Georgia O’Keeffe, referente de las artistas feministas de los años 60 y 70, en el Thyssen
Georgia O’Keeffe, la gran artista moderna norteamericana, la mujer libre, pionera de la abstracción y referente de las artistas feministas de los años 60 y 70, vuelve a Madrid. El Museo Thyssen-Bornemisza le dedica la primera retrospectiva en España, desde este 20 de abril hasta el 8 de agosto, en una gran exposición organizada junto con el Pompidou y la Fundación Beyeler.
Georgia O’Keeffe (Sun Prairie, 1887-Sanra Fe, 1986) es la pintora más cotizada de la historia hasta hoy. Su pintura “Estramonio. Flor blanca nª1″, de 1932 fue subastada en Sotheby’s en 2014 por 35,4 millones de euros. Y es la fascinante obra que reina en la sala central de la exposición. En ella se ve a una especie venenosa que solo florece de noche, y es un buen ejemplo de como la artista usaba la naturaleza para hablar sobre otras cuestiones como, por ejemplo, la muerte.
Georgia O’Keeffe, más allá de las sensuales y sinuosas flores
De vida fascinante, enigmática y viajera, sus inmensas y sensuales flores de sus primeros trabajos fueron consideras por algunos como la representación de los genitales femeninos. Fue Alfred Stieglitz quien la solía retratar (le hizo más de 300 retratos), expuso su obra y se casó con ella, la persona que promovió esa interpretación freudiana que apreciaba genitales femeninos en las sinuosas formas que pintaba Georgia O’Keeffe.
“En un primer momento no se revela de manera tajante con estas lecturas, era una artista recién llegada pero, según se va consolidando como artista, quiere cambiar esa imagen y la rechaza de pleno, porque esa lectura nunca estuvo en el origen de sus obras”, explica Marta Ruiz del Árbol, jefa del área de Pintura Moderna del museo y comisaria de la muestra.
Símbolo de la mujer moderna por antonomasia
“Es el referente de las artistas feministas de los años 60 y 70”
Sin quererlo o queriéndolo, es difícil de saber, se convirtió en “símbolo de la mujer moderna por antonomasia”. Es el referente de las artistas feministas de los años 60 y 70″, recalca la la comisaria

La pintora Georgia O Keeffe en 1920-1922.
La muestra recorre seis décadas de su trayectoria a través de 90 obras cedidas por mas de 35 museos y colecciones privadas. En ella, además de las voluptuosas flores, se muestran impactantes vistas de los rascacielos de Nueva York, paisajes, huesos de reses, pelvis, cuernos, cabezas, cruces… y sus primeras acuarelas, siempre ligadas a su conexión con la naturaleza.
“Queremos poner el foco en su proceso creativo, que siempre comenzaba fuera del taller. La reivindicamos como una artista caminante y viajera -explica Ruiz del Árbol-. Era una artista que necesitaba el movimiento para poder crear”.
La exposición es en ese sentido un viaje por todos los lugares que O’Keeffe visitó a lo largo de su vida: Texas, el Lago York, Nueva York y por supuesto Nuevo México, el lugar que más amó y en en el que se asentó durante gran parte de su vida.
El éxito que la acompañó desde el principio y que la convirtió en una figura mediática obedece a “una combinación de factores”, según Ruiz del Arbol. Pero desde luego eso estuvo ligado al fotógrafo Alfred Stiglietz.
Recorrido por su trayectoria
O’Keeffe es una de las pocas mujeres asociadas a las corrientes artísticas de vanguardia de la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos. Desde que en la temprana fecha de 1916 deslumbrara a los círculos artísticos de su país con unas audaces obras abstractas y se encumbrara como una pionera de la no figuración, Georgia se convirtió en una de las principales figuras de la modernidad estadounidense.
La exposición comienza con algunas de esas obras que tanto sorprendieron en el Nueva York de finales de la década de 1910 y continúa con un recorrido completo por toda su trayectoria. La disposición cronológica de los cuadros se suma a su presentación temática, lo que permite seguir los hitos más destacados de su carrera y, al mismo tiempo, mostrar la evolución de sus principales preocupaciones artísticas.
Artista viajera y caminante
La obra de Georgia O’Keeffe está ligada siempre a la naturaleza, pero también “al viaje, al paseo y a caminar”, fruto siempre de su curiosidad y su ansia de conocer, explica la comisaria. “Cuando llega a los sitios donde va a pasar una temporada, camina todos los días”, añade, y en esos paseos recolecta piedras, flores, hojas y cualquier objeto de la naturaleza que le llame la atención y las lleva al estudio para retratarlas.
En los años 40 se instala en Nuevo México, un lugar al que se siente atraída por el magnetismo de sus paisajes y su herencia hispana. “Cuando llegué a Nuevo México supe que era mío (…) encajaba conmigo exactamente”, dijo en una ocasión.
De aquella etapa han quedado bellas imágenes de paisajes con vibrantes tonos y colores que se pueden ver en la exposición. Aprendió a conducir y transformó su coche en un taller para poder recorrer territorios aún más lejanos en los que también acampaba.
Muchos piensan que cuando se instala en Nuevo México a finales de los 40 se va a asentar, ya tiene más de 60 años, pero es justo cuando más viaja por el mundo. A partir de entonces llegan los viajes a Perú, Japón o Polinesia. Sus dos primeros viajes, curiosamente, los hace a Francia y España (1953 y 1954).
Viaje a España
En Madrid queda completamente fascinada por el Prado y la obra de Goya. De su segundo viaje a España, donde viajó atraída por la Semana Santa, conservó “millones de folletos” de las ferias taurinas, en uno de ellos se puede ver como apunta el color del traje de los toreros.
O’Keeffe era muy celosa con su proceso creativo, meticulosa y decidida, tenía muy claro lo que iba a pintar, incluso las medidas del lienzo. En la exposición se muestran algunas de las herramientas que usaba, como las cartas de tonos de colores que hacía para averiguar el tono adecuado para cada uno de sus trabajos.
Su infinita curiosidad y el interés por lo desconocido está en el origen de toda su creación a lo largo de su extensa vida. Murió con 98 años siendo sin perder su espíritu viajero.