
Fátima, de 20 años, que está embarazada de cuatro meses, en un control prenatal, en el Centro de Salud AlBiritani en la aldea de Wager, localidad del Delta Norte, estado de Kassala, Sudán. Cortesía de Unicef.
La malnutrición aguda aumenta un 25 % en embarazadas y lactantes de 12 países
El número de mujeres embarazadas y lactantes que sufren malnutrición aguda ha aumentado en un 25% entre 2020 y 2022 en 12 de los países más afectados por la actual crisis alimentaria y nutricional, según ha revelado el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
En su informe denominado “Desnutridas y olvidadas: una crisis mundial de la nutrición de las adolescentes y las mujeres”, publicado con ocasión del Día Internacional de la Mujer y al que ha tenido acceso Efeminista, Unicef advierte de que las perturbaciones actuales, agravadas por la persistente desigualdad de género, están agudizando una crisis de la nutrición entre las adolescentes y las mujeres “que ya llevaba mostrando signos de deterioro en las dos últimas décadas”.
Las mujeres embarazadas y lactantes con malnutrición aguda han pasado de 5,5 millones a 6,9 millones en los dos últimos años en países como Afganistán, Burkina Faso, Chad, Etiopía, Kenya, Malí, Níger, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, Sudán y Yemen.
Pero no solo a ellas afecta esta malnutrición aguda, Unicef, que ha analizado datos sobre la insuficiencia ponderal (bajo peso para la edad, que refleja un estado resultante de una insuficiente alimentación) y la anemia procedentes de más 190 países y territorios que representan más del 90% de las niñas adolescentes y las mujeres de todo el mundo, señala que, en general, el progreso en materia de nutrición de las niñas, adolescentes y mujeres “es demasiado lento y amenaza con estancarse”.
La malnutrición aguda aumenta en embarazadas y lactantes
La malnutrición en las embarazadas es parte de un círculo que permite que se transmita de una generación a otra. “La insuficiencia ponderal y la baja estatura de la madre en combinación con el bajo peso al nacer son casi siempre predictores de emaciación y retraso del crecimiento durante la primera infancia”, dice Unicef en su informe.
“Esto explica por qué la desnutrición infantil se concentra en las mismas regiones que la desnutrición materna: el 73% de todos los bebés nacidos con un peso inferior al normal y el 74% de todos los niños y niñas que presentan retraso del crecimiento viven en Asia Meridional y África Subsahariana”, se detalla.
En todo el mundo hay 51 millones de niños y niñas menores de dos años que padecen retraso del crecimiento. El Fondo estima que, en casi la mitad de estos casos, el retraso del crecimiento comienza durante la gestación y los seis primeros meses de vida, cuando el bebé depende por completo de la madre para alimentarse.
Según datos de Unicef, en Etiopía existe el mayor número de embarazadas y lactantes con malnutrición aguda. Una de ellas es Rehima Desiosio, quien tiene un bebé de dos meses llamado Shurki.
Durante su embarazo, Rehima sufría fatiga extrema, visión borrosa y mareos. Después de estar postrada en cama durante mucho tiempo, se trasladó al puesto de salud más cercano, un viaje de tres horas en moto por carreteras accidentadas y polvorientas, para que la pudieran atender.
Ahí Workitu Abera, una trabajadora sanitaria del puesto de salud de Kolabe Bale, en Sire, región de Oromia (Etiopía), le recetó un suplemento múltiple de micronutrientes suministrado por Unicef que mejoró su salud. “Al cabo de 10 días, podía ponerme de pie, ir a buscar agua y recoger leña. Mis hijos estaban contentos con mi mejoría. Recuperé la tranquilidad y a mi marido se le iluminó la cara”.

Rehima Desiosio durante un chequeo de rutina en un centro de salud de Etiopía. Cortesía de Unicef.
El problema en niñas, adolescentes y mujeres
En el caso de las niñas y adolescentes y mujeres no embarazadas, la situación también es preocupante. La prevalencia de la insuficiencia ponderal entre las niñas y adolescentes permanece invariable en un 8% desde el año 2000 y en el caso de las mujeres se ha registrado solo un descenso mínimo, desde el 12% al 10%.
El estudio reporta que las regiones de Asia Meridional y África Subsahariana albergan al 68% de las niñas adolescentes y las mujeres que presentan insuficiencia ponderal y al 60% de las niñas adolescentes y las mujeres que padecen anemia, aunque se observan diferencias de prevalencia notables entre los países de una misma región.
Las niñas y las mujeres que apenas han recibido educación, así como las que viven en zonas rurales o provienen de los hogares más pobres tienen más probabilidades de presentar insuficiencia ponderal, una estatura demasiado reducida y/o padecer anemia.
Por ejemplo, la prevalencia del peso insuficiente entre las niñas adolescentes y las mujeres de los hogares más pobres es el doble que en los hogares más prósperos, un 14% frente a un 7%, según datos de Unicef.
Desigualdad de género en el acceso a la alimentación
En el acceso a una alimentación nutritiva también están presentes las desigualdades de género. El Fondo registra que la brecha entre los géneros con respecto a la inseguridad alimentaria ha aumentado en más del doble entre 2019 y 2021 (de 49 millones de niñas y mujeres afectadas en 2019 a 126 millones en 2021).
“Este aumento se debe a los efectos de la pandemia de COVID-19, que han golpeado de forma desproporcionada a las niñas y las mujeres de todo el mundo y han puesto en peligro sus medios de subsistencia, sus ingresos y su acceso a una alimentación nutritiva”, señala el documento.
Las niñas, adolescentes y las mujeres también enfrentan dificultades para acceder a dietas nutritivas. Menos de una de cada tres niñas, adolescentes y mujeres consumen dietas con la variedad mínima necesaria en países como el Afganistán (el 26%), Burkina Faso (el 17%), Burundi (el 12%) y el Sudán (el 10%). En Níger, el porcentaje de mujeres que tienen acceso a una dieta mínimamente variada descendió desde el 53% al 37% entre 2020 y 2022.
Las normas y prácticas discriminatorias limitan el acceso de las niñas adolescentes y las mujeres a una alimentación nutritiva, a servicios de nutrición esenciales y a cuidados nutricionales, pues, afirma Unicef, “restringen su autonomía para tomar decisiones; impiden su acceso a factores productivos como la educación, la tierra, el financiamiento y las redes sociales; aumentan la carga de trabajo doméstico que recae sobre ellas; y disminuyen sus oportunidades laborales”.
Además, el matrimonio precoz y el embarazo en la adolescencia, que constituyen violaciones flagrantes de los derechos de la infancia, “tienen consecuencias muy negativas en la nutrición y el bienestar de las niñas y adolescentes”.

Fatima Muhammed Saeed, de 35 años, es madre de nueve hijos y sufre de desnutrición. Cocina una comida para su familia. Cortesía Unicef.
Acciones con perspectiva de género
Unicef asegura que los gobiernos “deben intervenir ahora” para fortalecer la gobernanza en materia de nutrición, activar los sistemas alimentarios, de salud y de protección social y “transformar las normas sociales y de género nocivas”, para ofrecer dietas nutritivas y asequibles, servicios nutricionales básicos y prácticas positivas de atención y nutrición a las niñas, adolescentes y las mujeres de todo el mundo.
Sobre todo, recomienda, trabajar en recopilar y analizar datos que sirvan como base para la creación de estrategias y políticas públicas que cambien el panorama actual.
También llama a eliminar las prácticas estereotipadas y nocivas que impiden que las niñas y mujeres, con énfasis en las embarazadas y lactantes, accedan a los servicios de salud, educación y alimentación en igualdad de condiciones. Y así empezar a cerrar las brechas que han estado presentes desde siempre.
“Los gobiernos deben asegurar que las niñas y mujeres estén protegidas por ley frente al matrimonio precoz, que gocen de los mismos derechos a la herencia y la propiedad que los hombres, y que puedan beneficiarse de políticas de protección de la maternidad y otras políticas favorables a la familia”, señala Unicef.