Anna Ferrer, 50 años ayudando a los “intocables”

Olivia Alonso | Madrid - 16 noviembre, 2019

A Anna Ferrer se le humedecen los ojos al contar que miles de personas han aprendido a “escribir su destino”, a “dudar de que la casta superior nazca así” o a “tener nombre y dirección” gracias al medio siglo de trabajo que ha desempeñado en India en la “revolución silenciosa” que emprendió con su marido, Vicente Ferrer.

Así se lo ha contado a Efe en un entrevista coincidiendo con su viaje a España para asistir a los actos del 50 aniversario de la Fundación Vicente Ferrer, que fundó junto a su esposo en 1969 y que ahora preside tras enviudar hace una década.

A lo largo de este medio siglo de vida, la organización ha ayudado a salir adelante a casi tres millones de personas en situación de pobreza extrema en las comunidades rurales del sur de la India. De los cuatro que formaron parte del proyecto inicial -Vicente y Anna Ferrer, junto a dos colaboradores locales- se ha pasado a un equipo formado por aproximadamente 3.000 personas.

La fundación no ha perdido el carácter familiar con el que nació. Uno de los hijos de Vicente y Anna, Montxo Ferrer, es director de programas y apoya a su madre en la gestión de la ONG, cuyo director para España es el sobrino de Vicente Ferrer, Jordi Folgado. El equipo cuenta con el apoyo de más de 130.000 colaboradores en todo el mundo.

Anna recuerda que cuando empezaron a trabajar en la localidad india de Anantapur había una pobreza extrema y las personas “eran esclavos sin tener ni vida propia ni voz”. Por ello, se emociona al comentar las expresiones que miles de beneficiarios han usado para definir “qué representa” la fundación para ellos en la campaña puesta en marcha con motivo del aniversario.

Un apoyo que anima a Anna, nacida en Essex (Gran Bretaña) hace 72 años, a seguir con su labor porque “uno de los objetivos de Vicente era ayudar a cuanta más gente mejor”. Así que en estos momentos busca nuevas zonas donde ayudar a personas necesitadas y un equipo de la fundación está elaborando un estudio de campo en Nepal, a donde podría extender su labor en breve.

El inicio de la fundación

Pregunta: Se instaló en Anantapur en 1969 acompañando al cooperante español Vicente Ferrer, al que había conocido haciéndole una entrevista para el semanario en que trabajaba. ¿Qué recuerda de ese tiempo?

Respuesta: Una pobreza extrema. No tenían su propia voz y sus vidas eran controladas por personas de casta alta. No podían decidir qué querían comer o vestir, no ganaban un sueldo en metálico. Las mujeres tenían una media de 15 embarazos y había muchísimos enfermos y enfermedades.

P: Cuando llegaron la escolarización de los niños era inexistente y sus padres pensaban que la educación era solo para las clases altas. ¿Cómo les convencieron?

R: Fue una lucha de 20 años. Los distintos equipos de trabajo empezamos a contar a los padres en los talleres de los pueblos que la educación era muy importante para poder desarrollar una vida y que había que estudiar hasta el décimo curso. Cinco años después vimos que seguían sin tener ningún interés en la educación y nos dimos cuenta de que eran muy pobres y su prioridad era buscar la comida para la familia numerosa.

Por eso, dejamos de hablar de educación hasta el décimo curso y solo dijimos que había que matricular a los hijos hasta quinto, para que pudieran leer y escribir, contar el dinero o manejarse en un autobús.

Veinte años después se dieron cuenta de que la educación es uno de sus derechos, tal y como expresaron con sus propias palabras.

Ahora, en Anantapur la tasa de escolarización en Primaria es del 100 % y del 80 % en Secundaria y nuestro objetivo es que las chicas lleguen hasta Bachillerato (18 años) para que no se casen durante la adolescencia.

P: ¿Cómo ha evolucionado el trabajo de la fundación desde aquel inicio en Anantapur?

R: Ahora trabamos en 10 distritos en un área de 106.000 kilómetros en el que residen 16,2 millones de personas. Empezamos en 200 aldeas y ahora el proyecto se extiende a más de 3.600. Casi tres millones de personas están logrando salir de la pobreza extrema con el apoyo de un equipo de unas 2.500 personas (la mitad mujeres) solo en la India y gracias a los apadrinamientos.

Trabajar más en la igualdad de género

P: ¿Cuáles son los principales objetivos tras este medio siglo de trayectoria?

R: Uno de los principales objetivos es trabajar más en la igualdad de género porque vivimos en una sociedad muy patriarcal. Ya tenemos experiencia y confío en poder ayudar a las mujeres en India a tener una vida independiente y libre de la violencia.

P: ¿Cómo han trabajado con las mujeres en esta materia?

R: Hace años eran todas analfabetas y estaban en casa con el papel de producir hijos (mejor si eran niños) y cocinar. No participaban en las decisiones familiares, ni siquiera en el número de hijos que tenían, y sufrían muchas complicaciones en los embarazos y partos, con muchas muertes de bebés y madres.

Siempre estaban en casa y no se relacionaban. Durante los primeros años yo no podía hablar directamente con ellas, lo hacía a través de los hombres, que, cuando empezaron a tener confianza en nosotros, nos dejaron libres para trabajar con sus mujeres. En el año 82 empezamos a organizar grupos de mujeres en los pueblos, lo que les hizo ganar fuerza e identidad. Conseguimos que fueran tomando conciencia de su papel. Pero en los primeros años no hablábamos de igualdad sino de cosas más simples, como higiene, salud o educación.

P: ¿Qué cambios consiguieron con esta concienciación de las mujeres?

R: Los hombres vieron que la familia mejoraba y aceptaron que tuvieran su independencia, por lo que han logrado progresar mucho. Antes no tenían propiedades ni nada a su nombre y ahora, incluso, tienen pequeños negocios. Casi todas tienen su propia cuenta bancaria y deciden sobre su maternidad, que antes era una conversación entre el marido y los suegros. Además, todas las niñas están escolarizadas.

“En la zona rural de India hay que empezar de cero”

P: Pese a estos avances, señala que hay mucho por hacer para combatir la violencia contra la mujer…

R.- Sí, hay mucha violencia. En los últimos cinco años hemos podido avanzar más en esta cuestión como organización por nuestras buenas relaciones con las autoridades o la Policía. Tenemos una casa de acogida para mujeres maltratadas y hemos organizado unos 500 “grupos de acción social” en los pueblos integrados por mujeres y hombres, a los que hemos formado para que puedan reconocer si hay problemas en un hogar y tratar de solucionarlos.

Es una tarea difícil, porque en la zona rural de India hay que empezar de cero en este asunto. Necesitamos psicólogas y trabajadoras sociales con experiencia, que no existen, por lo que las tenemos que formar.

P: ¿Qué destacaría del trabajo realizado en este medio siglo?

R: Hemos trabajado en aspectos importantes de las vidas de miles de hombres, mujeres y niños y he podido comprobar que identifican claramente a la fundación con los pobres y a los pobres con la fundación.

Para mí, el gran regalo de estos 50 años es que hayamos podido cambiar sus vidas y, sobre todo, que hayamos comprobado que esto ha sido visto así.