8M: Marcela, mujer y… prostituida
Aunque han pasado ya más de diez años, a Marcela, una brasileña de 39 años y superviviente de trata con fines de explotación sexual, aún se le quiebra la voz cuando recuerda la forma en la que la engañaron y la obligaron a prostituirse en Portugal y España.
Su caso es el de al menos 12.000 víctimas de trata que, según el Ministerio del Interior, hay en España, aunque reconocen que la cifra real es muy superior. El negocio mueve unos cuatro millones de euros al día. Para la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAMP) estos datos “son sólo son la punta del iceberg”.
“Cuando nos enteramos de que no íbamos a trabajar en lo que nos prometieron yo reclamé y me dijeron que si yo no colaboraba tenían a gente en Brasil que podía secuestrar y violar a mis sobrinas. Me sentí culpable porque yo le quería demostrar a mi familia que podía ser alguien en la vida sin la ayuda de ellos. No me quedó otra porque ellos me crearon cadenas mentales, no hacía falta tener un grillete ni estar esposada. El arma que utilizaban contra mi era mi familia”, cuenta Marcela en una entrevista con Efeminista que este año, con motivo del 8M, Día Internacional de la Mujer, ha querido visibilizar a 8 mujeres que se enfrentan a una doble discriminación.
Marcela, que al año de llegar a España pudo escapar de las redes de trata y prostitución, explica que al inicio le costaba reconocerse como víctima. “Esa palabra nos deja en situación de vulnerabilidad, yo no quería aparentar ser una persona frágil, entonces le decía a las que trataban de ayudarme que no me llamasen así”.
“APRAMP, por más que yo las esquivaba, nunca me soltó la mano y nunca desistió de mí”, reconoce.
Desde entonces, hace once años, Marcela trabaja con APRAMP como mediadora lingüística y ayuda a otras mujeres y niñas que están pasando por lo mismo que ella.
Marcela: “El oficio más antiguo del mundo es mirar hacia otro lado”
Pregunta: ¿Cómo ha sido tu vida hasta ahora?
Respuesta: Mi historia empieza en Brasil, en el 2003-2004. Yo era estudiante de derecho, trabajaba en un buffet de abogados. Y debido la crisis en Brasil perdí el trabajo y no encontré otro que equiparase lo que cobraba ahí poder terminar la universidad.
Una amiga me dijo que conocía a una señora que tenía una agencia y que ofrecía trabajo en Europa. Al principio no acepté porque no creía que tenía que abandonar mi país para poder terminar la universidad. Pero como la situación se hizo insostenible me puse en contacto con ella. Me propuso quedarme seis meses en Europa, con un sueldo de 1.200 euros, y que eso era suficiente para terminar los cuatro años de carrera que me faltaban.
En esa época la demanda, porque siempre va a depender de la demanda, era de mujeres brasileñas 90-60-90. Nos pagó el pasaporte, el pasaje, nos dio el contacto de gente que ya vivía en Portugal, una reserva de hotel y 500 euros para pasar entre aeropuertos. La propuesta era cuidar niños, mayores y el sueldo era muy llamativo. Una vez llegamos, nos hicieron poner nuestro pasaporte en una caja fuerte con la excusa de que si la documentación se nos extraviaba no éramos absolutamente nadie.
Al cabo de una semana nos dijeron que no habíamos ido a ningún trabajo doméstico sino a ejercer la prostitución. Las compañeras se bloquearon y yo les dije que me iba a regresar. Ahí recibí la primera bofetada.
P.- ¿Cuáles son los principales problemas con los que se encuentran las mujeres en situación de prostitución y víctimas de trata cuando llegan a España?
R.- Por fuera la gente ve luces de neón, en las películas ven una Pretty Woman, pero dentro es un auténtico campo de concentración. Cuando se apagan esas luces solo nosotras que estamos dentro sabemos lo que sufrimos.
Por todo se nos multa. Las exigencias son: tienes que consumir y producir. Generar ingresos. La gente dice: “Las putas ganan 8.000 euros, están ahí porque quieren”, pero en su sano juicio, ninguna mujer se ofrece para acostarse con 25 ó 30 hombres diariamente. Ni por dinero. Porque eso nos produce, tanto física como psicológicamente, daños que muchas veces son irreparables. Desgarros vaginales. Eso la gente no ve. La gente ve el glamour, un glamour que no existe porque nosotras sonreímos porque somos obligadas.
La mafia siempre nos decía que ellos tenían amigos jueces, policías, ministros… Ellos se pintaban tan importantes y nos metían el miedo con la amenaza de la deportación, por eso no decíamos nada y nos escondíamos cuando llegaba la policía.
Me dijeron que cuanto más ingresos generara, más rápido pagaba mi deuda y más rápido me libraba. Yo me transformé en la que más bebía, la que más me drogaba, creyendo que eso me iba a liberar. Pero fue todo lo contrario, me transformé en la gallina de los huevos de oro del proxeneta.
P.- ¿Qué reclamas este 8 de Marzo para las mujeres en situación de prostitución y víctimas de trata?
R.- Mi reclamo es dar a conocer que la demanda de los puteros en la actualidad son cuerpos cada vez más jóvenes. Hemos llegado a rescatar a niñas de 12, 13 y 14 años. Es inconcebible que una niña diga “mamá, quiero ser puta” y esté ahí ejerciendo libremente. Ahora en 2022 no se puede decir “ah, yo no sabía”. Lo sabe todo el mundo, que no quieran verlo ya es otra cosa.
Yo creo que el oficio más antiguo del mundo no es la prostitución, creo que es mirar hacia otro lado. Cansa mucho escuchar a la gente que la prostitución es libre, que están ahí porque quieren. Yo no quería estar ahí, yo no tenía ningún derecho al estar ahí. ¿Se gana mucho dinero y es trabajo fácil? Primero, no es un trabajo. Segundo, no es fácil. Yo no tenía dinero, generé mucho dinero y lo único que gané estando ahí en un año fueron problemas físicos, psicológicos y emocionales. Yo, mis compañeras y todas estas mujeres y niñas que rescatamos.
En la ley integral contra la trata pedimos que pueda ser una tercera persona o asociaciones como APRAMP la que denuncie de oficio. Han pasado años y muchos borradores, pero la gente no termina de decidir y mientras tanto las mujeres siguen sufriendo. Está en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género en el que la trata es considerada otra forma de violencia machista, pero el derecho de las víctimas no termina de cuajar.
Pedimos que aunque la mujer no denuncie sea considerada como víctima, que sirvan los informes psicosociales de las entidades especializadas. Que no sea un intérprete el que vaya a auxiliar a una mujer víctima de trata, que sean las mediadoras especializadas en trata. Porque nosotras servimos de referentes a las mujeres. Que la mujer tampoco tenga que declarar cincuenta mil veces, que sirva solo con la prueba preconstituida, que sus abogados respondan por ella. Porque una mujer que ha reconstruido su vida no quiere volver a contarla. Hay que dejar de revictimizar.
Queremos que se persiga la demanda, porque si no hay demanda no hay trata. La trata se alimenta de la prostitución, pero eso tampoco termina de cuajar. La gente no termina de entenderlo.
8M: la prostitución en cifras
Según datos del Parlamento Europeo, unas 40 millones de personas en el mundo son víctimas de la prostitución. En Europa Occidental se calcula que son entre uno y dos millones. El 80 % son mujeres y niñas, en su mayoría de entre 13 y 25 años.
La Fundación Scelles -observatorio internacional de lucha contra la prostitución- ha explicado que se trata de un negocio mundial asociado al crimen organizado que genera unos beneficios mundiales de 100.000 millones de euros anuales, de 30.000 en Europa y de 1.800 en España.
España es el primer consumidor de prostitución de Europa y el tercero del mundo. Entre un 20 y un 40 % de los hombres españoles reconoce haber pagado por sexo.
Según ha adelantado a Efeminista, la directora de APRAMP, Rocío Mora, en 2021 la unidad móvil de la asociación ha identificado a 1.426 mujeres en situación de prostitución o víctimas de trata de las que el 90 % son mujeres migrantes y 28 son menores de edad (el 2 %).
En total, a lo largo del pasado año la unidad móvil de APRAMP asesoró e informó a 9.899 personas. Además se atendieron 1.742 llamadas de emergencia y se detectaron 538 situaciones de urgencia que fueron derivadas.
Alerta además Mora, de que más de la mitad de las mujeres víctimas de trata, el 54,4 %, fueron prostituidas cuando eran menores de edad, según datos de APRAMP.
Explica que cuando ella entró en la organización, hace 26 años, iban a las calles con una unidad móvil a atender a las mujeres. “Antes solo era por la noche, pero ahora el trabajo se hace 24 horas. Yo recuerdo atender (en ese tiempo) a 700 mujeres solo en la Casa de Campo. Antes no había todos estos lugares donde ahora están llevando a estas mujeres (pisos, locales, polígonos…)”, recuerda.
“Ahora se está haciendo más difícil la intervención de asociaciones como la nuestra. Es decir, gana la industria del sexo, gana el proxeneta de sacar el máximo rendimiento de un ser humano. Ahora lo que intentamos con la unidad móvil es ser visibles para ellas, pero invisibles para las mafias porque nuestra seguridad está comprometida”, alerta.