Julieta Valero une a dos mujeres en el amor y la conciliación familiar en "Niños aparte"

Blanca García | Madrid - 9 abril, 2021

Julieta Valero dibuja la complejidad humana a través de hilos personales que se rompen y se vuelven a unir en los cinco relatos que componen ‘Niños aparte’ (Caballo de Troya). La maternidad después del divorcio, el deseo y la muerte son ejes centrales de los relatos, que retratan el laberinto vital de cada individuo y en donde une a dos mujeres en el amor y la conciliación.

“Creo que cualquier persona mirada de cerca está formada por capas que hacen frontera y son imposibles de diferenciar”, explica a Efeminista la autora.

Julieta Valero (Madrid, 1971) ha sido galardonada a lo largo de su carrera con numerosos premios, entre ellos, el Adonáis de Poesía  (1998 y 1999). Después de cinco obras en verso - ‘Altar de los días parados’ (2003), ‘Los heridos graves’ (2005), ‘Autoría’ (2010), ‘Que concierne’ (2015) y ‘Los tres primeros años’ (2019)- , ‘Niños aparte’ es su primera publicación en prosa. 

Dos madres divorciadas que se enamoran en el patio del colegio, una profesora que es testigo de un suicidio, un café entre dos desconocidas, el acompañamiento a un enfermo y un amor infantil componen esta obra de Valero, una de las poetas más consagradas y actual directora de la Fundación Centro de Poesía José Hierro

La autora define ‘Niños aparte’ como una obra con muchos registros y con el deseo como hilo conductor. “No solo el deseo sexual, que también, sino el deseo como motor de la existencia, como combustión y razón que nos hace movernos cuando nuestra vida no tiene riego vital”. También subraya en la entrevista la importancia “del amor, del desamor, del cuidado y la crianza, y la posibilidad de la mujer, de la madre, para contraer espacios de reconstitución de ella misma como persona”.

Pregunta.- La trama principal, con Belén y Elena, está centrada en la infancia, la familia, el deseo, la maternidad y la separación. El resto de cuentos desarrollan temas como la curiosidad, los traumas o la muerte. ¿La complejidad humana es el hilo conductor de todas estas historias?

Respuesta.- Una cita de Chantal Maillard precede el libro. Habla de fragmentariedad y de la complejidad de poder distinguir entre las partes que hacen un conjunto. Esa cita luego la retoma otro de los personajes dentro del libro y tiene que ver con la complejidad. Creo que cualquier persona, mirada de cerca, está formada por capas que hacen frontera entre sí y que son imposibles de diferenciar las unas de las otras. Son sedimentos y capas que nos construyen y nos deconstruyen. A veces podemos proyectar una ilusión de integridad y de sentido del todo, pero muchas veces creo que nuestra conciencia está fragmentada.

”Nunca habíamos tenido una conciencia del otro tan absoluta como en el confinamiento”

P.- Todos los personajes reflejan esa complejidad, que es muy clara en algunos momentos en ‘Niños aparte’.

R.- Cuando te enamoras tienes un deseo obsesivo donde el otro es un desconocido que te interviene la conciencia por completo y con quien no distingues qué es lo que está dentro y qué está afuera. También en el confinamiento, cuando estábamos paradójicamente metidos en casa pero conectados por una pantalla a una otredad inmensa. Nunca habíamos tenido una conciencia del otro tan absoluta.

A veces podemos proyectar una ilusión de integridad y de sentido al todo, pero muchas otras veces creo que nuestra conciencia y nuestra experiencia de la realidad está fragmentada. Es sincopada y tenemos que vivir con ese conocimiento esquizo.

P.- La complejidad se detecta rápido en Belén y Elena, las protagonistas de la obra. Dos madres divorciadas que se enfrentan al amor, al deseo, al vacío y a la culpa.

R.- Cuando alguien se separa, tiene que reiniciar el vínculo con el menor, porque ha cambiado. La custodia compartida hace que veas a tu hijo la mitad del tiempo. Evidentemente, esto influye en la relación, no tiene por qué ser a peor, pero modifica la dinámica. Cuando dos personas con hijos forman una familia estos hilos se vuelven a trenzar y ese tejido roto se reconstruye.

Julieta Valero

La escritora Julieta Valero, autora de ‘Niños aparte’

P.- En la obra utilizas la ficción para hablar de momentos de la infancia pero también de la separación, el embarazo, las guerras y traumas de la vida adulta. ¿Crees que la ficción permite humanizar los datos?

R.- Sin duda, es una de las razones por las que existen los relatos y los artificios literarios, en el mejor de los sentidos. Cuando lees 'El nombre de la rosa' tienes una noción instantánea de lo que era la conciencia en la Edad Media, mucho mejor que si te tiras un año estudiando ese mundo teocentrista y lleno de supersticiones y de miseria. Los datos son absolutamente necesarios pero el arte existe para que tengamos una experiencia integral de la realidad. Así se vive cuando se escribe: la realidad en carne propia. No digo como Flaubert, que vomitaba después de escribir el envenenamiento de Madame Bovary. Para que unos datos cobren vida, aunque sea a través de gente inventada, tienen que pasar por ti.

P.- La fraccionalidad está muy presente pero también hay patrones vitales que se repiten entre personajes, como los puntos de apoyo en los peores momentos.

R.- Son repeticiones intencionadas. En uno de los relatos, que incluye partes reales de la sentencia por el genocidio maya en Guatemala, hay ciertos paralelismos para generar contraste entre la vida de un niño de 10 años en Madrid hoy con lo que es tener 10 años en una aldea maya en Guatemala en el 82. Los dos niños experimentan la muerte de su padre, pero no es lo mismo. La palabra muerte no designa lo mismo. Esa búsqueda consciente de tejido entre personas está también en la vida en eventos que son más causales que casuales. Las figuras de apoyo, quizás más esquemáticas, tienen una función, como en la vida, de pilares de contención.

P.- Después de cinco poemarios, publicas tu primera obra en prosa. Uno de los personajes principales muestra constantemente su necesidad de escribir. ¿Es compartida?

R.- Siempre he querido escribir, he sido muy vocacional. Estudié Filología y leí mucha prosa por prescripción, pero mi encuentro irreparable con la poesía fue posterior. La prosa es originalmente lo que quería hacer. Se convirtió en una asignatura pendiente. La prosa era algo pendiente de vivir, y he escrito este libro por eso. Escribo por necesidad.

El único sentido de la escritura es que sea necesaria, el mundo ya está lleno de muchas cosas. Ha sido esa radical necesidad el origen del libro. Hay una especie de combustión inicial biográfica en lo que uno escribe. No necesariamente te tiene que haber pasado, aunque también hay de eso, sino en el sentido de compromiso vital. Experiencias vitales, formas de dolor, de hallazgo o de gozo que tengan que ver contigo.



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