
El mercado central de Salamanca permanece abierto ofreciendo productos de primera necesidad, pero en la España vaciada son muchos los que no pueden acceder a estos servicios. EFE/J.M.GARCIA
Sandra “la gaseosera” que reparte comida en pueblos olvidados
El nombre hace referencia a la persona que reparte su producto estrella -la gaseosa- pero pocos lugares quedan donde aún se sigue viendo este oficio. Los “Gaseoseros” siguen sirviendo en tiempos de coronavirus y muchos de ellos han tenido que reinventarse para acercar a los pueblos productos esenciales. Tal es el caso de Sandra Cornero, “gaseosera” que sirve a dieciocho municipios de Castilla y León que han sido olvidados por los grandes suministradores.
Antes de que se declarase el estado de alarma, Sandra abastecía junto a su marido los bares de dieciocho pueblos en la frontera entre Zamora y León. Después, y pensando en los más necesitados, llevó hasta ellos productos como leche y aceite en su furgoneta carrozada. Una iniciativa que ayuda a los pueblos pequeños y a sus habitantes, especialmente los mayores.
Ayuda a quien más lo necesita
“He metido fruta, verdura, pescado, yogures… todo lo que puede necesitar una persona para subsistir”, detalla a Efe, lo que conlleva trabajar “el triple”: “la gente es mayor y lo necesita, son mis clientes y estoy ahí para ayudarlos en todo lo que pueda”.
Desde hace unas semanas, cuando el temor comenzó a expandirse a la par que el virus y los suministradores de fruta o pescado por una u otra razón desaparecieron del mapa de estos pueblos, Sandra se enfundó la mascarilla, preparó el hidrogel y se hizo con una buena cantidad de guantes ya que tiene como “obsesión” cambiárselos con mucha frecuencia.
Hasta la puerta de su casas
Los vecinos, buena parte de ellos ancianos y por tanto población de riesgo, agradecen que la pequeña tienda ambulante de Sandra llegue hasta la puerta de su casa, tanto que, aunque estos días no distribuya a bares por el cierre de negocios, el número de particulares que atiende no ha parado de incrementarse.
“Hay de todo, pero la gran mayoría están preocupados. Se les vienen muchos pensamientos a la cabeza, claro, ellos han vivido muchas cosas antes“, relata emocionada Sandra.
Unos días puede ir a Coomonte, La Nora del Río o Alija del Infantado, otro visitar Altobar de la Encomienda, Burganes de Valverde y Bretocino, o dedicar la jornada a atender a Olmillos de Castro, Valcabado o Roperuelos del Páramo. De calle a calle, de puerta a puerta de los dieciocho municipios donde da servicio, en los últimos días arrancando el motor a las 9 de la mañana y llegando a casa para cenar, dormir y esperar otro día de trabajo.
Los grandes olvidados durante el confinamiento
“Lo estoy haciendo de corazón porque creo que es lo que tengo que hacer y lo siento así realmente”, confiesa Sandra. Entre la gente que atiende hay varias personas mayores con dificultades para andar, para quienes sería un gran problema que su pequeño pueblo no tuviera acceso a alimentos de primera necesidad: “Yo les meto la caja de leche hasta la despensa y me llevo la vacía si me lo piden”.
El mayor temor de Sandra es su tía de 86 años que vive con ella y su marido, por lo que toda precaución y medida de seguridad es poca mientras realiza el reparto. Por el momento no conoce ningún caso de Covid-19 entre sus clientes, aunque si recuerda que una mujer compró grandes cantidades de fruta para unos familiares que habían dado positivo.
“Cuando hablo de ellos me emociono. Son ocho años lo que llevo trabajando con gente desde el primer día y por desgracia he perdido clientes por los que he llorado mucho“, lamenta Sandra minutos antes de echarse a la carretera, en un día más en el que la gaseosera se transformará para que no quede ni uno de sus pueblos sin resistir.