista a Efe, ella sigue contando con los mismos recursos que antes de sufrir violencia de género: un equipo de profesionales le brinda ayuda desde hace tiempo, pero no puede recurrir a una figura especializada, al considerarse que ya disfruta de esos servicios por su enfermedad.
“Necesito que las cosas cambien porque yo soy una persona que cree en la justicia. A cualquier discapacitado se le intentan romper esas barreras arquitectónicas y a nosotras nos las están poniendo”, señala Berta, que ilustra esta falta de atención especializada con la siguiente comparación: ¿A quién se le ocurre meterle un dedo en el ojo a un tuerto?
“Necesitamos una especial protección”
Defiende que ya de por sí hay que tener mucho cuidado con la situación de vulnerabilidad que se genera en una víctima de violencia de género, pero que en el caso de las mujeres con una enfermedad mental “ya venían con eso”: “Necesitamos una especial protección y no que se nos exponga de la manera en que lo hacen“.
Berta habla también de la necesidad de sensibilizar y concienciar a los profesionales, “que también te ponen en duda” al tener una enfermedad mental.
“Cuando vas a un psiquiatra nuevo también te empieza a juzgar, también te empieza a cuestionar, y es muy doloroso repetir la misma historia en un momento determinado porque te cambien de médico. Es lo peor que te puede pasar”, relata sobre la dificultad de repetir el relato del “verdadero infierno” que tuvo que soportar en todos los sentidos: mental, emocional y físico.
“Cuando llegó la violencia de género, yo estaba verdaderamente frágil. Caí en las peores manos que podía haber caído“, sostiene Berta sobre el agresor, que “te quita las pocas herramientas que te pueden quedar”.
En su caso, contaba con “una gran barrera arquitectónica”, su propia mente, debido a los trastornos mentales que desarrolló en la preadolescencia, consecuencia de una situación de maltrato en la infancia.
Berta consiguió huir, “pero los agresores te persiguen”: “Acaba con nuestras vidas porque el dolor es infinito, todo tiene un tope en esta vida”.
En la última agresión que sufrió en la calle fue la Policía Nacional la que denunció de oficio. Recuerda cómo los agentes la trataron con una “delicadeza increíble” y cómo todavía hoy siguen pendientes de ella. Su abogada en ese momento también le dio “una fuerza impresionante” porque, como reconoce, sin esos apoyos “no habría sido capaz de continuar con eso”.
Una víctima ilegítima
“El juicio fue horrible”, continúa. Relata que se le privó de biombo -“solo es una tela, pero te impide verlo, puedes imaginarte que no está allí”- y, aunque a su abogado no se le permitió acceder a los informes médicos de urgencias de anteriores agresiones, la parte contraria pudo recurrir a su pasado con enfermedad mental y a que había salido de su ingreso clínico un año antes.
“Ahí yo tengo que hacer una reclamación horrible porque el juez se saltó la Ley de Protección de Datos Personales. Nadie tiene derecho, sin nuestro permiso, a hablar de algo que nada tiene que ver con ese tema: sí en la protección, pero no en la exposición”, reivindica.
Porque, como recuerda, en el momento en el que se demostró que la víctima era una persona con una enfermedad mental “cambió el juicio”: “Se me empezó a juzgar a mí. Mi palabra no tenía valor de ningún tipo y, gracias a la investigación, el testimonio de policías y de testigos se demostró que él era culpable”.
En salud mental, las personas “no son números”
En la actualidad, Berta agradece poder contar con la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (ASAPME) que, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer, reclamó visibilizar el problema que sufren las mujeres con enfermedad mental víctimas de violencia de género.
“A mí personalmente me están reconstruyendo como persona. Aunque no me dan atención especializada, aquí hay una humanidad y una calidad increíbles porque están interesados en conocernos, nos respetan por como somos, nos valoran, nos motivan y, de alguna manera, nos salvan la vida”, agradece Berta, con la mirada puesta en Elena Gavín, la trabajadora social del centro que la acompaña en la entrevista.
Gavín subraya que, como en violencia de género, en salud mental las personas “no son números”, y no podemos tratar a todas por igual. Aunque estas mujeres ya cuenten con la atención psicológica o psiquiátrica de la Seguridad Social, en muchos casos, lamentablemente, sí que sería necesario contar con ese apoyo extra de atención especializada en violencia de género.
Por ello, reclaman la accesibilidad universal en todos los servicios públicos, incluidos los específicos de protección destinados a la mujer víctima de violencia machista, y que se implanten protocolos en los servicios de salud mental para la detección y el tratamiento de situaciones de violencia.