Cristina Rivera Garza poesía

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza. Foto: Cortesía

Rivera Garza y su poesía sin etiquetas hablan de lo vulnerable del cuerpo

Carmen Sigüenza | Madrid - 1 febrero, 2024

La escritora Cristina Rivera Garza, una de las voces más relevantes de la literatura mexicana, ha reunido dieciocho años de su poesía en "Me llamo cuerpo que no está" (Lumen). Un volumen que se publica ahora en España y en el que la autora de "El invencible verano de Liliana" toca y lleva el lenguaje a las cuerdas rompiendo etiquetas y géneros para hablar de forma carnal de los cuerpos y su vulnerabilidad, de su ausencia, de la violencia contra las mujeres, de la enfermedad, del lenguaje y sus juegos, de la ficción y la realidad en el amor y la muerte.

Así, atravesando la tradición para luego romperla, Rivera Garza, primera escritora en entrar en el Colegio Nacional de México, pone la poesía como espejo de la vida, la saca de la torre de marfil y la convierte en una voz que araña y abre.

"Me gustan los libros que me incitan a ponerme de pie, a respirar hondo, a escribir algo más. Me interesan los textos o artefactos que me dicen: otra vida es posible. Otro mundo, otro lenguaje, otro amor", dice a Efeminista.

18 años de poesía de Cristina Rivera Garza

P.- Cinco títulos de poesía en un solo volumen, desde 2005 a 2015. Casi dos décadas de trabajo poético. ¿Cómo ve con el paso del tiempo su evolución poética?

R.- En realidad los textos reunidos en este libro vienen corriendo como alma que lleva el diablo desde 1997, fecha en que publiqué La más mía, mi primer libro de poesía. Son, pues, dieciocho años de producción poética. Y, por fortuna, se nota el paso del tiempo en este volumen: se nota que he sido a la vez muchas escritoras y una escritora, es decir, se notan líneas de continuidad y de discontinuidad, como en toda vida.

Está ahí, constante, la voluntad de experimentación con los lenguajes e instrumentos del presente, la preocupación por el cuerpo y sus vulnerabilidades, la duda punzante sobre quién o qué enuncia el poema, el énfasis sobre la minucia de lo cotidiano, la irreverencia. Que nadie se arrogue el derecho de decir qué es o qué debería ser un poema. Imagínese que escribiéramos para complacer a los censores y los policías!

P.- ¿Qué lugar ocupa la poesía en su escritura? Usted ha dicho que es una 'poeta de closet', ¿qué quiere decir?

R.- Empecé escribiendo poesía, 'La más mía', como ya dije, en 1997, y mis primeras becas en México fueron como poeta, la beca del FONCA, donde trabajé de cerca con dos grandes poetas: David Huerta y Elsa Cross. Lo he seguido haciendo hasta el presente y lo seguiré haciendo. Leo, sobre todo, poesía.

Me interesa mucho lo que hacen las nuevas generaciones en el mundo de habla hispana, el giro documental en especial, y todo este ánimo alrededor de la conjunción entre memoria y materia: Sara Uribe, Maricela Guerrero, Eva Castañeda, Alejandro Tarrab, Juana Adcock, Victoria Guerrero, Carlos Soto Román. Hay tantas y tantos. Y el cross-género en Estados Unidos: el trabajo de Brandon Shimoda, Vanessa Angélica Villarreal, Susan Briante, Raquel Gutiérrez, Dione Brand, Fred Moten, Claudia Rankine, Christina Sharpe, entre muchos otros.

Esa poesía, que no siempre se escribe en verso y a veces parece ensayo, se disemina de formas distintas, tiene tiempos más lentos o más rápidos, no sé, pero distintos. Hay que darle su lugar.

P.- ¿El cuerpo es la metáfora del dolor? ¿Qué significa? Porque usted habla de la violencia en México, de violencia contra las mujeres, ausencias, enfermedad, salud, muerte, amor y desamor...

R.- Somos cuerpo. Y los lazos que esos cuerpos crean con otros cuerpos son centrales en y para el lenguaje. Como esos lazos son disparejos, hay 'imbalances' ahí que nos tocan de cerca. De ahí la violencia. Y todo lo que viene con ella. La poesía no es ajena a todo ello. Quiero decir, no se trata de "un tema" sino de una amalgama central a nuestro estar en la tierra, ¿por qué no habría de afectar eso a la poesía?

"Me llamo cuerpo que no está": violencia, lenguaje y enfermedad

P.-El juego con el lenguaje, su exploración, el uso de realidad y ficción es otra constante en su poesía. ¿Cómo concibe el hecho poético? ¿Es una revelación o un asunto más literario?

"La poesía es quedarse con la duda"

R-. He hablado de la escritura como un trabajo, no en el sentido de empleo, ¡ojo!, sino como la capacidad de reproducir (deformar, afinar, cambiar, destruir, contestar) los materiales con los que nos vemos a diario. Una de las capacidades de ese trabajo es producir maneras de percibir distintas a las recibidas, de ahí la noción de revelación. La escritura despierta al lenguaje, lo increpa, lo subvierte, lo incita.

La poesía es quedarse con la duda. Decía Lyn Hejinian, la poeta norteamericana, que la poesía es el lenguaje con el que investigamos el lenguaje. Al final, como tantos, tengo que confesar que no sé qué es la poesía.

P.- En esta experimentación metapoética también hay tuits, fragmentos de Wikipedia, de canciones, de artículos, textos... Cuéntenos cómo es su proceso.

R.- No creo en la escritura como una especie de torre de marfil circundada por una serie de oficiantes o policías que cuidan sus puertas. Si hay tantas maneras de ser, debe haber tantas maneras de escribir. Por supuesto que hay tradiciones, y siempre me ha parecido mejor conocerlas bien que no conocerlas, pero no para honrarlas o para sujetarse a ellas, sino para encontrar sus puntos vulnerables y abrir las ventanas.

Hay que airear esta casa, la casa de todos, la casa del lenguaje. Gertrude Stein decía que el único asunto de la escritura, o para las escritoras, era su contemporaneidad: trabajar de cerca con el lenguaje de su contemporaneidad. Creo en ese reto. Ojo otra vez: dice contemporaneidad, no moda. Dice escritores, no clientes. Tocar de cerca ese lenguaje que nos hace justo en el momento en que nos hace: bien mirado eso puede ser otra definición de la poesía.

P.- ¿La poesía puede ser un arma de denuncia? ¿Tiene capacidad de ser activista?

"Me interesan los textos o artefactos que me dicen: otra vida es posible"

R.- El lenguaje con el que se escribe la poesía no vive fuera, en un limbo abstracto sin relación con nosotros. El lenguaje es materia y, en ese sentido, también es un cuerpo. Claudia Rankine lo explicaba muy bien en The Racial Imaginary: la imaginación se produce entre cuerpos concretos, dentro de los limites y con la capacidad de crítica que esa misma materialidad permite o exige.

Cuando se habla de poesía "pura" se habla, en realidad, de una ideología: la narrativa de la modernidad que quiere hacernos creer que los discursos y prácticas dominantes son "neutras". No hay tal cosa, por supuesto. Me gustan los libros que me incitan a ponerme de pie, a respirar hondo, a escribir algo más. Me interesan los textos o artefactos que me dicen: otra vida es posible. Otro mundo, otro lenguaje, otro amor.

"Escribiré poesía hasta el último de mis días"

P.- Este libro se publica tras "El invencible verano de Liliana", la emocionante novela en la que pudo contar el feminicidio de su hermana, premio Xavier Villaurrutia. ¿Cómo ha sido la transición'? Aunque yo creo que ese libro está dentro de "Me llamo cuerpo que no está". ¿Qué opina?

R.- Una buena parte de los poemas incluidos en esta antología parecen ser, o se han convertido con el tiempo, en radiografías de la narrativa, tanto de ficción como de no ficción, que he ido publicando a lo largo de los años. ¿Será cierto esto? Hay una relación íntima, eso sí, de hueso y carne y cartílago ahí. Algo que se muerde.

P.- ¿Sigue escribiendo poesía?

R.- Y lo haré hasta el último de mis días.

P.- Usted es la primera escritora en ingresar en el Colegio Nacional de México. ¿Qué significa para usted? ¿Cómo ve la ausencia hoy todavía de mujeres escritoras?

R.- No me tomo a la ligera mi ingreso al Colegio Nacional. Hay, en mi país, una larga tradición de brillantes y valientes escritoras, desde Sor Juana a Rosario Castellanos, pasando por tantas otras narradoras y activistas que nos han enseñado a experimentar el mundo de manera distinta. He aprendido de ellas y espero, a mi modo, desde mi trinchera, honrar y seguir sus enseñanzas: ahí donde hay un muro, debe haber una puerta.

La escritura es la perilla (o el hacha, según se necesite) que la abre. Y sigo aprendiendo de las nuevas generaciones: su ánimo de pelea, su sed de justicia, su presencia en la arena pública, llámese página o calle. Vamos juntas en todo esto. Voy con ellas.



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