8M: Marta, mujer y… mayor
Marta Guerra tiene 75 años y ha pasado toda la vida entre dobles jornadas: por un lado, como madre de dos hijos, esposa y ama de casa, y por otro como trabajadora. “Yo lo hacía porque quería, pero fue muy duro. La mía ha sido una vida más ajetreada que la que tenían nuestras madres”.
Treinta años después, ya jubilada, Marta dirige un programa de radio con otras ocho mujeres mayores, va a clases de pintura y de encuadernación y disfruta pasando tiempo con sus amigas, aunque reconoce que ahora, viuda y con ambos hijos emancipados, sufre la soledad “de una casa vacía”.
“Ahora me da miedo, por ejemplo, ir por la calle, que muchas no están bien asfaltadas, y pasear sola de noche, pero sobre todo me da pena llegar a casa y que esté vacía”, explica en una entrevista con Efeminista, que este año, con motivo del 8M, Día Internacional de la Mujer, ha querido visibilizar a 8 mujeres que se enfrentan a una doble discriminación.
Marta es una de las más del 1,5 millones de mujeres mayores de 65 años que, según la última Encuesta Continúa de Hogares del Instituto Nacional de Estadística, viven solas en España. La esperanza de vida en las mujeres es mayor que en los hombres; muchas enviudan y viven un gran número de años en soledad, requiriendo más asistencia y ayuda en los últimos años de su vida.
Marta Guerra: “Me ha costado mucho compaginarlo todo”
Pregunta: ¿Cómo ha sido tu vida hasta ahora?
Respuesta: Tengo 75 años y hace cuatro años perdí a mi marido. He sido una mujer trabajadora, siempre me preparé y trabajé hasta qué me prejubilé porque quería estar con mi marido, porque él también estaba jubilado.
Siempre he hecho talleres, siempre me ha gustado mucho hacer cosas. Y ahora, en este momento de mi vida, pues estoy haciendo pintura, cocina, encuadernación… y lo que más me gusta, mi programa de radio. Estamos en Radio Enlace y todos los martes hacemos un programa con ocho colaboradoras que son una maravilla, todas mujeres. Todo esto es porque quiero y porque me apetece y porque soy una mujer muy inquieta. Me gusta mucho aprender. Creo que todavía soy joven.
Nací en Madrid y me formé en lo que antes hacíamos las chicas, taquigrafía y mecanografía. Después empecé a trabajar como meritoria, que era un puesto al que ibas para ver cómo te desenvolvías. Luego me llamaron y estuve allí mucho tiempo, era una empresa muy vanguardista, muy moderna.
Estando allí tuve novio, me casé y continúe trabajando. No pensé nunca en dejarlo, me gustaba mucho. Luego tuve un parón porque tuve dos niños. Y también mi madre se vino con nosotros, porque mi padre falleció. Y ahí ya me costaba mucho compaginarlo todo, así que al cabo de cuatro o cinco años, después de veinte trabajando allí, me fui. Era jornada de mañana y tarde y era completamente caótico, no podía con todo. Pero seguí haciendo cosas, empecé una oposición.
Me costó mucho. Yo me levantaba a la vez que mi marido, que se marchaba a las seis de la mañana, hacía todas las cosas, luego llevaba a mi hijo mayor, que tenía 8 años, al colegio, y al menor, de 2, a la guardería. Y en ese momento me ponía a estudiar hasta las dos de la tarde, cuando tenía que ir a buscar al pequeño y hacer la comida. Ahí volvía a ser Marta la de la casa. Y seguía así hasta que todo el mundo se acostaba, que volvía a estudiar. Pasé así un año y medio y entonces entré en pesca, primero en la Secretaría y luego en la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores. Menudo sitio, un sector muy peligroso, pero me encantó.
Seguí ahí muchos años, hasta que a mi marido lo prejubilaron en Siemens. Nosotros teníamos una casa de campo y él se iba solo y a mí me daba mucha pena, así que pedí que me jubilaran. Estuve con él cuatro o cinco años. Y fueron los más felices de nuestra vida, porque no teníamos nada que hacer, aparte de ir y venir y disfrutarlo.
Luego vino el mazazo y lo pasé muy mal. Yo tenía 18 años cuando nos hicimos novios formales y él 19. Estuvimos todo ese tiempos juntos, toda la vida. Hace cuatro años que murió y es duro, muy duro. Pero pensé que podía llorar mientras hacía otras cosas, porque estar en casa metida, para una mujer que desde los 15 años no ha parado quieta, no tenía sentido.
P: ¿Cuáles son las discriminaciones que sufren las mujeres mayores?
R: La mayor discriminación que he sufrido ha sido el problema de coordinar la casa y el trabajo. Yo lo hacía porque quería, porque me gustaba, pero es un sacrificio: me acostaba todos los días a las dos de la mañana mientras estudiaba la oposición y me levantaba a las seis de la mañana. Así todos los días, fue muy duro. También vivimos diferencias grandes de salario, se notaba mucho la discriminación ahí.
Ahora me da miedo, por ejemplo, ir por la calle, que muchas no están bien asfaltadas, y pasear sola de noche, pero sobre todo me da pena llegar a casa y que esté vacía. Y eso es así a las dos de la mañana, a las siete de la tarde y a la una del mediodía. Esa es la vida que me ha tocado ahora y la tengo que enfocar de la mejor manera posible.
P: ¿Qué quiere reivindicar este 8 de Marzo?
R: Para mí este día está dedicado a las mujeres trabajadoras, que son mujeres estupendas, que lo han pasado regular y que han luchado por salir adelante. Ya lo pensaba cuando tenía 16 años y ahora que tengo 75 pienso lo mismo: este es un día para visibilizar la desigualdad y la discriminación, que sigue ocurriendo a todas las edades.
8M: mujeres mayores en cifras
En España hay más de millón y medio de mujeres mayores de 65 años viviendo solas, según la Encuesta Continúa de Hogares de 2020 del Instituto Nacional de Estadística. Entre los factores que las convierten en personas vulnerables cabe citar su mayor dependencia económica, un mayor aislamiento y soledad, la falta de apoyo personal y social o la persistencia de los roles tradicionales de género. A eso se le suma un mayor riesgo de sufrir depresión, relacionado con todo lo anterior.
Todo eso sin olvidar que las mujeres mayores presentan índices más elevados de violencias machistas, situación difícil de detectar en los servicios de atención a las víctimas de violencia de género. Algunos estudios reflejan incluso un aumento de la violencia en la vejez, asociada a cambios como la jubilación. Al aumentar el tiempo de convivencia en pareja, algunos hombres ejercen mayor control sobre el tiempo, actividades y relaciones de sus esposas, lo que puede derivar en conflictos o malos tratos.
Además, las mujeres mayores presentan un nivel menor de instrucción, lo que se relaciona directamente con una mayor morbilidad. También suelen contar con ingresos económicos menores que los hombres: es habitual que no hayan cotizado el tiempo exigido para alcanzar las prestaciones completas, por lo que suelen ingresar pensiones no contributivas. Muchas de ellas se han dedicado a los trabajos del hogar y al cuidado de los hijos, empleos no remunerados, y se han visto afectadas por discriminaciones tanto en políticas de empleo como en salarios.