
Mujeres mosuo, con los trajes típicos, listas para bailar durante una fiesta de la comunidad. Choo Waihong / Ediciones Península
El reino de las mujeres mosuo, una sociedad matrilineal en peligro
A la sombra de la montaña-diosa Gemu, en plena cordillera del Himalaya, los mosuo constituyen una de las pocas sociedades matrilineales que quedan en el mundo. Las mujeres que lideran esta sociedad ven cómo la apertura de la comunidad al resto de China está cambiando, y poco a poco destruyendo, su pequeño mundo.
Las mosuo son fuertes de cuerpo y espíritu. Así las describe Choo Waihong, la autora de “La tribu de las mujeres: vida, amor y muerte en las recónditas montañas de China”. Ellas son el eje central de una sociedad que se basa en el libre albedrío femenino. Las mosuo crecen y viven sin ninguna dependencia de los hombres. Ni económica ni social ni emocional.
Waihong decidió dejar su trabajo como abogada de grandes empresas de Estados Unidos y Singapur en 2016 para viajar a China y conectar con sus raíces. Allí, a la orilla del lago Lugu, descubrió este semimatriarcado que la ha acogido como a una más.
Al principio, las impresiones de Waihong no variaban mucho de las del resto de turistas que se acercaban al reino de las mujeres. Pero a medida que aumentaba el tiempo que pasaba en la comunidad, era más consciente de la naturaleza única del lugar.
“Ver cómo se comportan, asertivas y tan seguras de sí mismas, y cómo todas las personas, incluidos los hombres, aceptan esta actitud, me hizo darme cuenta de que estaba en un lugar especial para las féminas”, dice la autora a Efeminista.
Waihong ha hecho de la comunidad su segundo hogar. “Siguiendo el ejemplo de mis amigas mosuo me sentí más confiada. Me atreví a ser más yo misma sin tener que apretar los dientes y luchar por mi espacio personal, como había hecho toda mi vida en un mundo dominado por los hombres”.
Matrimonio andante
Los mosuo nacen en una sociedad en la que el matrimonio como tal no existe. Podría considerarse una comunidad de madres solteras. Las mujeres, de ojos almendrados, piel color canela y aparentemente menudas, deciden quiénes serán sus parejas sexuales y por cuánto tiempo.
Este tipo de relaciones se denomina “matrimonio andante”. Consiste en encuentros entre el hombre y la mujer, sin ningún tipo de compromiso por ninguna de las dos partes. Las relaciones pueden prolongarse en el tiempo y hasta adquirir la forma de una relación afectiva, pero las parejas no llegan a convivir nunca.
En este entramado complejo de relaciones físicas y emocionales, no es raro que algunos niños mosuo vengan al mundo sin que se sepa quién es el padre. Sin embargo, no recae ningún estigma sobre este hecho, ya que son las madres las que marcan el linaje de los nuevos miembros con sus apellidos.
Y en una sociedad en la que las mujeres son las que designan las ramas de los árboles genealógicos, la maternidad está glorificada. No tener hijos no es una opción. Si no se reproducen, no están completas.
Una posición de igualdad
A diferencia de lo que la sociedad china hace con las mujeres, las mosuo no relegan a los varones a una posición inferior. En una sociedad en la que también los hombres son solteros y no ejercen como padres, al no existir esa figura, los varones son, esencialmente, “niños de mamá”.
“A los niños mosuo se les enseña desde pequeños a respetar a sus mayores y, especialmente, a respetar a las mujeres en su hogar matrilineal”, explica Waihong.
“Otra característica flagrante mostrada por los hombres mosuo es la forma en que asumen automáticamente el papel del pavo real por excelencia frente a las mujeres”, asegura la autora.
Si bien la última palabra es la de las matriarcas, los hombres tienen un papel destacado en el desarrollo de la sociedad. No deben hacerse cargo de su propia descendencia, pero sí participan activamente de la educación de los hijos e hijas de sus hermanas.
“Después de observarlos durante los últimos diez años, esta sociedad gobernada por mujeres trata a los hombres de manera mucho más equitativa de lo que sucede al revés en el modelo patriarcal”, defiende Waihong.
“Aunque la posición del hombre en la sociedad es más baja, las mujeres no controlan ni denigran a los hombres. Solo cuando faltan al respeto a alguien mayor pueden usar términos sarcásticos o despectivos relacionados con el hecho de ser hombre”, añade.
Una sociedad en peligro
Los mosuo han demostrado, según reconoce Waihong, que es posible otro modelo de sociedad. “Una sociedad patriarcal como China o España puede aprender de los mosuo cómo forjar un mejor ambiente para que una mujer pueda alcanzar su pleno potencial como una persona completa y segura. Una persona capaz y lista para contribuir tan significativamente como un hombre a la sociedad”, resalta la exabogada.
Sin embargo, la apertura de las tierras mosuo al turismo y la influencia del resto de la sociedad china ponen en peligro la supervivencia de su cultura.
Hace aproximadamente 20 años, cuanta Waihong, las autoridades chinas pusieron sus ojos en este enclave para convertirlo en un destino turístico. Lo vendieron como un paraíso de sexo y amor libre y mejoraron los accesos al lugar. Poco a poco, el dinero en metálico ha remplazado al trueque y el consumismo masivo a la economía de subsistencia y la sencillez.
“La enorme influencia del mundo exterior, no solo de las prácticas patriarcales del resto de China, sino también el desenfreno consumista, ha erosionado algunas de las características más queridas del estilo de vida mosuo. La práctica del matrimonio temporal da paso al matrimonio legalizado formal. La gran familia matrilineal ha sido reemplazada por la familia nuclear patriarcal y se ve una lenta pero segura pérdida del uso de su lenguaje auditivo a favor del idioma oficial del mandarín”, dice Waihong.
La utopía matrilineal de los mosuo se tambalea.