
La cantautora y activista española Rozalén (i) junto a la joven indígena maya estudiante del IGER (Instituto Guatemalteco de Educación Radifónica) Kimberley Chivalán Zacarías, durante la presentación del informe "Seguras para aprender en libertad", de la ONG 'Entreculturas'. EFE/ Diego Pérez Cabeza
Rozalén: “Me quedo con la gente que sí esta construyendo”
Imitando el estilo de su último videoclip “Este Tren“, que define como una canción en movimiento, Rozalén “avanza, no para”. El tema es un adelanto de su próximo álbum, que se publicará “después del verano” y en el que habrá “mucha crítica social, mucho hablar de la mujer“.
“Hay temas de actualidad, que supongo que darán más que hablar”, augura en una entrevista con EFE; igual que lo hicieron en su momento “La puerta violeta“, contra la violencia machista, y “Justo“, un relato familiar en pro de la memoria histórica. De ellos resalta las casualidades que los rodearon: “Todo el mundo me dice ‘eres bruja total'”.
“Cuando hice ‘La puerta violeta’ no sabía que iba a haber luego una ola feminista de esa manera“
“Me han pasado cosas un poco extrañas. Cuando hice ‘La puerta violeta’ no sabía que iba a haber luego una ola feminista de esa manera. Ni cuando hice ‘Justo’ pensaba que iban a desenterrar a Franco. Me pasan movidas con las que yo alucino”, cuenta acerca de sus poderes mágicos.
En su nuevo álbum habrá candidatas a unirse a esa colección de himnos sociales que ya atesora María Rozalén (Albacete, 1986), a la que durante el confinamiento se ha sumado también “Aves enjauladas“, su canto a las cosas que considera importantes de verdad.
Los mensajes de su próximo disco
“Este tren”, el primer adelanto del que será su cuarto disco de temas originales, estaba escrito desde “hace muchos meses”, aunque su discurso de ‘carpe diem’ venga ahora como anillo al dedo. “Es un mensaje muy tópico, pero creo sinceramente que nadie lo sigue. Seríamos mucho más disfrutones y no tendríamos tanta amargura”, dice sobre la letra.
Pero lo que más le gusta de su nuevo sencillo es que propone “una estructura muy diferente, nada comercial, que no tiene estribillos”. Las baquetas de la batería se transforman, por medio de una especie de aliteración sonora, en “el ‘chucuchú’ del tren” y mantienen el ritmo de “una canción que avanza, que no para, que solo crece“.
“Hay mucho mensaje relacionado con el individuo: el autocuidado, la capacidad de decir que no…”
Aunque se muerde la lengua para mantener muchos de los interrogantes sobre su nuevo álbum -“me tengo que hacer la interesante”, bromea-, la albaceteña desvela que habrá “mucho mensaje relacionado con el individuo: el autocuidado, la capacidad de decir que no, el que si nos queremos dar a los demás primero tenemos que mirarnos a nosotros mismos“.
También avanza que continuará la “tradición” de versionar “una canción de autor mítica“. En su último disco fue “Volver a los diecisiete“ (Violeta Parra) y en “Quién me ha visto…” (2015), “La belleza“ (Luis Eduardo Aute). Para otoño, “otra mitiquísima de un cantautorazo que me vuelve loca“, dice.
Aunque desde su humildad característica, Rozalén no es capaz de mojarse del todo sobre si intuye algún nuevo himno entre los temas de su próximo disco, sí revela que habrá letras “de actualidad”. Solo pide, “por favor”, que la gente “haga suyas las canciones, pero que sea para hacer bien y no para separar más“.
Un arte heredado de las mujeres de su familia
Achaca su facilidad para contar historias a una cuestión de herencia familiar más que a la influencia de sus estudios de Psicología: “Me viene mucho por las mujeres de mi casa. Mi abuela y mi madre son superexpresivas y muy contadoras de historias. Tú escuchas a mi abuela contando historias y te quedas ’embelesá’. Te atrapa”, explica.
“Ojalá yo llegara a la sombra de lo que son mi madre y mi abuela”
Con la excusa de su anterior disco, “Cuando el río suena…” (2017), en el que Rozalén ahondó en sus raíces familiares, convirtió a su abuela en protagonista de varios vídeos en los que las dos conversan sobre algunas de sus canciones: “El hijo de la abuela“, “Justo“, “La puerta violeta“, “Girasoles” y “Amor prohibido“.
La aparición estelar de su madre fue durante la grabación en directo de “Quién me ha visto y quién me ve” (2016), álbum en el que ambas interpretaron “Y sin embargo te quiero“. “Ella es la gran artista de la casa y ese fue el momento más emocionante de todo el disco. La han bautizado artísticamente Angelita de Letur, por su pueblo. Ha cumplido un sueño”, dijo Rozalén en una entrevista antigua con EFE sobre aquel momento.
“Ojalá yo llegara a la sombra de lo que son mi madre y mi abuela”, anhela, como siempre, con gran estima hacia sus orígenes. De su padre dice haber heredado, en cambio, “la hipersensibilidad“. “Están orgullosos. Y para mí es importante que lo estén. Si no, yo me preguntaría si algo no estoy haciendo bien”, confiesa.
Feminismo y compromiso social
Acostumbra a colaborar con ONG y asociaciones. Este sábado ha participado junto al colectivo Arte Muhé en la primera edición del Madriz Kiwi Fest, un festival ‘online’ organizado por las redes de cuidados de los barrios de Madrid.
Arte Muhé es un grupo de mujeres artistas que, con el feminismo por bandera, reivindica el espacio, la visibilización y la igualdad de condiciones de las mujeres en el arte. Entre sus componentes hay músicas, pintoras y poetas. Al nombre de Rozalén se suman otros como los de Eva Sierra, La Mare y La Otra.
Otra de sus grandes luchas es la del mundo rural. De hecho, en 2016 puso en marcha Leturalma, festival que se celebra en Letur (Albacete), el pueblo de menos de mil habitantes de la Sierra del Segura del que procede su familia. “Debería” cantar sobre la España vaciada y tiene “proyectitos en la cabeza que tienen que ver con lo rural y con lo tradicional“.
“Me quedo con la gente que sí está construyendo”
A pesar de que le cuesta mantener el optimismo tras la crisis sanitaria, sentencia: “Quiero ser positiva. Yo me quedo con esta gente, con la gente que sí está construyendo“.